José María Vitier: «Cuba sigue siendo un país con la presión de sobrevivir»
Ofrece hoy en Madrid un concierto, «Tarde en La Habana», y mañana viaja a Bilbao para dar lo mejor de su arte. Él, que hunde las raíces en una familia de dilatada trayectoria cultural, se siente en España muy cerca de casa.
Ofrece hoy en Madrid un concierto, «Tarde en La Habana», y mañana viaja a Bilbao para dar lo mejor de su arte. Él, que hunde las raíces en una familia de dilatada trayectoria cultural, se siente en España muy cerca de casa.
La familia de José María Vitier es un baluarte de la cultura dentro y fuera de Cuba. Él es hijo de los escritores Cintio Vitier y Fina García Marruz, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2011. Presume, y quién no lo haría, de formar un clan unido en el que el centro pivotaba sobre el progenitor. Un orgullo para este músico que celebra en España –donde es un viejo conocido– sus cuarenta años de una carrera en la que el piano es una extensión de él mismo. Es el artista que compuso la «Salve Regina» para la visita del Pontífice a la isla en octubre de 2015. El de hoy será un concierto en la Sala Berlanga de Madrid que clausurará la muestra «Cuba: Música, imagen, poesía».
–¿Cómo será esta «Tarde en La Habana»?
–Además de tratarse del nombre de uno de los temas del programa, una contradanza que hace tiempo que no tocaba, es un recorrido por mi forma de tocar el piano y de la presencia en mi ciudad. Habrá apoyos audiovisuales con proyecciones de imágenes, pero no de esas tópicas de postal. Y todo a través del piano, aunque aludiendo a mi visión tanto orquestal como vocal. Es decir, se trata de pasar con el público una tarde en La Habana.
–¿Echa de menos su ciudad?
–Bueno, no paso tanto alejado de ella. Cuando salgo de gira me digo siempre lo mismo, que nunca más voy a estar tanto tiempo sin pisarla porque le tengo bastante apego. Sí, claro que echo de menos mi lugar.
–¿Y Cuba? ¿La siente cerca?
–Cada uno vive en el país que le tocó, donde nació y también en el que eligió. Todos nos desenvolvemos en nuestro entorno pequeño, en esa patria chica que es el barrio donde se concentra la vida de uno,y en el imaginario de un país. Y disfruto tanto de ese entorno mío como del otro grande, del macro, de la comunidad donde me desarrollo.
–¿Se vive una efervescencia cultural en Cuba?
–Yo diría que el desarrollo cultural es espectacular y que hay una isla que se está abriendo porque nuestra sociedad vive un impulso, aunque esté en ciernes. Pero le falta, claro, y mucho, como a todos nos falta algo. Y a nivel económico todavía estamos necesitados. Somos un país pobre con la presión de sobrevivir.
–¿Con qué faceta como artista se siente más cómodo?
–He trabajado de muchas formas y en bastantes escenarios. He disfrutado sobre todo creando. Para mí es el momento pleno: o se te ocurre algo grande o no llega la inspiración pero mucho que te empeñes.
–¿Y trabaja mejor de mañana o prefiere la noche?
–Yo era muy diurno pero ahora me voy haciendo más de la noche, del final del día, ese momento en que se da paso al siguiente pero que aún no termina de ser. Es entonces cuando se me ocurren más cosas.
–Vamos, que como han dicho tantos grandes artistas, lo mejor que le puede suceder a un creador es que las musas le visiten mientras está trabajando.
–Así es, porque pasan corriendo...
–La música que ha compuesto para el cine le ha dado gran notoriedad. ¿Cómo llegó a ese mundo?
–Aterricé desde mi espectro familiar. Mi hermano fundó un movimiento de artistas experimentales en Cuba y empecé con él. Significó una gran escuela. También trabajé con un primo hermano, hacíamos música original y para orquestas. Era un momento de enorme expansión. Me enamoré de ese mundo. Y también trabajé en teatro y televisión. Mi primer gran paso lo di con la película «Un señor muy viejo con unas alas enormes», música que fue premiada en Venecia. Después llegó «El siglo de las luces», que fue la primera partitura religiosa que compuse. Se trató de una producción prolongada y económicamente costosa.
–Y después el triunfo con «Fresa y chocolate».
–Fue un honor inesperado. «Titón» (Tomás Gutiérrez Alea) quiso tener a un compositor pianista y contó conmigo. El tema que compuse y puse a su disposición ya forma parte de mi programa.
–La música es connatural a su país.
–En Cuba, es curioso que, más allá de los altibajos en que se ha hecho mi vida, uno nota que es un contínuo que no hay quien pare. Hay generaciones de músicos formados y es una bendición contar con tantos de calidad. Que no se interprete mal pero hay una cantidad inaceptable de pianistas con respecto a la población. Y no solo en La Habana. Gozamos de una excelente cantera y de un relevo permanente. Tenemos talento de sobra, aunque el talento nunca sobre, claro está.
–¿Está en España la música viva?
–Por supuesto. España es un gran emisor de música y cultura. Cuento con un grupo maravilloso de amigos y me encanta pasar por aquí en mis giras.
–¿Se siente usted libre?
–La libertad está dentro de cada uno y los músicos lo percibimos así. Yo me siento libre en cualquier parte del planeta.