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Ben y Charlie, dos hombres y un blues sin destino

larazon

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Harper y Musselwhite publican «No Mercy in This Land», su segunda colaboración, con la que defienden la vigencia de su estilo: «No hay destino para nadie y menos para el blues»
- en Harper viste una chaqueta de chándal y un sombrero de ala ancha. Charlie lleva puesto un bigote «old school» y una camisa negra. Les separan 26 años, pero ambos siguen la corriente del mismo río, la que les ha llevado a grabar «No Mercy in This Land», su sengundo disco juntos, que presentan en Barcelona hoy y mañana y en Madrid el próximo 3 de mayo. ¿De qué tierra sin piedad habla el disco? ¿Es un territlorio real o imaginario? ¿Es el planeta Tierra entero? Charlie Musselwhite, de 84 años y nacido en Memphis, Tennesee, dice algo ininteligible para el oído de inglés estándar. Pero, por suerte, Ben añade: «Estoy completamente de acuerdo con Charlie. Estaríamos haciendo mal nuestro trabajo si las canciones no apelasen por igual a alguien en Madrid y en Siria. Estaría fracasando como músico y letrista porque si un libro solo puede ser leído en un idioma, seguramente tengas que empezar a pensar en cambiar la historia», comenta Harper. «El oyente puede llevarse la historia adonde mejor le parezca y por eso hablamos de canción popular», dice Musselwhite con mejor vocalización.
Un asesinato
El disco no habla de un territorio concreto, pero la canción que da título al álbum sí que lo hace de un tiempo específico. El de la pérdida de la madre de Charlie, que fue asesinada en 2005 por un ladrón cuando tenía 93 años. «Cuando la gente se aproxima a ti, puedes conducir esa conversacion vital que mantienes con esas personas a traves de la confianza. Fue un momento delicado y no sabía cómo iba a reaccionar, pero resultó ser algo muy bello al final. Yo confío en la gente. Las personas son mis influencias más importantes en la vida junto con los libros. Y también son la procedencia más fuerte de información para mis canciones», comenta Harper de un tema que escribió y que sitúa al narrador al pie de la lápida de su madre. Estos dos hombres de distintas generaciones sin duda hablan el mismo lenguaje, pero ¿cuánto se conocen? «Nuestra relación se remonta al 93, en un club de California donde actuaba John Lee Hooker y allí estaba yo para tocar con él la harmónica, y Ben era el telonero. Así fue nuestra primera reunión y la siguiente vez que interactuamos fue en el estudio, cuando John Lee volvió a grabar y nos dijo que teníamos que trabajar juntos. Y ese fue el comienzo». Ben Harper: «¿Sabes? Nosostros nos conocemos a nosotros mismos muy bien y al otro de manera más superficial. Y lo dejamos estar así. Porque hay veces que la gente quiere conocerte demasiado y saber demasiado de tí, y eso no es bueno. ¡Y yo no quiero ser ese tipo que se pasa de la raya con Charlie! (Rie)». «Sí, tío, mejor que exista espacio entre los dos. ¡Y arriba las manos donde pueda verlas! (risas)». Grabaron juntos en 2013 «Get Up!», su primera colaboración, y tras esa gira, cada uno fue por su camino. «Hablando en serio, creo que es importante dejarnos el espacio para tener cosas que contarnos», dice Harper. Ambos son «connoisseurs» del blues –Musselwhite es, en realidad su historia viva– pero en «No Mercy in This Land» no suenan a pieza de museo. «Eso es porque nosotros nunca hemos sido artistas de museo –se revuelve Musselwhite contra los elogios–. Nuestras influencias van mucho más allá del blues. Yo estoy interesado en toda la musica y me crié en tiendas de discos de todo el mundo y estamos muy abiertos a todo el gran espectro. Hacemos blues, pero no como una recreación de 1953, sino como una creación moderna, de hoy mismo, tan vivo como estaba en el pasado».
Eliminar el fatalismo
Para Harper, en su papel de letrista, la otra clave es «no estar apegado a esas poéticas del misticismo y el destino y la fatalidad». En el caso del californiano, la vida le ha regalado éxitos como para no andar por ahí lamentándose en vano: «Voy a cumplir 50 años y después de haber pasado por todo, de vivir todas las experiencias del camino que llevo andado, las coincidencias saltan por la ventana. Ha sido un largo camino en el que no hay accidentes para llegar a este punto. Y tampoco hay un destino. No existe un destino para nadie, ni mucho menos en el blues». Sin embargo, esa profunda conexión del blues que llevan ambos en el ADN es lo que hizo andar al disco. O más bien levitar. «Ben trae esas letras buenísimas y nos metemos en un estudio a grabar sin más y parece que se manifiesta esa especie de magia que puedes ver y sentir lo que Ben quiere expresar. Las letras te inspiran y los chicos de la banda exhalan música por todas partes, hay un aliento que te lleva en volandas», dice Musselwhite, que por su edad ya debería haberlo visto todo. Por cierto, ¿cómo fue crecer en Memphis hace medio siglo? «En mi tiempo no había centros comerciales, ibas al centro de la ciudad a dar una vuelta. Y yo lo que recuerdo era pararme en una esquina y escuchar a los músicos tocar por propinas ¿Quiénes serían? ¿Adónde irían? ¿Qué les había pasado? Puede que viera a alguno de llos más grandes, pero yo era un niño y no sabía. Pero escucharles...».