Arctic Monkeys: La madurez era esto
Arctic Monkeys. Intérpretes. Alex Turner (cantante), Nick O'Malley (bajo), Jamie Cook (guitarra), Matt Helders (batería). Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, 15-XI-2013.
No hace tanto, Arctic Monkeys era sinónimo de efervescencia y rock desinhibido. Ahora también, pero en menores dosis, porque estos cuatro chicos de Sheffield han crecido más allá de lo que dicen sus documentos de identidad: ninguno de ellos ha superado los 30 años y sin embargo, después de cinco discos, y especialmente tras el todavía fresco «AM», su estatus es el de una banda que se ha instalado en la madurez. Y ojo: ha sido para bien, porque sus directos se consumían antes en su propio frenesí, mientras que ahora, como demostraron en la noche del viernes en el Palacio de los Deportes de Madrid, su música ofrece argumentos para perder el control, pero también para activar el «modo romántico» en unos notables medios tiempos, exhibir contundencia eléctrica e incluso dejar la sensación de que por momentos van con el piloto automático, aunque no de cualquier manera: el inicio con «Do I wanna know?», «Brainstorm» o «Dancing shoes» fue como asistir a la enésima exhibición de Sebastian Vettel en su inalcanzable Red Bull; tirar, tirar y tirar para, a partir de ahí, conservar sin mayores sobresaltos lo que ya tenían ganado. Nada que ver con el que hasta la fecha era su última comparecencia en la capital, hace menos de dos años, que se resolvió de forma más bien tibia.
Frases de compromiso
Lo que no ha cambiado es la interacción con el público de Alex Turner (voz y guitarra) –reconvertido en émulo de Elvis Presley, muy lejos de aquel desgarbado jovenzuelo que conocimos con «Whatever people say I am, that's what I'm not» (2006), que continúa bajo mínimos, despachando este capítulo con unas insustanciales frases de compromiso. Dirá que ni él, ni tampoco Jamie Cook (guitarra), Matt Helders (batería) y Nick O'Malley (bajo) están sobre el escenario para perder el tiempo y que mejor seguir a lo suyo, haciendo paradas por los diferentes hitos de su discografía, con especial atención a «AM», un álbum que, meses después de su publicación, gana enteros con cada escucha, aportando matices a una banda que en el pasado más reciente –el flojo «Suck it and see» (2011)– parecía atrapada en su propio cliché. El presente de los monos árticos ofrece nuevas vías, como demostraron al principio con la intensidad de «Fireside» y, más tarde, en «I want it all», «Arabella» o «Why'd you only call me when you're high?», una canción de amor muy a su manera, recibida por el público con un mar de móviles iluminados. Cayeron también, dentro de los rácanos 80 minutos que duró el concierto, algunos de los pildorazos de antaño: «Teddy Picker», «Fluorescent adolescent» o «Crying lighting», pero sobre todo esa auténtica patada que es «I bet you look good on the dance floor». Hay pocos temas en los últimos años que puedan presumir de semejante capacidad para la agitación masiva, aunque lo mejor es que, para los Arctic Monkeys de 2013, ese es un camino, pero no el único.