Gómez Amat, patriarca de la crítica
Estamos acostumbrados a que los homenajes lleguen cuando ya es demasiado tarde para que el homenajeado los disfrute. Afortunadamente, no será éste el caso el próximo día 10 en la Escuela Superior de Canto, pues allí estará Carlos Gómez Amat, el veterano de nuestra crítica, para recibir el reconocimiento que bien se merece. Quienes hoy escribimos hemos de sentirnos en deuda con la última gran generación de la crítica española: la de Federico Sopeña, Enrique Franco, Antonio Fernández Cid y Carlos Gómez Amat, críticos que marcaron una época, quizá la última dorada de la musicología. Antón García Abril comentó una vez respecto a aquella generación: «Sí, ellos no están y los que están es como si no estuviesen». Se refería, con razón, a que ellos desarrollaron su trabajo cuando el papel no escaseaba para la música aunque, cierto es, aún queda alguna excepción en la Prensa escrita como LA RAZÓN y ahora tenemos internet para escribir todo lo que queramos pero, eso sí, por amor al arte y nunca mejor dicho. De aquella gran generación sólo nos queda Gómez Amat. Los artistas, los compositores, tienen sus homenajes. Los organizan teatros y salas de conciertos, pero ¿quién se acuerda a estos efectos de que existen los críticos? Ya es hora de que se reconozca el trabajo, mal pagado y desagradecido, gracias al cual muchos divos triunfan y cosechan premios. Y si la profesión se merece un reconocimiento, qué mejor que sea a través de Gómez Amat, el más veterano. Hace tres años Javier Casal y yo mismo apoyamos la candidatura de Carlos para una de las medallas de la Comunidad de Madrid, ésas que se entregan anualmente por estas fechas. No tuvimos éxito, pero aquel fracaso sirvió para estimularme más en el propósito de rendirle homenaje. Afortunadamente, el día 10 podremos llevarlo a cabo gracias especialmente a María José Montiel, que cantará varias canciones, algunas de ellas de Julio Gómez, padre de Gómez Amat.
Pocos han realizado un seguimiento al acontecer musical en España como él lo ha hecho, con sus crónicas en «El Mundo» y con sus libros, entre los que destaca «La historia de la música española en el siglo XIX» o las «Notas para conciertos imaginarios». Ha sido galardonado con el Premio Ondas, en 1966 y 1969; el Nacional de Radiodifusión, en 1968; el Nacional de Juventudes Musicales, en 1969; la Medalla de Plata al Mérito a las Bellas Artes, en 1975; el Premio de la SGAE, en 1984; y la Medalla de Oro al Mérito a las Bellas Artes, en 1966 y 1997.
De él son de admirar su sabiduría, buen criterio en el juicio y ecuanimidad, características que no abundan hoy. Y, sobre todo, la gran persona que es. Razones sobradas para un homenaje que seguro recibirá con emoción –como la posible noticia de hoy– poco antes de cumplir 89 años.