Francesco Meli, momento de oro
Festival de Granada. Obras de Rossini, Liszt, Tosti y Verdi. Francesco Meli, tenor y Matteo Pais, piano. Instituto Italiano de Cultura. Madrid. 8 - V- 2013.
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Pocas cosas más gratas para los aficionados a la lírica que escuchar a un tenor en su momento de oro, y más aún si esa audición se realiza casi en familia. El Instituto Italiano de Cultura nos brindó, con el patrocinio de Generali, esa oportunidad al presentar en España a Francesco Meli (Génova, 1980). Lástima que el recital coincidiese con María João Pires tocando en el Auditorio Nacional, concierto que comenta en esta página José Luis Pérez de Arteaga.
Meli empezó profesionalmente con veinte años en papeles de lírico-ligero, siendo clara su vocación de tender a un repertorio más dramático. Hoy día, a los treinta, ya canta «Boccanegra», «Rigoletto», «Lombardi», «Ballo» e incluso «Trovatore». La voz es buena, sin llegar a lo extraordinario, con agudo fácil y sonoro, como lo es en toda su extensión. Sabe cantar, es musical, matiza, distingue pianos de fortes y emplea la «messa di voce». El programa era comprometido, con un par de Rossinis y los melodramáticos «Sonetos del Petrarca» de Liszt, todas ellas piezas con oportunidad para subir a las alturas de la tesitura. Tres de las canciones más populares de Tosti sirvieron de entreacto para pasar a la ópera. Las dijo muy bien, pero uno no puede dejar de recordar las mismas cuando las abordó Pavarotti en el Real hace muchos años. Aquella voz de oro, esplendorosa, con el brillo del sol, no tiene paragón.
Una audición difícil de repetir
Las arias de «Luisa Miller», «Lombardi» y «Forza del destino» acabaron de encender el ambiente. Aquí la referencia era José Carreras, con sus virtudes y defectos. Cuidado, porque Kaufmann, con voz y timbre mucho más adecuado, aún no ha incorporado el último título. Un placer de audición que será difícil que podamos repetir en Madrid, dado lo solicitado que empieza a estar Meli y lo mucho más que lo estará. Un par de días antes, en el Teatro de la Zarzuela, el barítono Florian Bösch ofreció ese maravilloso ciclo que es «La bella molinera». Voz sin calidades especiales, mucho uso de falsetes, buen decir, temperamento, capacidad para las exigencias dramáticas de «El cazador» y para las elegiacas de «El curioso», pero incapaz de acabar de redondear y llegar a entusiasmar. Se quedó en el «bien, sí, pero...».