Ara Malikian: "Me agarré al violín para sobrevivir, y he tenido suerte"
El día 24 se estrena un documental sobre la vida de este polifacético artista, dirigido por Nata Moreno y que recoge también su última gira sinfónica por todo el mundo.
El día 24 se estrena un documental sobre la vida de este polifacético artista, dirigido por Nata Moreno y que recoge también su última gira sinfónica por todo el mundo.
Mientras en el Líbano caían bombas, Ara Malikian cogió su violín para empezar a disparar ráfagas de música que silenciaban la muerte y vitoreaban la vida en un sótano donde fingían ser felices en plena guerra civil. Y desde entonces no se ha separado de su particular y sonoro amuleto, de un arma cuya munición no son más que cuatro cuerdas, entre las que ha vivido este artista libanés inclasificable, de ascendencia armenia y residencia en España, que va derribando la frontera de allá donde se le espera. Dirigido por Nata Moreno, un documental que se estrenará el próximo jueves cuenta la historia de este polifacético violinista y los detalles de su última Gira Sinfónica por los mejores escenarios del mundo. Pero...
–... ¿Quién es Ara Malikian?
–Un músico que siempre ha hecho las cosas a su manera. Y punto.
–¿Y cuál es su manera?
–Eso es lo que me pregunto... Las hago con mi personalidad, con mi forma de entender y con mi pasión hacia la música.
–¿Un violinista con alma de rockero?
–Eso es lo que me dicen, pero en realidad yo no me considero un violinista rockero, ni tampoco clásico. Soy un enamorado de la música que cree en su fuerza para cambiar a la gente y hacerla más feliz y más respetuosa. Simplemente intento transmitir lo que siento a través del violín.
–El documental, bajo la dirección de Nata Moreno, se titula «Ara Malikian, una vida entre las cuerdas». Pero, en realidad, la suya ha sido una vida contra las cuerdas.
–Es verdad que siempre he vivido al límite. El violín ha sido a lo que me he agarrado para sobrevivir. He tenido mucha suerte.
–Sí, porque usted comenzó a tocar entre bombardeos.
–Así es, aunque suene muy trágico. Empecé en un sótano mientras nos protegíamos de las bombas. Yo tocaba el violín, unos cantaban, otros bailaban... Intentábamos disimular nuestra tristeza.
–¿Su violín llegó a sonar más que las bombas?
–Eso es lo que intentábamos. Cuando se acercaban las bombas, nosotros tocábamos más fuerte para que se nos oyera. Así no se puede parar una guerra pero sí cambiar a las personas y hacerlas más sensibles para que dejen de matar. El acceso al arte, a la cultura y a la música desde la niñez es fundamental, porque nos convierte en seres más elevados.
–¿La música es la vida?
–Sí, pero también puede ser la muerte. La música lo es todo.
–¿Cuál es la música de su vida?
–Me resulta difícil contestarte porque yo siempre estoy escuchando música. Pero es verdad que cuando compongo solamente pienso en el violín, es mi sonido principal.
–¿Cómo sería la vida sin música?
–No me la imagino, como tampoco me la imagino sin cultura, sin arte... Yo creo que nadie aguantaría, porque todos necesitamos música para ser felices y acompañar nuestro día a día.
–¿Cuál ha sido la mayor lección que le ha enseñado la guerra?
–La aprendí años después. Estoy muy agradecido de seguir vivo.
–¿Cuánto cuesta la paz?
–Mucho, por la cantidad de intereses económicos que hay detrás de la guerra. Y es que la ambición lo controla todo.
–¿Hay músicas de paz y músicas de guerra?
–Sí, hay compositores a quienes les ha inspirado la guerra. Son cosas que marcan en la vida. Y con la música puedes describir todas estas sensaciones, ya sean de tristeza o alegría.
–¿Cuál es el lenguaje de la música para que lo entienda todo el mundo?
–La pasión. Si te das cuenta, es el único arte que entra en tu cuerpo sin pasar por el cerebro. No hace falta analizarlo, ni comprenderlo, ni saber cómo se ha hecho. Simplemente te atraviesa y emociona.
–¿Derriba fronteras?
–Sí, como el arte, en general. La música es universal. Yo me entiendo con cualquier persona aunque no hable su idioma. Por eso se trata de la mejor solución para entenderse.
–Oiga, los Reyes de España son sus fans.
–Me siento afortunado por ello, así como por tener tantos seguidores que no son reyes.
–¿A usted le han pegado el violín a las manos?
–Siempre me acompaña. Lo amo, pero no lo personalizo. No le pongo un nombre, ni me acuesto con él, ni le hablo. Sé que simplemente es un objeto. Si un día, por salud o cualquier otro motivo, no pudiera tocarlo, haría otra cosa.
–¿Cada cuánto se suelta la melena?
–Antes me costaba más, ahora la tengo todo el rato suelta.
-¿Por qué se la cortaría?
-Por la justicia en el mundo.