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Caetano Veloso: «Sólo soy un viejo bahiano»

Caetano Veloso / Músico. El genial artista brasileño, padre del «tropicalismo» y renovador de la canción popular brasileña, presenta en Madrid y en el Primavera Sound de Barcelona su último trabajo, el excelente «Abraçaço»
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Lleva cinco décadas de actividad dedicado a renovar la tradición popular de la canción brasileña, lo que, en suma, supone explorar sus conexiones con eso tan amplio que se llama rock. Caetano Veloso (Santo Amaro da Purificação, 1942) cumplirá setenta años en plena forma, como demuestra su último disco, «Abraçaço», en el que sigue explorando sonoridades vanguardistas y guitarreras, un paso más para un artista que admite que vive en permanente mudanza. Si se le pregunta por sus objetivos publicando un disco de estudio, y lleva medio centenar, contesta: «Yo no sabía». Presenta este trabajo este jueves en el Circo Price de Madrid, y el sábado en el Primavera Sound de Barcelona.
-En sus últimos trabajos está más cerca del rock que de la música brasilleña. ¿Se siente rockero?
-El rock me interesa y con sus elementos trabajo desde los años 60. Pero nunca me sentí o prentendí ser un rockero. Hay momentos más rock en mi carrera que estos tres últimos álbumes. Anoche ví un video en internet en que yo cantaba «É proibido proibir» a comienzos de los 80, y allí, con el pelo negro y sin camisa, me ví más cerca del rock que ahora.
-Hay pasajes muy vanguardistas en este último trabajo. ¿Se deja usted llevar por sus compañeros o es usted el que busca y propone ir más allá?
-Las decisiones más vanguardistas de «Cê» fueron tomadas antes de la formación de la banda. En «Abraçaço» todo lo vanguardista vino sin planes, sin intenciones preestablecidas: los chicos de la banda (que son de temperamento y cultura vanguardista) ya traen las soluciones en los ensayos sin que yo tenga que hablar mucho. Mejor dicho: casi nada.
-Después de tantos años, y de centenares de canciones escritas, ¿cuál es su motivación para seguir?
- El placer de cantar.
-La canción «A bossa nova é foda» es, sin duda, muy llamativa si dice lo que creo entender utilizando el traductor automático de Google. ¿qué quería contar en ella?
-No tengo la más mínima idea de lo que pueda dar Google como traducción, pero la letra habla de los retratos de los inventores de la bossa nova hechos como si fuera un galimatías. Y la gente ha adoptado el grito de guerra «a bossa nova é foda!» y en Brasil lo repiten conmigo. Cuando decimos que algo es «foda», en general, significa que reconocemos la fuerza casi excesiva de su belleza, inteligencia y capacidad (para el bien y para el mal). En el caso de la bossa nova, es como decir: "¡Es un polvazo!".
-Google decía otra cosa similar, pero con otro sentido, pero, en todo caso, la bossa nova es casi un estilo musical «nacional» que representa a Brasil. ¿Se ha convertido en algo sagrado o mitificado?
-No. Allí tenemos conciencia de que con la estilización del género ganó el reconocimiento internacional. Es bueno recordar que fue gente como Miles Davis, Gerry Mulligan y Stan Getz quienes primero se interesaron por ella. Aunque, por otro lado, tenemos las sorpresas de João Gilberto y el número impresionante de obras maestras que Tom Jobim escribió a lo largo de los años.
-Hablando de grandes ideales, en «Un comunista» parece que usted canta a la pérdida de utopías, ¿es así?
-En parte. Canto la personalidad de un comunista, bahiano y mulato como yo, que desobedeció las órdenes del partido y empezó la lucha armada contra la dictadura militar. Nunca fui comunista y siempre me parecieron monstruosas las consecuencias de las revoluciones del siglo XX. Pero creo que la desigualdad entre los hombres tiende siempre a crecer y justifica incluso para algunos acciones violentas. Y, al final, en un mundo donde toda la gente parecía creer para siempre en los presupuestos de Thatcher y Reagan, me pareció un gesto libre poder cantar con voz tierna la expresión «los comunistas» y decir que ellos «guardaban un sueño». Si la violencia en sí misma no me atrae, el sueño de justicia puede ser una locura de pura belleza.
-Vivimos tiempos muy difíciles. ¿Qué sueños se puede permitir colectivamente la humanidad?
-Sin duda lo son. Ahora mismo no tengo sueños que crea poder compartir con la colectividad humana. Sin embargo, espero que la gran inestabilidad que vivimos sea el comienzo de un cambio profundo. Quizá tarde demasiado, quizá sea interrumpido de manera catastrófica. No sabemos. Pero cuando digo cosas locas como aquellas sobre la originalidad de Brasil es que, desde mi punto de vista, quiero pensar en cambios de naturaleza más profunda que la de las revoluciones. Quizá muchas cosas pequeñas y difíciles de hacer, capacidad de esperar, de saber cuándo actuar.
-Sus últimos trabajos son muy interesantes, y, sin embargo, muchos esperarán de usted por ejemplo en su concierto de Madrid el «Cucurrucú Paloma». ¿Le ha llegado a pesar su trabajo anterior?
-No mucho. He hecho «Abraçaço» en muchos sitios y la gente acaba por interesarse por lo que está viendo y oyendo, aunque no sea lo que esperaba. No estoy decidido a no cantar «Cucurrucucú Paloma» en España. Mas es muy probable que no la cante.
-Actúa en el Primavera Sound que es uno de los festivales más «cool» de Europa. ¿Qué siente?
-Siento que quizá no lo merezca. Soy simplemente un viejo bahiano
-¿Cómo es la recepción de su trabajo en el mundo anglosajón? ¿Le tratan, como «latino», con condescendencia?
- En EE UU la prensa y un buen número de importantes artistas de la música muestran interés y respeto por mi trabajo, lo que sorprende. Siempre encontré natural que respetasen a Jobim, Milton Nascimento, João Gilberto, pero a mí... En Inglaterra, donde viví dos años y medio exiliado, en general canto para inmigrantes brasileños. Es diferente.
-Conoce bien España, ¿qué opina de la mala situación que atraviesa?
-Todo lo que pasa con la economía europea es triste y difícil. El crecimiento entre los años 40 y 80 del siglo XX no podía seguir igual. Las conquistas de la socialdemocracia están amenazadas por la cuestión monetaria. Son muchos cambios de gran magnitud. Pero España y Europa no son sólo economía. La fuerza histórica de esas tierras tendrá mucho que decir todavía.

El detalle

Brasil y la esquizofrenia futbolística
Hay un tema ineludible con cualquier brasileño, disculpen los tópicos, pero es obligatorio hablar de fútbol y de las protestas que en su país se han levantado contra la organización del Mundial, que arranca en tres semanas. «Cuando Lula trabajó para que el Mundial se celebrase en Brasil, la gente parecía feliz. El año pasado, empezaron las protestas por el precio del transporte público. Eran pocos, pero la policía de São Paulo fue muy violenta y la población del país salió en centenas de millares a las calles. Aparecieron también comparaciones entre los gastos para el evento de la FIFA (con algunos estadios que no servirán para nada después) y la situación de la educación y de la salud pública. Ahora siguen algunas protestas pequeñas, aunque insistentes, que le han metido miedo a la presidenta Dilma. Por mi parte, estoy con los que protestan: los negocios entre el Gobierno y las constructoras no son claros, por decirlo suavemente. Pero el brasileño ama el fútbol y todos queremos que Brasil venga a ganar. Así que es un tanto esquizofrénico».

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