Manuel Vilas, finalista del Planeta con la novela "Alegría"
El escritor quedó finalista con una narración de la vida y pensamientos de un hombre de mediana edad en busca de su propio exorcismo,
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El escritor quedó finalista con una narración de la vida y pensamientos de un hombre de mediana edad en busca de su propio exorcismo,
La gente cambia. No es muy habitual, pero lo hace. Los escritores también cambian, aunque es mucho más difícil de ver. Manuel Vilas ha cambiado... ¿a mejor? Por descontado. El que fuera rey sol y padre espiritual de aquella generación de jóvenes posmodernos nocilleros se ha dejado de abracadabras estéticos y ha decidido que la literatura es un todo y por tanto siempre es una verdad. De ser autor de culto a convertirse en fenómeno editorial pasados los 50 años. Es el R.E.M. de los escritores. Ser finalista del Planeta es la última demostración que la literatura siempre escribe historias fascinantes. El escritor aragonés resultó finalista con «Alegría», que presentó con el pseudónimo Viveca Lindfors, nombre de una actriz sueca de los años 40. Vilas necesitaba una máscara cuanto más estrafalaria mejor, puesto que hasta utilizaba su propio nombre dentro de la narración en primera persona de la novela, así que... El argumento, introspectivo, pero expansivo a un tiempo, como «Ordesa», nos presenta las reflexiones de un hombre de mediana edad cuyos demonios, en forma de depresión y pánico por el paso del tiempo, le llevan a una encrucijada. Será el momento de enfrentarse contra todo el rencor, el odio y la autocompasión acumuladas y buscar su propia comprensión de la felicidad.
Está claro que hay un antes y un después de «Ordesa» en la vida de Vilas. Su reflexión de su propia existencia a partir de la figura de sus padres y los ecos de la infancia tocaron la fibra sensible de miles de lectores. Ahí había la historia de una persona, de una clase social y de un país en un gran muro de sonidos. Hasta entonces, la brillante escritura de este autor nacido en Barbastro en 1962 parecía un maravilloso traje de alta costura en que cada palabra servía como un nuevo prenda fantástica. Ahí estaban novelas como «España», «Los inmortales» o «El luminoso regalo», libros de relatos como «Setecientos millones de rinocerontes»; o poemarios como «El hundimiento» o «Resurección». Era el Yves Saint Laurent, barroco, popular y brillante de las letras españolas. La palabra era una belleza para tapar las miserias, no para ensalzarlas.
Más de 100.000 ejemplares
Pero llegó «Ordesa». Vilas pareció cansarse de diseñar trajes y gritó, ¡voy a quemarlos todos! ¡Voy a quemarme a mí! Empezó a ser más atrevido, a utilizar las palabras para desnudarse y no para vestirse. La respuesta fue unánime. Ahí había un ser humano y los lectores se reconocieron y lloraron con él. Los aplausos se multiplicaron. Palabras elogiosas de autores como Antonio Muñoz Molina, Juan José Millás, Sara Mesa, Isaac Rosa, Marta Sanz, Lorenzo Silva; más de 100.000 ejemplares vendidos, y creciendo, y 14 ediciones, está claro que Manuel Vilas es como aquella valiente niña que gritó «El rey va desnudo». Porque eso es lo que hace un escritor, describir lo que todo el mundo ve pero nadie sabe o se atreve a decir. ¿Alguien se atreve a hablar de alegría en épocas convulsas como la actual? Vilas se atreve, sin duda.