Guadalupe Plata, demonios en los ojos
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Los de Úbeda vuelven con gira y nuevo disco de su blues primitivo tocado desde las tripas
A la mayor parte de los grupos, cuando publican un nuevo disco, se les pregunta cómo han evolucionado, hacia dónde se dirigen. Pero Guadalupe Plata no son como las demás bandas. Para el trío de Úbeda (Jaén), la pregunta es cómo han involucionado. «Hacemos blues del más primario. Es una música sencilla y nunca hemos tenido ganas de complicarla», señalan. Con esa premisa acaban de publicar nuevo trabajo, para el que no han buscado un título, ellos no están para moderneces. Lo importante es que esta noche actúan en Madrid antes de seguir con la gira por otras 19 ciudades más, como Logroño, Orense, León, Ponferrada, La Coruña, Granada, Palma de Mallorca...
Los Guadalupe Plata son gente de poco explicar las cosas que hacen, pero aseguran que el proceso de grabación del disco fue importante: «Estaba sacado de otra época y allí nos sentíamos en nuestro sitio», dice Paco Luis Martos, bajista. «Era un lugar austero. Con un equipo básico, donde hacías la prueba, grababas y ya está. Nos da alegría que sea sencillo y directo y que suene a lo que tocas porque el sonido está sin procesar. En otros sitios, después de la grabación está la remezcla y no sabes cómo van a quedar las canciones», añade Pedro de Dios. El estudio en cuestión es de Liam Watson, adonde fueron con su batería, guitarras y el famoso barreño (el bajo de los humildes, que es el que está hecho con un barreño de zinc boca abajo, un palo de escoba y una cuerda gruesa) para grabar en apenas cinco días los once cortes de su nuevo trabajo. Una habitación pequeña, tres viejos amplificadores, seis micros y una cabina como un submarino. «Teníamos sólo dos cintas de media hora para grabar todo el álbum, así que no podíamos andar probando», explica Martos. En realidad, uno puede comprar en el estudio las cintas que quiera y grabar tomas sin parar, probar cosas y buscar la perfección. Pero ese no es el estilo de Guadalupe Plata. «A nosotros, si una canción no nos sale a la primera, nos sale a la segunda –dice Carlos Jimena, batería–. Como mucho nos damos tres tomas para elegir el corte. No supone más presión, porque el rock y el blues se toca con energía a la primera y a la segunda, después ya no». «Llevamos los temas abiertos. Introducimos improvisaciones y dejamos los fallos, porque dan naturalidad. Las grabaciones perfectas, como hechas por un robot, me molestan», apunta De Dios. «Nos gusta que la guitarra tenga ese chirrido, una falta de afinamiento como un temblor, porque la perfección es inhumana. De hecho, incluso nuestros propios temas, tocados a la perfección, no tienen gracia. Aunque también es verdad que no sabemos tocar a la perfección», ríe Martos. Hay dos etapas en el blues: el refinamiento y virtuosismo del norte, de Chicago, y el primario del sur, del Delta del Mississippi. Ellos van más por los pantanos que por los clubes. «En este disco tocamos palos nuevos, como la forma de hacer blues de Howlin’ Wolf. También nos interesaba Charlie Parker, que es jazz pero con una vena muy fuerte de blues y el rockabilly más primario», explica el guitarrista.
En manos de Guadalupe Plata, los referentes populares pueden tener su lado maligno. El segundo corte es «En la calle 24», que las niñas cantan en el patio del colegio. Esa calle donde «ha habido un asesinato». «No conocía la cancioncilla, y, de repente, me di cuenta de que era perfecta para nosotros. Algunas letras infantiles son alucinantes porque tienen un toque oscuro que se canta a la ligera. Pero si lo piensas... es algo macabro», asegura De Dios. Y tiene un animal, el gato que la vieja mató con la punta de su zapato. Salen bastantes animales en las letras del disco. «Sí, son los de siempre porque no nos funcionan todos aunque lo hemos intentado. Son: la rata, el perro y la serpiente. Somos de pueblo y todos tenemos animales, no es forzado, sino una mitología de lo cotidiano. Fíjate en las Pinturas Negras de Goya, salen perros por todas partes. Son fieles, aunque poco valorados por el hombre, y han sufrido lo suyo», explica Martos. «A mí me robaron al perro en la última feria», dice Jimena. «Eso es que se lo dieron a los leones del circo», replica Martos. «Que no, tío, que no había leones en ese tiempo». «En los míos, cuando llegaban los feriantes, desaparecían los animales», deja caer Martos.