El emblema de Sidney
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Todos admiramos la arquitectura exterior de la Ópera de Sidney, pero pocos conocen su interior, su funcionamiento y su gran problema, porque no hay teatro sin punto débil. El edificio, declarado Patrimonio de la Humanidad, fue diseñado por el arquitecto danés Jorn Utzon tras ganar un concurso e inaugurado en 1973 por la reina Isabel II. El diseño lo protagonizan las conchas del techo de hormigón, apoyadas sobre 580 pilares. Están recubiertas con un millón de azulejos y no les ha sucedido lo que a Calatrava en el Palau de les Arts. En su extensión es posible alinear hasta ocho Boeing 747. Sin embargo, hoy empequeñece cuando pasan por su lado los enormes transatlánticos turísticos que atracan junto al puente de Sidney. Utzon abandonó el proyecto en 1966, cuando no le quisieron abonar sus honorarios a causa del sobrecoste de la construcción, de un 1.400 por ciento. En 1999 se le retomó como consultor y en 2007 propuso una remodelación aún en desarrollo. Más de 8 millones de personas visitan cada año el edificio, que alberga 2.000 espectáculos al año con más de 1,5 millones de espectadores. Apenas cierra una semana. No todo es ópera, ya que en su interior conviven cinco teatros, cinco salas de ensayo, dos principales, cuatro restaurantes, seis bares y numerosas tiendas. El Concert Hall, con 2.679 asientos, contiene el magnífico órgano de la Ópera de Sidney, el órgano mecánico más grande del mundo, con 10.154 tubos. El Teatro de Ópera, con 1.547 asientos, es sede de la Ópera de Australia y también es utilizado por la Compañía Australiana de Ballet. Además, en primavera y para solo un mes, se construye en la bahía un enorme anfiteatro con casi 3.000 asientos en el que este año se ofreció a diario «West Side Story». Su presupuesto es de unos 115 millones de dólares austalianos, de los que la taquilla supone un 54%, un 23% proviene del gobierno y el resto de actividades y patrocinios varios. Solo de ópera se ofrecieron 637 representaciones en 2018 con una ocupación de 543.498. La «Flauta mágica» fue el título más representado, con 205 funciones. Todo ello se detalla en el Financial Report y en el Annual Report, documentos de los que podrían tomar nota nuestras instituciones. Pero la ópera tiene un problema enorme: cada vez hay menos público interesado, ya que la inmigración oriental, con mucha más descendencia que los oriundos, tiene una cultura distante de la lírica occidental. De ahí el «West Side Story» en la bahía, con una gran ocupación o las «Evita» y «Madama Butterfly», los títulos más programados tras Mozart. En todas partes cuecen habas...