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Mike Leigh: «Turner era excéntrico, errático y grosero, pero generoso y pasional»

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Quedar con un director de cine como Mike Leigh impone. La cita tiene lugar en un hotel del Soho, muy cerca de sus oficinas en Greek Street, donde le gusta ensayar durante semanas o incluso meses con el equipo en la construcción de los personajes. Solían sentarse todos en el suelo, pero ahora, debido a una operación de cadera, él debe estar en una banqueta. Es el único «achaque» que tiene, porque a sus 71 años la palabra jubilación no consta en su diccionario. La cita es para hablar de su más reciente trabajo, «Mr. Turner», a la que muchos se refieren ya como la película del año, que llega este viernes a los cines en España.
Se trata de un retrato exquisito del pintor decimonónico que va más allá de su faceta como artista. «Cuando empecé a pensar en su obra, de inmediato tuve la sensación de que eran óleos muy cinematográficos. Y luego empecé a indagar en su personalidad y supe que era un personaje que merecía una película», señala. «En el terreno laboral era extraordinariamente prolífico, revolucionario en su enfoque y con una visión clarividente. Sin embargo, en lo personal era un hombre excéntrico, anárquico, vulnerable, imperfecto, errático y a veces grosero. Podía ser egoísta y poco sincero, pero al mismo tiempo era generoso y pasional», añade.
La primera vez que Leigh propuso hacer la película fue a finales de los 90, pero a su productor le costó más de una década recaudar el dinero. A pesar de que ha tenido que hacer algunas renuncias –como rodar en Venecia, ciudad protagonista de muchos de los cuadros del pintor–, el presupuesto final ha sido de 8,25 millones de libras, una cantidad que excede el montante de sus anteriores trabajos, excepto la oscarizada «Topsy-Turvy», que narra las rivalidades que existieron entre dos londinenses de gran creatividad en plena época victoriana. Fue filmando aquella cinta cuando la idea de Turner empezó a rondarle por la cabeza. «Con “Topsy-Turvy” uno saborea la paradoja de cómo Gilbert y Sullivan se tomaban con tanta seriedad la cuestión de ser completamente triviales, a pesar de que la calidad de su libretos y música está fuera de toda cuestión. Con Turner, por el contrario, vemos que es un artista profundo ante la creación de una obra profunda», señala.
Spall, premiado en Cannes y en los EFA
A la hora de elegir al actor protagonista no tuvo la menor duda. Timothy Spall, que ya ha trabajado a sus órdenes en seis ocasiones (cinco películas y una obra teatro), fue siempre su opción. «Nunca pensé en nadie más. Es un actor de carácter consumado, un hombre de la clase obrera de Londres perfecto para dar vida al personaje», recalca. Dos años antes de que empezara el rodaje, el director mandó a Spall a que recibiera lecciones de pintura. «Si alguien que interpreta a un caballero debe saber montar a caballo, era lógico que alguien que iba a interpretar a un pintor supiera al menos coger un pincel. Podía haber recurrido a las manos de un profesional para determinadas tomas, pero no era lo que quería», explica. El intérprete, al que el papel ya le ha valido el premio de Mejor Actor en Cannes y, hace tan sólo dos días, en los EFA (los premios del cine europeos, cuya 27ª edición se celebró en Riga el domingo), bromea con que ha llegado a tener la técnica de Turner a los ocho o nueve años de edad, «lo cual no está nada mal».
Cuando pregunto a Leigh cómo un director de lectura social y urbana ha acabado fijándose en la vida de un pintor rico al que la reina Victoria no podía ni ver, me mira con asombro. «¿Pero de qué cree que trata esta película?», me responde. «Es al fin y al cabo de una persona real, con problemas cotidianos reales, miedos reales y sentimientos reales», explica. «Y, dicho sea de paso, es interesante que haya sacado lo poco que le gustaba su trabajo a la monarca porque a pesar de ser unos de los artistas más importantes no hay ni un solo Turner en la colección real», añade.
La relación de las mujeres que marcaron la vida del pintor es uno de los pilares sobre los que se basa la historia. Aunque no fue precisamente la soberana Victoria uno de sus amores. Tenía dos hijas a las que nunca reconoció con una ex amante, Sarah Danby (a la que interpreta Ruth Sheen). Convivía con su ama de llaves, Hanna Danby (Dorothy Atkinson), con la que guardaba una compleja relación en la que estaban permitidos violentos encuentros sexuales que ella, enamorada, siempre agradecía. Y luego pasó el final de su vida con Mrs. Booth (Marion Bailey), una viuda a la que iba a visitar siempre que podía. «Con todo –señala Leigh–, hay otra mujer que no aparece, pero que es fundamental en su vida. Se trata de su madre. Murió en un centro psiquiátrico. Jamás le dio una prueba de amor. Ni a él ni a su padre. Y esto explica la relación tan importante que existe entre ellos. Estaban profundamente unidos».
Por otra parte, la cinta también explora la relación entre Turner y la Royal Academy of Arts, de la que era miembro. «Estaba dentro y respetaba la institución. Llegó incluso a rechazar una oferta de 100.000 libras de un hombre muy rico que quería comprar su obra porque consideraba que sus trabajos debían estar expuestos allí al público de manera gratuita. Pero, al mismo tiempo, luego era un anárquico al que le gustaba ir por libre», matiza. Resulta irónico, porque es exactamente así como muchos ven al propio Leigh. Se trata de toda una personalidad en la industria cinematográfica, pero al mismo tiempo es un alma que disfruta siendo totalmente independiente. Cuando le pregunto por eso se ríe. «La verdad, nunca me había parado a pensar en ello. No sé... No lo creo... Déjeme pensarlo».
Entretanto, intento sacar alguna pista sobre el proyecto en el que está ahora trabajando y que verá la luz en 2016. «No voy a desvelar nada. Lo siento. Pero como recompensa, le enseñaré algo», dice mientras saca el teléfono móvil de su bolsillo. Lo enciende y me muestra orgulloso y «en exclusiva» –según sus propias palabras– el cartel de la producción que dirigirá en la English National Opera. Se trata de «The Pirates of Penzance», una adaptación de «Topsy-Turvy». En la última década, Leigh ha vuelto a las tablas en tres ocasiones. Dos en el Teatro Nacional con sendas obras nuevas, «Dos mil años» y «El duelo», y una en el Hampstead, para una readaptación del «Éxtasis» que presentó en 1979. Pero, sin lugar a dudas, el séptimo arte es su «pasión» y su «gran amor». «Amo hacer cine, creo que es algo maravilloso. Además, mientras que los novelistas o los pintores trabajan en solitario, el cine aporta esa magia de poder compartir lo que haces y estar rodeado de amigos, una segunda familia», concluye.