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Todos los modos de ver de John Berger

El crítico, artista e insobornable escritor británico, referencia y faro en el mundo del arte, fallece a los 90 años en la Bretaña francesa
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  • Pedro Alberto Cruz Sánchez

    Pedro Alberto Cruz Sánchez

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El crítico, artista e insobornable escritor británico, referencia y faro en el mundo del arte, fallece a los 90 años en la Bretaña francesa
Se podría decir que John Berger (1926 -2017) es un universo en sí mismo. Pero la definición se quedaría inexacta: su obra configura más bien un multiverso, atravesado eso sí, en todas sus líneas de fuga, por un compromiso inmune a los sobornos del éxito y de la enloquecida deriva global que vive el mundo. Escritor, poeta, guionista, pintor, dramaturgo, ensayista, toda su producción ha germinado a contrapelo del rumbo férreo que paulatinamente iba tomando la historia. Ganador en 1972 del prestigioso Brooker Prize por su novela «G», autor de uno de los ensayos de arte más célebres y discutidos de las últimas décadas, «Modos de ver», la actitud vital de Berger ante cada nuevo trabajo se puede resumir en un axioma que corta la respiración: una historia es una operación de rescate.
Con una formación salpicada de nombres tan determinantes para la cultura moderna como los de Henry Moore y George Orwell, Berger decidió apartarse del solipsismo enfermizo que ha capturado a una legión de autores del último siglo para abismarse en una interpretación de la expresión artística entendida como lucha política. Frente al oportunismo de todos aquellos «pensadores» y «opinadores» que se han sumado a la denuncia de la brutal crisis de refugiados que sufre Europa en el presente, la condición devastadora del emigrante ha supuesto una de sus principales preocupaciones desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, si por algún perfil humano se ha preocupado su escritura ha sido precisamente por el del individuo nómada, que debe moverse para sobrevivir y que, en su inacabable itinerario, sus deseos de una vida digna se van difiriendo en el tiempo. La trilogía «De sus fatigas», desarrollada durante la década de los 80, traza el proceso de desplazamiento que globalmente estamos sufriendo desde una sociedad rural hasta otro plenamente urbana; transformación éste que recoge las principales claves encargadas de explicar la desconfianza de Berger hacia ese fenómeno tan privativo del siglo XX que se ha caracterizado como «progreso». Aunque aparentemente manida, la crítica a las políticas puramente «evolucionistas» se sustenta en la pérdida de naturalidad de los supuestos «cambios a mejor» que ha vivido el mundo durante las últimas décadas. La «desnaturalización» del progreso solo genera desigualdades; y estas desigualdades se encuentran auspiciadas y perpetuadas por el capitalismo. En opinión de Berger, el capitalismo ha dejado de ser un instrumento al servicio de los políticos para convertirse en el sistema que ha terminado por instrumentalizar a los políticos. En alguna de sus últimas entrevistas llega incluso a mostrar cierta compasión y simpatía por la clase dirigente mundial, en la medida en que la presión ejercida por las dinámicas capitalistas sobre ella la ha abocado a carecer prácticamente de margen de acción. El sistema estrangula la buena voluntad.

- Coherencia total

En paralelo a su radicalismo social, Berger ha ido elaborando, a través de artículos, columnas y ensayos, una de las teorías visuales más coherentes alumbradas durante el último medio siglo. Deudor de Walter Benjamin y su teoría de la pérdida del aura, asegura que el modo de mirar del ser humano se ha visto sacudido por la invención de la cámara, por su ubicuidad, por su capacidad milagrosa para moverse, para acabar con el carácter único y sagrado de los objetos. Pese a la convulsión sufrida por las artes tradicionales, Berger siempre ha preferido el dibujo a la palabra como elemento de expresión. El trazo es superior a la frase, es capaz de contener y de expresar mejor los pliegues casi imperceptibles del individuo. Su fallecimiento ahonda el sentimiento de orfandad en el que la cultura occidental está sumida desde finales del siglo pasado. Uno tras otro van muriendo todos sus faros, y la pregunta que inevitablemente salta es ¿quién tomará su relevo?