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Funambulista: «El cantautor ya no da asco»

Diego Cantero publica su primer álbum con una multinacional tras quince años en solitario.
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Diego Cantero publica su primer álbum con una multinacional tras quince años en solitario.
Conoce todos los bares donde ponen un micrófono para impudorosos cuentahistorias. Diego Cantero, Funambulista, lleva años «gariteando» por toda España y acaba de fichar por la discográfica Sony, con la que publica «Dual», un disco de temas de su repertorio cantados junto a Dani Martín, Bebe, Andrés Suárez, Maldita Nerea, Efecto Pasillo, David Otero y Marwan, entre otros. Lo presentará en Alicante (3 de marzo), Sevilla (16), Granada (17), Madrid (30, 31 y 1 de abril) y Barcelona (7). Ya lo habían notado: los cantautores vuelven.
–Este es su aterrizaje en la compañía.
–Sí, después de 15 años de independencia, sabiendo valorar las cosas buenas que tiene esto. He pasado de haberlo hecho todo yo solo a tener un equipo con conocimiento y sabiduría y además con aire fresco para el proyecto.
–Algo habrá hecho bien en quince años.
–Insistir hasta la saciedad.
–No es solamente insistir. Hay muchos artistas y a la gente o le gusta o no le gusta...
–Empecé en salas muy pequeñas y somos casi una generación la que empezó así. Es disfrutar de tocar en un bar pequeño lleno de gente. Y ahora que nos pasa algo más distinto, con recintos más grandes, sabemos disfrutarlo con objetividad real.
–Ha hecho carrera desde Murcia.
–Hasta hace cinco años vivía allí. Siempre he reivindicado eso, poder hacer una carrera artística desde donde nace uno. Vine a Madrid porque te permite dormir en tu cama más noches cuando estás de gira que si vives en Murcia, porque está todo más cerca.
–¿Su familia era muy musical?
–Alguna cosilla. Lo mejor que hicieron fue apuntarme a estudiar solfeo y piano. Me educaron con con un sistema de pedagogía que se llama Zoltan Kodaly, para aprender jugando con la música. Es cierto que hay una capacidad de oído o rítmica que te la inculcan a tiempo.
–No hay nada como una academia de música para que un niño deje de querer ser músico.
–(Risas) En mi caso también ocurrió. Con 13 años ya estaba harto. Escuchaba los discos de mi hermano, la música de la radio y no encontraba el nexo de unión entre lo que escuchaba y lo que estudiaba. Yo quería canciones y ellos me enseñaban partituras. Y tuve rechazo absoluto a eso. Cuando dejé de estudiar, empecé con mi hermano y su grupo «garagero» y me fui a su local de ensayo. Cuando lo olí... fue llegar al mejor parque de atracciones. Entonces empecé a componer. Cogí el conocimiento ese que tenía y no sabía hilvanar y aprendí por mi cuenta, escribiendo poemas en clase. Y con 17 años saco mi primer disco.
–¿Autoeditado?
–Gané un concurso en Molina de Segura. Quedé primero como cantautor y segundo con mi grupo de «hardcore». Nos parecíamos a Narco o Hamlet... y fue divertido, porque actué con ellos, me quité la camiseta de mi grupo, cogí la guitarra de palo, y salí a cantar mis canciones.
–¿Cómo encuentra su voz?
–Escuchaba la canción de autor de finales de los noventa. Pedro Guerra, Javier Álvarez, Ismael Serrano. Me encantaban, y eso que no llenaban estadios, sino que hacían canciones humildes. Me impactó. Me enamoré de quienes tenían el oficio de hacer canciones.
–Fue una generación bastante denostada. La palabra cantautor daba repelús.
–Han sido muchos años así. Nosotros nacimos a su sombra. Tuvieron su éxito y dejaron el terreno gastado. Hacía falta un barbecho antes de que hubiera interés. Durante un tiempo, la industria y los medios huían si te presentabas con un nombre y apellido. Creo que ha cambiado por Pablo Alborán y artistas parecidos. De repente empieza a oler mejor, el cantautor ya no da asco. Es cíclico y ahora estamos en gran momento para esto. Mis compañeros tocan en mejores salas.
–Andrés Suárez, Marwan...
–Somos amigos de siempre y hemos tocado en todos los bares y garitos. Luis Ramiro, Vicky Gastelo, Rozalén... Hay una generación que ha subido cada peldaño con esfuerzo y solidez. Nada de ascensos meteóricos.
–¿No pensó en dejarlo?
–No. Me dediqué a disfrutar. Asumí que era mi oficio. He producido 30 discos, colocaba canciones en repertorios de otros artistas... se puede llevar una vida humilde tocando en salas para 40 personas. Y soy feliz con ello.
–¿No es ingrato que alguien cante una canción suya?
–Nunca he tenido ansias de reconocimiento, la verdad. No me molesta ir a ver a Malú a un concierto y que se ponga a cantar una canción que corean 15.000 personas y que he escrito yo. El ego lo tengo cubierto.
–Así se explica que uno ceda el 50 por ciento del protagonismo.
–Hay algo en común en las personas que escriben canciones: el amor por la música. Cada uno con su universo. Pero la canción es lo primero.
–Le oigo hablar tan optimista, que me cuesta creerlo.
–Lo siento, pero de verdad que lo es...
–La gente normal está mosqueada.
–Yo qué sé, hago las cosas por amor. Y no tengo derecho a quejarme.