Zaragoza

Hip hop: treinta años de rimas de asfalto

El documental «Dos platos y un micro» repasa tres décadas del movimiento en España y muestra a sus principales protagonistas, artistas sin medios, ajenos a los medios, pero que ganaron la calle

Hip hop: treinta años de rimas de asfalto
Hip hop: treinta años de rimas de asfaltolarazon

El documental «Dos platos y un micro» repasa tres décadas del movimiento en España y muestra a sus principales protagonistas, artistas sin medios, ajenos a los medios, pero que ganaron la calle

El rap español tiene un problema de autoestima desde sus inicios. «Éramos unos adolescentes en los 80 cuando veíamos por la televisión esas series y películas americanas. Todos los españoles estábamos acomplejados. Con esos edificios tan grandes y esos coches enormes que aparcaban sin maniobrar y ni siquiera cerraban la puerta con llave. Queríamos ser como ellos, pero los niños de Torrejón de Ardoz los teníamos aquí. Los americanos eran hip-hop, y nosotros les imitábamos y escuchábamos lo mismo que ellos a través de la radio de la base militar», dice El Chojín, uno de los pioneros de España evocando su infancia junto a la base de marines por donde tantas influencias musicales entraron a España. Ahora, con el objetivo de contar la historia que, sin saberlo, hicieron unos chavales, acaban de presentar «Dos platos y un micro», un documental que repasa tres décadas de rimas y ritmos en español, un tiempo en el que ha habido entrañables pioneros, éxitos comerciales, obras maestras de la música popular española... y bastantes frustraciones.

«El objetivo de este documental es visibilizar la cultura del hip hop, contar una historia que estaba pendiente; no trata de ser una enciclopedia», señala el director de la película, Rafa de los Arcos. Una historia que, según muchos de los protagonistas, ha sido ignorada por los medios: «Nunca se lo han tomado en serio. Los jefes y las estructuras de las empresas de comunicación siguen vendiendo la misma música de siempre, pero el rap se abre camino a base de testarudez», asegura MC Randy, el autor del primer éxito del género en nuestro país, aquel «Hey, pijo», que, escuchado hoy, produce una inevitable ternura. Esa canción formaba parte además del primer disco: «Rap’In Madrid» (1989) fue un recopilatorio de varios artistas (todos de la capital) que se convirtió en un fenómeno. De hecho, el single de Randy sigue siendo hoy en día el más vendido de la historia del rap en España y podría considerarse el inicio del hip-hop en nuestro país, aunque los autores del documental prefieren situar la verdadera génesis algunos años antes, cuando ya circulaban maquetas, se bailaba break dance en las discotecas de Torrejón, en las calles de Nuevos Ministerios (Madrid) y en el programa «Tocata».

Películas como «Beat Street» o «Electric Bogaloo» llegaron a los cines españoles con una música fresca aunque incomprensible, una moda (esos chándales, esas gorras...) y una forma de moverse y de situarse ante el mundo que caló entre los chicos de la calle. Entre otras cosas, suponía para muchos de ellos defender una actitud orgullosa de su barrio, representar a los miembros de tu pandilla, pertenecer a algo y hacérselo saber a todo el mundo con el grafiti, pintando la calle. Pronto hubo una representación castiza de los cuatro elementos de la cultura hip-hop: el baile, la pintura, las rimas y el lado musical, ya sea pinchando discos o con el beat-boxing (que es imitar instrumentos musicales con la boca). Aquellos primeros pasos tuvieron algo de sonrojante también, cuando personajes como Jesús Gil y Leticia Sabater salían por la televisión rapeando, y saturaron los medios con caricaturas del rap sin que el estilo estuviera maduro todavía: la campaña contra las drogas, la sintonía de la Vuelta a España y el programa de Torrebruno hacían guiños al rap. Contradictoriamente, las rimas en televisión tuvieron su auge mediático cuando los verdaderos frutos de esta cultura popular aún no se habían producido.

Las TDK en doble pletina

La moda pasó, pero quedó la música. Tras los recopilatorios como «Madrid Hip Hop» y «Hip Hop de aquí», hacía falta consolidar una escena con artistas dispuestos a creer en el rap. Sin embargo, el esterotipo del rapero simpático ya había agotado a la audiencia y en el año 92 no quedaba ni rastro de rap en televisión. «Ahora se llevaba Chimo Bayo, Paco Pil... y en la discográfica me dijeron que eso es lo que había y pasaron de mí», comenta Mc Randy trazando un arco virtuoso de nuestra cultura popular. «El hip Hop se diluyó», comenta Francisco Reyes, guionista del documental y coautor con El Chojin de «25 años de rap de rimas» (Viceversa), un libro esencial. Reyes es, además, autor de la única tesis doctoral sobre hip-hop en España. Los medios y las compañías se apartaron y comenzó la epopeya de las cintas de casette, esas TDK en doble pletina, pasando de mano en mano. Como dice el título del documental, para grabar sólo hacía falta un tocadiscos y un micrófono.

Los primeros en alcanzar un nivel técnico superior fueron Club de los Poetas Violentos, surgido como una especie de «dream team» del rap en Madrid, arrimando versos para hacer un buen disco. Suyas son algunas de las obras maestras como «Madrid Zona Bruta» y «Grandes Planes», con una producción profesional aunque sonido precario, pero seria, con actitud. «Forjaron técnicas de cómo se rima que llegan hasta hoy», señala Óscar «Acción» Sánchez de los sevillanos SFDK. 7 Notas 7 Colores aportaron un estilo más colorista, diverso y el primer éxito comercial de la todavía joven escena española con «Hecho, es simple». Después, Solo los Solo abrieron una puerta decisiva: la fusión con una tradición propia. Los de la periferia de Barcelona acercaron por primera vez el rap al flamenco, le otorgaron una variedad de registros que situaban al rap en un estilo maduro. Y luego llegó el gran mito desde Zaragoza, uno de los grandes centros de producción de rimas en España, también gracias a la existencia de una base militar americana. Allí emergió la figura de Kase.O, cuyas maquetas caseras circulaban por la península acompañadas de exageraciones de su precocidad. Sonaba como un veterano pero sólo tenía 13 años, otros decían que 11. Incluso, algunas de sus cintas discutían la hegemonía de CPV. Junto a otros dos escritores formó Violadores del Verso, autores de varios de los mejores discos de rap en español, hasta que marcaron el auténtico hito en España: «Vivir para contarlo» alcanzó el disco de oro en una semana y fue número uno de la lista de ventas en 2006.

Pero las dimensiones de la importancia de los raperos españoles se puede medir en América Latina, donde muchos de ello son auténticas superestrellas. Sin haber editado un solo disco en América Latina, en las calles de Colombia se venden sus álbumes piratas y gozan del estatus que en su momento tenía el rap estadounidense en España. «También son importantes artistas como Nach o Chojín, que editan discos que se los puedo poner a mi madre, y que hablan bien», dice Francisco Reyes.

Vacilona y barriobajera

La Excepción, La Mala, SFDK, Tote king, siguen avanzando por la renovación, traen algo de nuevo al juego, abren el estilo a otros públicos siendo ellos mismos, gitanos o payos. El resto, lo hizo la calle. Sin embargo, queda la gran queja: «Al final somos todos unos muertos de hambre. En España no se ha valorado a los artistas del rap», añade Rayden, uno de los últimos nombres en surgir de la calle. «Nosotros hacemos esto porque tenemos una misión, un sueño. El problema es que cuando estás soñando no te das cuenta de ellos, tienes que despertar y ver las cosas en perspectiva. La historia del rap tiene que ser contada para que los medios dejen de escribir hip hop con comillas. Estoy orgulloso de pertenecer a esta historia pero frustrado porque se nos siga cerrando la puerta», señala Rayden, que también hizo algo de autocrítica: «El rap español padece del síndrome de Peter Pan porque también tiene miedo a hacerse grande. Le pasa algo como al flamenco, que hay mucho puritano que decide qué es real y de esa manera nos levantamos barreras entre nosotros».

BATALLA DE GALLOS, ESCUELA DE RAP

Hoy se celebra una nueva edición de la Batalla de gallos, una competición de dos raperos que improvisan rimas, generalmente sobre el otro, para desacreditarle o para demostrar más ingenio. De estas competiciones han surgido algunos raperos como Rayden, que se alzó con el título mundial del «freestyle» hispanohablante. Alicante es la ciudad que este año acoge el final del torneo, organizado por Red Bull, en un acto que se celebrará en el Muelle Levante, de acceso libre, desde las 16:00 horas. Habrá actuaciones de Rap’sus klei, SFDK y Foreign Beggars (en la imagen).