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La flauta de un agujero solo

Temporada del Palau de les Arts. «La Flauta Mágica» de Mozart. G. Doronzio, I. Sim, D. Johansson, T. Tatzl, H. Kearns, M. Fredrich, L. Félix, N. Berg, J. Park, M. Kosenkova, R. Tomasoni. Coro de la Generalitat Valenciana y Orquesta de la C. Valenciana. Dir. de escena: S. Medcalf. Dir. musical: O. Dantone. Palau de les Arts. Valencia, 21 de abril.
larazon

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El título de esta crítica podría parecer despreciativo y sin embargo es todo lo contrario. Cuando, en plenas vacas flacas, los teatros no tienen para sus políticos y patrocinadores más que dos objetivos -reducir costes y llenar aforos- la respuesta del Palau de les Arts resulta ideal. Todas las funciones vendidas gracias a un título tan popular como «La Flauta Mágica» y con un coste baratísimo. La producción original de 2006 del Teatro Regio de Parma obedece a un minimalismo radical: un escenario completamente vacío y seis elementos –manzana, carillón, marco de retrato, cuchillo, flauta y cayado– de los fundamentales en el libreto, colocados en fila en la embocadura de la escena para que sean utilizados cuando la acción lo requiere. Seis figurantes se encargan de simular dragones, leones y hasta el fuego, mientras que la iluminación aporta el resto a fin de destacar la pugna entre el bien y el mal. La aparición de otros seis papagenitos en el popular dúo introduce ingenuidad y ternura, que acercan la acción al espectador. El número tres por doquier. Gran simplicidad por tanto que logra hacer funcionar todos los engranajes de forma sólida y deja su espacio fundamental tanto a la sugerencia como a la maravillosa partitura de Mozart. Una puesta en escena inteligentemente simple, quizá con una excesiva oscuridad si, es que hay algún defecto.
Pero no queda ahí la cosa, ya que en el reparto no hay ningún nombre estelar, ninguna figura de renombre a cantar fuera de papel como hemos visto recientemente en otros lares, sino jóvenes dando lo mejor de sí mismos. Por eso no es cuestión de destacarles uno a uno, sino de resaltar el enorme valor de una homogeneidad lejana a la fría corrección. La orquesta y el coro son baza fundamental bajo las órdenes de Ottavio Dantone, cuyo concepto ligero y transparente ayuda a las voces elegidas. En cierto modo el espectáculo recuerda los años dorados de Glyndebourne, con un buen foso y noveles casi debutando que, en muchos casos, alcanzaron luego la gloria. El público valora muy sabiamente lo aquí expuesto y, entusiasmado, premia con ocho minutos de aplausos. El contraste entre el Mozart del Teatro Real y el del Palau de les Arts es tremendo en todos los sentidos: respeto al compositor, inteligencia en la sugerencia, amenidad, coste y respuesta del público. Estas, que no otras, son las vías actuales de actuación.

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