En el Centenario de Mario del Monaco
El próximo 27 de julio se cumplirán los cien años del nacimiento de Mario del Monaco, el más importante tenor dramático italiano del siglo XX. Italia no le olvidará y las conmemoraciones empiezan este día 13, en la Scala, donde Sabino Leonci, Giancarlo Landini y Giancarlo del Monaco glosarán su figura. Justo en el día que hubiese cumplido cien años, el 27 de julio, La Fenice le dedicará largas sesiones con proyección de documentos y óperas, incluyendo el «Otello» de la RAI. Lógico agradecimiento a quien tuvo la idea de filmar aquel Verdi en el Palacio Ducal, a quien cantó mucho en la Fenice durante y después de la guerra e incluso «Pagliacci» en la Plaza de San Marcos. También habrá conciertos de homenaje en Palermo, Florencia, Padua, Treviso y naturalmente Pésaro, en cuyo conservatorio se graduó y donde conoció a Renata Tebaldi. Incluso la croata Split se añadirá a esta lista.
Del Monaco nació en Florencia y falleció en Mestre con tan sólo 67 años a causa de un problema de riñón. Ha pasado a la historia por su voz inconfundible, varonil, potente, con squillo y metal, broncínea y por su arrolladora personalidad en escena. Cantó todos los papeles dramáticos del repertorio italiano e incluso algunos del alemán, no en vano se equiparó su voz a la de Lauritz Melchior. Sin embargo tampoco hay que olvidar sus inicios con las más líricas “«Butterfly» o «Boheme». Sus grandes creaciones incluyen «Andrea Chenier», «Carmen», «Pagliacci», «Aida», «Trovatore», «Sanson y Dalila», «Forza del destino», «Francesca de Rimini», etc. y, naturalmente, ese «Otello» que llegó a cantar más de 400 veces. Una curiosidad: de la grabación de esta obra con Karajan datan los primeros trucos en los falseamientos en estudios, ya que los cantantes tenían los micrófonos más o menos cerca en función de la potencia de sus voces. El principal defecto que se le achacó fue su dificultad para apianar, para las medias voces, algo complicado con un caudal tan grande. Magda Olivero, que cantó mucho con él, aunque no tanto como Tebaldi o Callas, contó sus problemas para la frase «Inghirlandata di violette» en la citada «Francesca».
Hijo ya de una familia rica, vivió a lo grande, con Rolls Royce y chófer a la puerta y numerosas casas. Fue admirado y también querido, incluso por sus compañeros de profesión. Baste recordar que Franco Corelli acudió a llevar a hombros su féretro y que Renata Tebaldi, al ingresar en su capilla ardiente, se desmayó pronunciando las mismas palabras de aquella entrada de Tosca que tanto cantó junto a él: «¡Mario, Mario!».
Sincero y de palabra rápida, no tuvo pelos en la lengua cuando una vez le preguntaron por un Plácido Domingo que, en Verona, se postulaba como su sucesor: «¿Sucesor? Si él es un tenor para los domingos yo lo fui para todos los días de la semana».