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De «Pepita» a doña Josefa

Bieito se luce en el Canal con una recuperación de Albéniz
larazon

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«Pepita Jiménez»
De Albéniz. N.Beller Carbone, G.Peña, M.Rodríguez Cusi, F.Gallar, J.A.López, A.Sánchez, D.Blázquez, A.Martín. Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Coro de niños Pequeños Cantores. Dirección de escena: C.Bieito. Dirección musical: J.R.Encinar. Teatros del Canal. Madrid, 21-V-2013.
Si la memoria no falla, vimos «Pepita Jiménez» por última vez en el Teatro de la Zarzuela en 1996, prácticamente cien años después de su estreno. Fue su protagonista María José Montiel y Josep Pons dirigió la Orquesta Sinfónica de Madrid en una versión elaborada por Josep Soler con escenografía de Luis Homar. Llega ahora a los Teatros del Canal, tras haberlo hecho en el Teatro Argentino de la Plata de Buenos Aires, en la segunda versión de Albéniz y lo primero que puede decirse es que la orquestación reúne mayor interés que las conocidas de Sorozábal o el citado Soler. Resulta increíble que las óperas de Albéniz estén aún prácticamente inéditas en nuestro país y más aún en la Cataluña que le vio nacer. No es cuestión de volver a abrir aquí el debate sobre las capacidades del compositor como orquestador, porque lo único cierto es que la música posee una fuerza innegable. Sólo pasan a la historia los compositores que logran impregnar su obra de una personalidad que las hace siempre reconocibles y éste es sin duda el caso del de Camprodón. Música, escrita con texto inglés del banquero Money-Curtis, con su poso wagneriano pero de raíces eminentemente hispanas, esparciendo nuestro focklore por aquí y allá de forma casi subliminal.
Si la partitura es potente, también lo es la puesta en escena de Calixto Bieito, quizá nuestro regista más internacional, con más de media docena de títulos en cartel por Europa en este momento, a los que podría haberse sumado la reposición de su «Wozzeck» en el Teatro Real si no fuese por la preferencia de Mortier a dejarlo en el armario y alquilar una producción a la Ópera de París. Y es de armarios de lo que nos habla Bieito, de esos en los que se encierran a los niños para jugar al escondite y los mayores enclaustramos nuestras represiones. Estamos ante un Bieito contenido sin dejar de ser él, que acierta al abrir la visión de la novela de Juan Varela en una especie de poema entre erotismo y religión, ubicado en la posguerra española pero sin ninguna alusión clara a ella. En un enorme mecano, que construye un mosaico de 28 celdas, se desarrolla la historia de amor, represión y, quizá sorprendentemente, no muerte, puesto que cambia el final.

Señor espectáculo

Está bien la orquesta, bajo la dirección de José Ramón Encinar, y también el reparto al completo, con el valiente Luis de Vargas de Gustavo Peña, una Marina Rodriguez-Cusí que siempre supone solvencia y Nicola Beller Carbone, nacida en Alemania y criada en España, a quien conocimos años atrás como «Salomé» y «Tosca» gracias a las temporadas que organizó Giancarlo del Monaco en Tenerife. Ella es Pepita, en una intervención excepcional. Todo un señor espectáculo.

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