La última página de Vicente Verdú
El escritor fallece a los 75 años después de una carrera en la que conjugó la literatura, el ensayo y hasta la pintura
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El escritor fallece a los 75 años después de una carrera en la que conjugó la literatura, el ensayo y hasta la pintura.
En 1996, «El planeta americano» se hacía merecedor del 24º Premio Anagrama de Ensayo. Lo firmaba Vicente Verdú, cuya obra y pensamiento iban a eclosionar gracias a ese galardón y a otros dos de la misma época, el González Ruano de Periodismo, también en 1996, y el Nacional de Periodismo Miguel Delibes por un artículo titulado «La vista sorda», que había publicado el 30 de octubre de 1997 en «El país», periódico al que estuvo estrechamente ligado y en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y de Cultura. Ayer murió, tras padecer una larga enfermedad, a los setenta y cinco años, en Madrid, tras una vida también dedicada a la pintura: expuso sus cuadros en exposiciones como «La alegría del color», en 2011, en el Centro de Congresos de Elche. Había nacido en 1942, en esa ciudad, y se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona. Llegaría a dedicarse a la poesía y, como ejemplo, hay un libro bastante reciente de él, de este mismo 2018, «La muerte, el amor y la menta», en cuya presentación, el pasado febrero, hablaba de cómo estaba afrontando una muerte que le resultaba próxima.
Entre los mitos y lo popular
Pero su mirada periodística, pe-netrante, se hizo ostensible en un libro dedicado a los mitos que ha engendrado la sociedad norteamericana en lo deportivo, lo comercial y lo cinematográfico, y cómo han influido durante el siglo XX en el mundo. Pero, ya entonces, Verdú había publicado una decena de obras, algunas realmente originales, como su debut en 1971, «Si usted no hace regalos le asesinarán», otra de trasfondo sociológico, «Noviazgo y matrimonio en la burguesía española» (1974), y un trabajo que se abría a lo popular: «El fútbol: mitos, ritos y símbolos» (1981). Si algo se puede destacar de la trayectoria de Verdú es su continuo acercamiento a temas y materias de variada naturaleza hasta fechas muy recientes, como el mayo pasado, cuando publicó «Tazas de caldo», una colección de aforismos que daban testimonio de su visión transversal, inquieta y siempre de una enorme lucidez. El artista ya sentía en esos momentos que lo había dado todo, como declaró durante una presentación, junto al político Ángel Gabilondo, y ahora se ha marchado dejando un buen número de libros con los que entender mejor el mundo contemporáneo.
Verdú se adentró en los misterios modernos de un imperio oriental en «China Superstar» (1998), que era una coherente continuación a «El planeta americano». Se interesó por las ciudades desde su mirada arquitectónica mediante «La ciudad inquieta: el urbanismo contemporáneo entre la realidad y el deseo» (2005) y tendió puentes hacia el lector para asimilar mejor esta vida con trabajos tan audaces como «El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción» (2003), en el que comparaba el capitalismo anterior con el que ya preconizaba el siglo XXI y que, en contraste con el de producción y consumo, era considerado un «capitalismo de ficción» cuyo objetivo primordial es gustar a las masas. Un concepto que volvió a explotar con hondura en la obra «No ficción» (2008), donde a partir de su propia biografía –cuando su mujer murió de cáncer en 2003, «la vida que se quedaba conmigo fue pareciéndome como una ficción [...]. Poco a poco, sin embargo, fue alzándose de nuevo la literatura de la vida, la inesperada salud tardía, la inédita no ficción»–, Verdú daba una vuelta de tuerca a las convenciones literarias y convertía el género de la «no ficción» en su reverso subjetivo.