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Hay vida después de los Rolling

Nuevo disco en solitario de Keith Richards. Setentón, bocazas, extravagante y superviviente de mil batallas, el disco del guitarra de los Stones está compuesto por 15 temas. Seguro que se convierte en uno de los más demandados
larazon
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Nuevo disco en solitario de Keith Richards. «Crosseyed Heart» sale a la venta el día 18. Un álbum notable del guitarrista de los Stones que ha reunido a un plantel de primer orden. El artista se marca un tanto redondo
Hay un chiste gracioso que dice que «Por cada cigarro que te fumas, Dios te quita un minuto de vida y se lo da a Keith Richards». El mundo de la ciencia ha claudicado y ya casi nadie se esfuerza por explicar por qué sigue latiendo el guitarrista de los Rolling Stones. Sobrevivió a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, a sus infectas costumbres, al estilo de vida de una contaminada y contaminante banda de rock, a las infidelidades, a la amoralidad, a la irracionalidad, a la aguja, al pajar y a las mentiras, a las lágrimas y las envidias. A todo. Sigue vivo, excepcionalmente vivo, como muestra en su nuevo disco, «Crosseyed Heart», una buena coartada que le permite probar ante cualquier tribunal que con 71 años todavía se puede hacer buena música. Es su primer álbum en 23 años y no hay que divagar demasiado para conocer por qué. Él mismo ofreció una explicación de lo más convincente en una entrevista con «The New York Times»: «Me di cuenta de que no había estado en un estudio grabando desde 2004, cuando hicimos el último disco de estudio con los Stones. Y de repente pensé: ‘‘Esto es un poco extraño. Echo algo de menos en mi vida”».
Richards se refería a las sesiones de «A Bigger Bang», el último álbum de estudio de los Rolling Stones hasta la fecha, la última vez que la banda se unió en un local para completar un álbum cuya posterior gira entró en el Guinness de los Récords al obtener más de 400 millones de dólares de ganancias. Pero fue una gira complicada, en la que Ron Wood y el propio Richards dieron muestras de lacerantes achaques, propiciando bastantes cancelaciones.
Los Stones hicieron en 2012 un intento de volver a grabar, pero no hubo manera. Las ideas no fluyeron. Tampoco la química. El tan anunciado «nuevo disco» de los Rolling Stones se quedó en «Grrr!», un poco estimulante recopilatorio que incluyó apenas dos nuevas canciones, las discretas «Doom and Gloom», de Mick Jagger, y «One more shoot», de Richards. Obviamente, se mantuvieron los perennes créditos que atribuyeron la composición a Jagger/Richards, pero la realidad es tozuda a la hora de desmentir la alianza compositiva. Entonces, los Stones no se juntaron en un estudio para completar estas canciones, sino que grabaron sus partes individualmente y luego se «pegaron» todas en el estudio.
- Recuerdos de los 80
Es normal que tal experiencia acabara por defraudar a Richards, unos sucesos que recuerdan poderosamente a lo ocurrido durante los años 80 y que acabaron por propiciar en 1988 la grabación de «Talk is Cheap», su primer álbum en solitario. «Undercover», de 1983, y «Dirty Work», de 1986, fueron penosos esfuerzos por mantener viva a una banda en la que Jagger no parecía ya interesado. Para enojo de Richards, el vocalista estaba por entonces centrado únicamente en su carrera en solitario, que para colmo nunca acabaría por despegar. Ni antes ni ahora. Richards, harto de que Jagger se guardara sus mejores bocetos de canciones para sus discos en solitario y dejara las sobras para los Stones, decidió dar un golpe en la mesa para sacar «Talk is Cheap». Fue un disco que respondió a sus deseos de recuperar el rock and roll para su vida. Y lo cierto es que recibió críticas infinitamente mejores que los trabajos de Jagger, algo que sin duda debió de aguijonear el voluminoso ego del vocalista. «De todo aquello saqué un par de discos magníficos y credibilidad. Pero Mick salió a escena con la intención de convertirse en una estrella del pop, plantó la bandera en lo alto del cerro y al final tuvo que arriarla y marcharse con ella de vuelta a casa. No es mi intención regodearme, pero lo cierto es que tampoco me sorprendió. Al final no le quedó otra alternativa que volver a los Stones y redefinir su identidad... para redimirse», diría Richards, con todo rencor, en su autobiografía «Life».
En los últimos años, Jagger sólo ha estado interesado en dar conciertos masivos y lucrativos con los Rolling Stones coincidiendo con el 50º aniversario de la banda. Seguramente, menos de los que desearía. A Richards le mata tan poca actividad y es sencillo intuir que se cansó de esperar a Jagger. Él necesita sentirse como un artista vivo y por eso no sorprende la publicación de su nuevo disco, «Crosseyed Heart», su primer álbum en solitario desde el irregular «Main Offender», de 1992.
Richards aporta una generosa colección de 15 canciones. Todo suena auténtico y relajado, con inequívoco sabor a él. Sin duda sabía lo que quería cuando entró en el estudio, pues se reunió con sus escuderos de confianza, como el batería Steve Jordan, coautor de las canciones junto a Richards, y el vigoroso guitarrista Waddy Wachtel. Además, le acompañaron extraordinarios colaboradores como el vocalista Aaron Neville, el legendario teclista Spooner Oldham y el superclase que es Larry Campbell, quien toca el pedal steel guitar en la delicada «Robbed Blind». Para completar la espectacular lista de músicos, Richards compone e interpreta la canción «Illusion» junto a Norah Jones, en un dueto que realmente funciona. Mención especial merece la presencia del saxofón de Bobby Keys en un par de canciones. Fue su testamento antes de morir el pasado 2 de diciembre. El gran Keys fue uno de los miembros más apreciados entre los asalariados de los Stones –cómo olvidar su solo de «Brown Sugar»– y compañero de juergas extremas de Richards.
«Crosseyed Heart» funciona como un compendio de todas las habilidades de Keith Richards, quien sabe sacar toda la sangre que le queda a sus maltrechos dedos, aquejados hace años de una artrosis que le impide tocar la guitarra con soltura. Pero le queda todavía el gusto y, sobre todo, su excepcional sentido del tiempo, del ritmo. Así, acepta el desafío de enfrentarse a la canción que abre el disco, que da título al álbum, un blues desnudo, interpretado únicamente con su voz y su guitarra acústica. Y clava el salto mortal. Simplemente porque él «lo tiene».
El disco avanza con sumo interés porque Richards sabe transmitir entusiasmo y frescura en todo lo que hace. Además, las composiciones tienen nivel y es innegable que el autor, Wachtel y Jordan tienen química tocando. Mientras, Richards ha querido que su voz ocupe un primer plano y sin duda demuestra que sabe cómo utilizarla para lograr altas cotas expresivas.

Canción a canción

- «Crosseyed Heart»: Heredera directa del legendario blues «Key to the Highway», supone todo un ejercicio de estilo guitarrístico de Richards, él solo con la guitarra acústica.
- «Heart-stopper»: Una canción que encaja perfectamente en lo que ofrece Richards en solitario. Llena de riffs, la batería de Jordan se muestra implacable.
- «Amnesia»: Otro tema que remite al Richards más clásico y a los tiempos de «Some Girls». Una prueba de que con dos acordes se puede hacer buen rock.
- «Blues in the Morning»: Richards regresa a los años 50 para ofrecer una versión «ensuciada» del viejo rock and roll, con protagonismo del saxo de Bobby Keys.
- «Something for nothing»: Una de las piezas más prescindibles del disco, que suena a derivativa y sin suficientes puntos de interés.
- «Illusion»: Regreso a la inspiración junto al delicado piano de Norah Jones, quien presta coros para un dueto que funciona precisamente por la combinación de dos voces tan dispares.
- «Robbed Blind»: Es el lado sentimental de Richards. Destacan su voz, tan expresiva, y el sensacional pedal steel de Larry Campbell.
- «Trouble»: Una de las canciones más notables, de alguna manera recuerda a «Happy» y cosas de ese estilo. Es decir, rock and rollde cinco tenedores.
- «Love Over Due»: Es el testimonio de ese reggae que tanto le gusta a Richards. Una cosa menor, en cualquier caso.
- «Nothing on me»: El disco recupera su pulso con una canción que expone perfectamente lo bien que mezclan las guitarras de Richards y Wachtel. Otro festival de cuerdas y riffs.
- «Just a Gift»: Lenta, pero menos inspirada que otras del disco. Sólo las guitarras mantienen el interés, pero la melodía no acaba de resultar.
- «Goodnight Irene»: Versión de uno de los pioneros del folk y el blues, Leadbelly, un sentido y minimalista homenaje de Richards a uno de sus favoritos.
- «Substantial Damage»: Otro de los pocos temas prescindibles del disco, que sólo se salva por los pasajes instrumentales.
- «Lover’s Plea»: Gran cierre del álbum, con una canción melancólica marcada por los contrapuntos guitarrísticos y unos arreglos deudores de Stax.

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