Manuel Carrasco: el soñador que despertó en Madrid
Ayer 55.000 personas disfrutaron y vibraron en el Wanda Metropolitano de un artista que desbordó emoción durante casi tres horas
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Ayer 55.000 personas disfrutaron y vibraron en el Wanda Metropolitano de un artista que desbordó emoción durante casi tres horas
Con las pantallas apagadas y apenas unos focos alumbrando, poco después de las 10 de la noche de ayer, una voz se encendió en el Wanda Metropolitano. Sin esperarlo, comenzó cantándole a Madrid, que, desde el primer momento, se preparó para un espectáculo que no acabó hasta casi tres horas después. De repente: 40º 25’08”N 3º41’31”O. Manuel Carrasco trazó la cruz de su mapa en las coordenadas de la capital, con 55.000 personas que asistieron para vibrar, cantar, bailar y disfrutar con, entre otras, las canciones del álbum “La cruz del mapa”, que ahora presenta en su gira. El concierto comenzó con una de las más conocidas del disco: “Me dijeron de pequeño”. Carrasco no dudó en dejar a un lado la vergüenza para cantar, junto a todo su público, a todos aquellos “eruditos y entendidos” que alguna vez dudaron de lo que ayer consiguió: colgar el cartel de “entradas agotadas” en el Wanda Metropolitano de Madrid.
Hubo un momento de la noche en que no se distinguía si Manuel Carrasco se secaba el sudor o las lágrimas. La alegría que expresaba su rostro hacía que el escenario se quedara pequeño. Y es que no paró de recorrerlo de un lado para otro, de saltar, de bailar, y tampoco de sentir. No sabría decir si lo de sus expresiones era incredulidad o felicidad. O ambas. Además, si hay algo que define al cantante es su capacidad de cantar de cerca -casi parece que susurra- a la gente: de crear letras con mensajes reales, para las personas, para su público, sin distinción. “A esa gente que no se entera de que el amor y el respeto van de la mano le vamos a decir: ¡vete!”, gritó Carrasco, “a esa gente que te dice cómo tienes que ponerte... ¡vete!”. Y así, el cantante comenzó un concierto que se convirtió en una cadena de realidades cantadas y extraídas de sus mayores éxitos. Además de “Yo quiero vivir”, entonó “Que nadie”, con un homenaje hacia la tolerancia, así como “Mujer de las mil batallas”, todo un canto a la fuerza de la mujer que se materializó con miles de globos rosas que flotaron a manos del público.
Manuel Carrasco cantó acompañado de su banda, y también solo con su guitarra o con su piano. Pero, aún durando el concierto casi tres horas seguidas, solo cantó él. No hubo más que una voz y fue la de Carrasco: ningún invitado, solo él, entregado al 100% a su público. Además, no defraudó y volvió a hacer alarde de su origen andaluz, cantando “Soy afortunado”, y recurrió a las cuerdas de su guitarra para hacer sonar “Dispara lentamente”, “Sabrás”, “Y ahora”, “Bailar el viento” y “Siendo uno mismo”, entre otras. Y, tras tocar las palmas mientras su voz se rasgaba con toques flamencos, se sentó en su piano. Puede que fueran los minutos más emotivos de la noche: le cantó a su hija con “Mi única bandera” y se contuvo las lágrimas para culminar, con su insaciable sonrisa, con “Yo te vi pasar”.
De Carrasco para Madrid
“Recuerdo cuando tenía doce años y mi padre me compró una guitarra en la librería de mi barrio”, recordó el cantante, “me hizo sentir vivo, desde niño soñé tanto y tan fuerte, Madrid, que después de tantas batallas aquí estamos”. Y así tuvo que agradecérselo a los 110.000 ojos que le vieron entregarse de principio a fin. Como ya se está convirtiendo en una tradición de sus conciertos, Carrasco compuso especialmente para Madrid. Y, aunque hubo momentos en que el sonido no permitió distinguir bien sus palabras, pudo hacerlo. Cantó a Madrid, al caluroso verano en el Wanda. Pero también a su primavera, a San Isidro. Cantó a sus mañanas de domingo en el rastro. A los chulapos y las chulapas. Y al arcoíris de Chueca.
Manuel Carrasco se entregó de lleno a los brazos abiertos de Madrid. De rodillas, saltando, con los ojos clavados en todos los puntos donde tuvo capacidad. “Es muy importante no rendirse nunca”, dijo, “para que todos los sueños que tengáis se hagan realidad”. Y, tras canciones como “Te busco en las estrellas”, “No dejes de soñar” o “Unoxuno” -cantó más de 26 temas-, se despidió, sin querer despertarse, de algo que definió como “mucho más que un sueño”: el alboroto de Madrid.