Boss Hog, a su debido tiempo
El grupo liderado por Cristina Martínez y Jon Spencer, su pareja, presenta en España su primer disco en 17 años.
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El grupo liderado por Cristina Martínez y Jon Spencer, su pareja, presenta en España su primer disco en 17 años.
ristina Martínez lo tiene muy claro. «No nos gusta Spotify porque pagan poco a los artistas y porque no me parece bien el modelo de escucha de las canciones. Primero porque mucha gente lo usa y no le hace caso a la música o bien se escuchan las canciones sueltas. Yo dedico mucho tiempo a decidir el orden de los temas, cuál va detrás del siguiente. Y no me parece bien que el algoritmo de ese servicio decida los gustos de la gente cuando lo pones en aleatorio. Ellos marcan qué es popular y qué no», señala la cantante del mítico grupo Boss Hog, nacida en España y casada con Jon Spencer, y una de las figuras clave de la música en Nueva York durante los 90. Martínez lleva tantos años en la ciudad que tiene el castellano un poco oxidado: «Si meto la pata, lo arreglas, ¿verdad?». Cofundó con Spencer hace ya casi tres décadas Boss Hog (y también Pussy Galore), grupo que definió el sonido de una época, que llegó a fichar por una «major» y que ha tenido una existencia discontinua hasta que en 2017 publicaron «Brood X», su primer álbum en 17 años. Y por exigencia de Martínez lo presentan de gira durante una semana en España: Sevilla (12 de junio), Granada (13), Madrid (14 en Ciclo SON Estrella Galicia), Valencia (15) y Zaragoza (17). «Me encanta España. Y no tenemos ninguna necesidad de ir a sitios que no nos gusten», bromea.
En 1989 publicaron un EP, «Drinkin’, Lechin’ & Lyin’», producido por Steve Albini, el muñidor del sonido de la época (Nirvana). El éxito de las canciones fue tremendo y más tarde incluso fueron fichados por Geffen Records. No alcanzaron todo lo alto que se esperaba pero nunca rompieron niguna de sus normas. «Pues yo creo que llegamos bastante arriba. Actuamos ante decenas de miles de personas. Y nunca pensé que lo lograríamos porque tampoco soy tonta: el tipo de música que hacíamos no le iba a gustar a todo el mundo. No es pop, no es de escucha y digestión fácil. Hay que ser fan de la música y entender ciertas cosas. Pienso que si hubiéramos sido el tipo de grupo que saca un disco cada año o cada dos y que está en la carretera durante seis meses, pordríamos haber crecido, pero nunca fue lo que me interesaba de la música», comenta la cantante, que mantiene desde que aterrizó en Nueva York su ocupación de periodista. «Trabajo en una revista gastronómica, ''Bon Appetit'', porque me da seguridad. Vivir aquí es muy caro y no hay seguridad social...».
Su objetivo nunca fue sacar un disco al año. «Hacemos las cosas cuando las sentimos y nos apetece. Las giras son divertidas porque estamos juntos y hacemos el tonto todo el día, pero en su momento, en tiempos de “Whiteout”, cuando pasábamos así varios meses, yo empecé a ponerme los auriculares y a evitar hablar con nadie. Incluido mi marido. Yo les quiero mucho, pero no puedo convivir con tanta gente en tan poco espacio. Y por eso dejó de tener sentido mantener esa dinámica». ¿Por qué no llegaron a triunfar como se merecían? «Siempre sucede lo mismo. Hay grupos que generan una escena y un sonido y resulta un poco difícil de abrirte camino con esa sensibilidad. Aunque si la haces un poquito más pop, o un poco más accesible, los siguientes que llegan, triunfan. Pero para mí el éxito es comprometerte con lo que haces, no con la popularidad».