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«Maruxa»: Un baño de chapapote

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«Maruxa», de Amadeo Vives. M. Alberola, R. Esteves, S. Orfila, Svetla Krasteva, C. Fidalgo, J. Arellano,, etc. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del T. de la Zarzuela. P.Azorín. J.M.Pérez Sierra. T. de la Zarzuela. Madrid, 25-I-2018.
«Maruxa» se estrenó en el Teatro de la Zarzuela en 1914 con una buena acogida y se ha repuesto en algunas ocasiones, aunque desde 1971 no se había vuelto a ver en la calle Jovellanos, cuando en el reparto figuraron Ángeles Chamorro, María Orán y un jovencísimo José Carreras. Siempre se ha calificado como pésimo el libreto de Pascual Frutos, inspirado en «Daphnis y Cloe». La verdad es que hay párrafos tremendos como el de Maruxa: «...Era conmigo como una hermanita, nunca ella quiso dejarme solita si cariñosa le hacía un mimito, me respondía con un baladito...» Esta égloga con pastores, oveja y amos poderosos es difícil de ser llevada a escena. Hace años pasó un rebaño de ovejas por el escenario, ahora solo queda una piel curtida. Paco Azorín es hombre de teatro y, consciente de esa dificultad, se inventa que los amos son los dueños de Petroliber, la empresa propietaria del Urquiola, el petrolero que produjo un gran desastre ecológico en las rías gallegas en 1976. El coro se convierte en los voluntarios que limpiaron el chapapote y añade todo un reportaje cinematográfico sobre el suceso en una puesta en escena, como una especie de tres en uno, con la Galicia bucólica, la del chapapote y la de Rosalía de Castro, aderezada con la estupenda actuación de la bailarina María Cabeza de Vaca. División de opiniones. Quédense con la que gusten. Para unos, las cosas no encajan ni con calzador. Para otros, les despierta del tedio de la banal historia. Lo cierto es que lo mejor surge con el coro del chapapote, muy bien cantado y actuado y, lo más sorprendente, con el lavado de partes íntimas a la que Azorín somete a la Galicia profunda. Hay teatro en el escenario, otra cosa es que guste o tenga algo que ver con Vives. El reparto vocal funciona con sus más y sus menos. Nadie podrá decir que no hay voces en esta «Maruxa». Existe mucha tendencia a exagerar, a sacar voz hasta casi gritar y de ello no se escapan algunos de los cantantes. Este Vives no es ni de lejos el de «Doña Francisquita» de nueve años más tarde. La música no es mala –lo mejor está en las páginas instrumentales– pero sí un popurrí enlazado por su propia personalidad en paralelo a lo que efectúa Rufo en el texto. Apenas deja un momento al relax vocal, con lo que la tendencia apuntada se acentúa y a veces sufren las afinaciones. Volvió al foso del teatro Pérez Sierra tras mucho años de ausencia injustificada y lo hace con la partitura estudiada y llevada con pulso para no dejarla caer un instante. Es palpable el trabajo de coordinación entre escenario y foso. Una producción que despertará opiniones dispares.