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Miguel del Arco repinta el cuadro blanco

El director llena el escenario de El Pavón Teatro Kamikaze con un lienzo que hará tambalear la vieja amistad de un trío que imaginó Yasmina Reza en los 90 y que ya se ha convertido en un clásico contemporáneo
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Si Andy Warhol dijo que «hacer dinero es arte» será así, que el hombre sabía de qué iba el mundillo. Y si Marcel Duchamp presenta un urinario como una obra de arte pues también.
Si Andy Warhol dijo que «hacer dinero es arte» será así, que el hombre sabía de qué iba el mundillo. Y si Marcel Duchamp presenta un urinario como una obra de arte pues también. Igual que la «Mierda de artista» que Piero Manzoni envasó como tal o los animales disecados de Damien Hirst. ¿Hasta dónde llega el arte? Probablemente hasta donde llegue la imaginación de cada uno, que no es corta. ¿Y un cuadro en blanco parecido al que pintase en 1918 Kazimir Malévich? Para Sergio (Cristóbal Suárez), sin duda que lo es. Tanto como para pagar 30.000 euros por un lienzo de 1,60 por 1,20 metros con unas casi imperceptibles rayas. «Una locura» para su amigo Marcos (Roberto Enríquez) y un «sin más» para Iván (Jorge Usón). Juntos forman el trío que ya se ha convertido en un «clásico contemporáneo» desde que Yasmina Reza estrenara su pieza en octubre del 94 en la Comédie des Champs-Elysées. Después, en 1998, Josep Maria Flotats, Carlos Hipólito y Josep Maria Pou lo trajeron a España y Ricardo Darín haría lo propio en su versión Argentina, entre otros. Ahora es Miguel del Arco el que ha elegido esta comedia para dirigirla y cerrar así la temporada de El Pavón Teatro Kamikaze –más la reposición de «Antígona»–.
«Es un clásico contemporáneo que recoge la corriente del teatro popular de Molière o Shakespeare en una construcción perfecta, una comedia envenenada que ahonda en las miserias del ser humano», define el dramaturgo que asegura no pretender darle ningún enfoque original, sino «ser honesto a un texto de repertorio». Porque «Arte» comienza con una discusión inocente sobre el valor real de un lienzo en blanco «en el que cabe todo, pero no hay nada» –para Del Arco– y termina retratando el declive de la relación de tres colegas que, como Los Manolos, se habían cantado eso de «amigos para siempre». Una situación cómica que los acaba tirando por el precipicio.
«Me gusta pensar en Marcos, Sergio e Iván como tres amigos desde sus tiempos de instituto –comenta el director–. Luego la realidad, que rara vez es tan generosa, se encarga de reubicarnos y nos deja la tarea de resiliencia. La de enfrentarnos a la “dinámica intrínseca de la evolución”, como le espeta Sergio a Marcos en un intento de explicarle el sino cambiante de los tiempos. Cambian las personas, cambia su forma de relacionarse con el mundo, con sus amigos y, como no podía ser de otra manera, cambia la forma de contemplar y expresar el arte». Cambios propios de la naturaleza humana. Ya lo escribió Paul Valery, constantemente en la boca de los tres protagonistas: «El pasmoso crecimiento de nuestros medios, la flexibilidad y precisión que estos alcanzan, y las ideas y costumbres que introducen, nos garantizan cambios próximos y muy hondos en la antigua industria de lo Bello. En todo arte hay una parte física que no puede contemplarse ni tratarse como antaño, que no puede sustraerse a las empresas del conocimiento y el poder modernos. Ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo son desde hace veinte años lo que eran desde siempre. Hay que esperar que tan grandes novedades transformen toda la técnica de las artes y de ese modo actúen sobre el propio proceso de la invención, llegando quizás a modificar prodigiosamente la idea misma del arte».

► Gracia sin querer

Un remolino que desata Sergio con la compra del cuadro. Recién separado, ya no es el mismo y no ve igual que siempre esas relaciones que ha ido arrastrando desde hace años. Enfrente se topará con Marcos, «un personaje de extremos, que siempre ha hecho gala de su carácter hosco e irreverente. Capaz de desatar la cólera más brutal y el amor más profundo generoso y exigente», describe Enríquez. El tercero en discordia es Iván, el eterno adolescente. No quiere que nada cambie ni se cuestiona nada. «Quiere hacerse pasar por un hombre feliz, pero el cuadro viene a detonar algo», cuenta Usón. Personajes que no buscan hacer gracia pero que acaban englobados en el género de «comedias envenenadas», para su director.
La misma dosis de «toxicidad» que Molière utilizaba en sus obras. «Comedias por momentos delirantes y, sin embargo que, si bien hace que en algún momento de las mismas uno se pregunte de qué se está riendo, también hace que te relajes favoreciendo que la risa penetre más profundamente», reconoce. Una tradición que recogió Reza y que el director ha aprovechado para trazar paralelismos con «El misántropo» del autor francés: donde Marcos viene a ser Alcestes y Sergio toma el testigo de Oronte.
► Dónde: El Pavón Teatro Kamikaze. (Embajadores, 9. Madrid).
► Cuándo: hasta el 30 de julio.
► Cuánto: desde 23 euros.