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Montserrat Caballé: «Grabaré mi voz con los sonidos del universo»

Montserrat Caballé. Soprano. Recibe el martes el homenaje del Teatro Real. Está tan nerviosa como emocionada. Y prepara un proyecto espacial de altos vuelos: grabar los sonidos del universo. Ya está buscando compositor
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El humor no falta en la conversación. Muy al contrario, la salpica de principio a fin. Montserrat Caballé (Barcelona, 1933) habla de todo, bueno, de casi todo. De política no. Y lo respetamos porque es el único pero que pone. El día 9 Madrid, que la quiere y ella lo sabe, celebrará un homenaje dirigido por Álvaro Albiach y José Miguel Pérez Sierra y que contará con media docena de sopranos de altura: María Agresta, Ángeles Blancas, Irina Churilova, Mariella Devia, su hija Montserrat Martí y Ann Petersen que interpretarán obras de Bellini, Donizdetti, Staruss, Wagner y Verdi, entre otros. «Estoy muy emocionada. Y eso que lo único que sé es que mis colegas no habrá ninguno. Y seguro que es por el tema de la edad (risas). Lo tienen todo tan en secreto. Debe de ser para que me lleve una sorpresa, seguro», comenta cuando empezamos a hablar. Ella estará en el Teatro Real, «pero no voy a cantar», dice. Y se emocionará. «Me voy a acordar mucho de José Antonio Campos y de tanta gente con la que he trabajo allí, de un ambiente que ya no es el mismo porque hace años el tramoyista o el encargado de la luz se situaban entre bambalinas para escuchar porque entendían no sólo de su oficio, sino también de música», confiesa.
-Montserrat, el martes vuelve al Teatro Real.
-Me ilusiona. Es como regresar a un lugar desconocido. Tengo una estupenda relación con Madrid, buenísima. Además de cantar veinte funciones, he ofrecido conciertos, recitales con piano, etc. Y, por ejemplo, la «Norma» cuando todavía no se hacía con orquesta y la «Cleopatra» de Massenet.
-¿Se encuentra mejor?
-Estoy bastante más recuperada. Puede decir que para salir a dar las gracias sí estaré (risas). Es que nunca he sido una mujer refinada...
-¿Cómo le ha acogido Madrid?
-Siempre con los brazos abiertos. Estoy tan agradecida. Yo creo que ahí ha pesado Matabosch, que lo venía pidiendo desde tiempo atrás, y yo le decía: «Joan, que esto no es como en Barcelona». Y lo consiguió, pero no sé nada de nada. Bueno sí..., que Emilio Sagi dirige la gala. No puede estar en manos de mejor regista y director, de esos que nunca jamás traicionan al compositor, que es algo que yo tengo muy en cuenta. Hoy es otra cosa.
-¿Cómo es hoy? Me imagino que se refiere a que al compositor casi se le hace a un lado por parte de algunos. El regista es el rey.
-En los años míos, le hablo de los sesenta, setenta y ochenta, no existía ese protagonismo del director de escena, que no me parece mal siempre que no se desvirtúe el significado de la ópera porque si es así, todo se trastoca. El sinsentido es lo que no tiene sentido. A veces, hay que tener estómago para aguantar tanto cambio, pero es eso o no trabajar, y entiendo que en ocasiones haya que aguantar, sobre todo por parte de quienes empiezan. Hay cantantes de nombre que se han prestado a este tipo de cosas y me resulta raro porque han estudiado el quehacer de los compositores y conocen su música, pero sucumben. Vivimos una época muy distinta, de transición: hemos pasado de la opulencia a tener mucho menos y la vida transcurre de otra manera. Los registas jóvenes lo ven y quieren imprimirlo en sus trabajos. Qué error.
-¿Y a usted le pasó?
-Sí. Con una «Tosca» en Roma cuya acción se desarrollaba durante el nazismo, o una «Norma» en Bonn que transcurría en una fábrica de armamento. Y pretendían que cantase la «Casta diva» metralleta en mano y subida encima de una tanqueta.
-¿Y qué hizo?
-Dejé la metralleta y me fui.
-Si lo hubiera visto Bellini...
-Estoy segura de que si hoy algún compositor levantara la cabeza la volvería a agachar inmediatamente. Se moriría de inmediato del susto. Las manipulaciones de una ópera no son buenas.
-Dice que quienes empiezan, aceptan lo que sea. La prisa no es buena consejera.
-Desde luego que no. Se dice sí a papeles que perjudican a la voz quizá por conseguir una fama rápida. A veces no hay ni tiempo para analizar la voz de uno y saber qué es lo conveniente. La urgencia, la urgencia..., cuando lo importante es saber leer una partitura porque es la biblia para un cantante, estudiarla, conocerla. Si no conocemos más quel solfeo y el sobreagudo, muchas veces añadido y que no está en el original, vamos apañados. Digamos que los gorgoritos y la floritura visten mucho y quedan muy bonitos.
-La pirotecnica vocal se aplaude. Y los bises se demandan. Recientemente Javier Camarena en el Real ha bisado dos veces el aria «Oh, mes amis» de «La hija del regimiento».
-Yo, por ejemplo, no me atreví jamás a hacer un bis de «Vissi d’arte» porque me habría dado vergüenza. Los aplausos rompen el hilo de la ópera y descolocan. He cantado con tenores que hacen esfuerzos por no repetir.
-¿Qué añade un bis?
-A la obra, nada. A la carrera del artista, sí. Pienso en la «Lucia» y en esos «kikirikis» que sí, resultan bonitos, pero no son Donizetti. Yo grabé la original en Londres, fue como un regalo, y me di cuenta de que no me había equivocado. Siempre he intentado tener los originales, porque así sabemos por qué el compositor decidió no poner esto o aquello. No podemos cantar a gusto del consumidor.
-Imagino que el escenario siempre infunde respeto. ¿Miedo también?
-Tienes miedo cuando no estás al cien por cien y temes que se te pueda romper el sonido, pero ese pavor desaparece una vez que pisas la escena, al introducirte en la ópera. Incluso los entreactos, los parones, te molestan. En los momentos especiales de amor y muerte, que fíjese si lo hay, lo sientes, lo interiorizas, ahí está el respeto absoluto al compositor, que es el divo de la noche. Él sí, y el algo que se olvida y hace a un lado como si molestara, cuando es el verdadero artífice de la noche, quien transmite el mensaje. Y cuando la noche sale bien, tú te sientes a gusto porque has hecho bien un servicio.
-¿Es usted exigente?
-Mucho, me enseñaron a serlo mis profesores. Pasé un tiempo en Suiza y Alemania, donde no se hablaba de voces, sino de músicos. En Centroeuropa es diferente y si tienes la suerte de estudiar en esa escuela tendrás un conocimiento especial de la música. No hay comparación.
-La enseñaza en España, es esa eterna asignatura pendiente.
-Lo es. Aquí aprendemos música, solfeo y canto, pero dura pocos años y la voz ha de ser educada para un período largo. Hay voces que a los ocho o diez años de carrera se han perdido por falta de preparación y de saber cómo utilizar la capacidad pulmonar y los litros de aire que puedes aguantar en el canto. Voces espléndidas al cabo de una década son irreconocibles porque eligen mal el repertorio y me estoy acordando de una soprano con premio en Múnich, muy de actualidad, a la que he vuelto a oír pasados los años y ha perdido su timbre. Ni siquiera se parece a ella.
-¿Tiene la lírica hoy una generación brillante de cantantes?
-Hoy se tiene la voz, y muy buena; sin embargo, se carece del conocimiento. Artistas como Corelli, con una voz natural, Di Stefano, con ese don que le había dado Dios y Alfredo, que cantaba así porque poseía ese conocimiento del que le hablo en profundidad, no han vuelto a surgir, no existen hoy.
-¿Qué hace cuando no canta o no estudia?
-Soy muy aficionada a la Astronomía, siempre me ha gustado y hay cosas que comparto y otras que comprendo, pero desde el punto de vista de una aficionada, nada más. A veces pienso en la pérdida de tiempo y en el dineral que debe ser eso de salir al espacio. La evolución ha ido llegando, fíjese cómo vivían nuestros antepasados –que si nos vieran ahora en naves se morirían de la impresión– y dónde estamos nosotros...
-¿Pagaría por un vuelo espacial rumbo a un planeta?
-No, porque me parece que eso es ciencia-ficción y no tiene que ver con la técnica. Creo en la creación de Dios por encima de todo. Me inspira la verdad que Él me dio, que es la esperanza en un futuro mejor. El pensamiento va más rápido que un haz de sol. A veces me he preguntado: ¿Habrá algún planeta en alguna galaxia habitado? La velocidad del pensamiento es enorme, es soñar despierto. Y entonces llego a la conclusión de que cuanto más indagamos más curiosidad sentimos.
-¿Cómo sonará su voz en el universo?
-Le diré que la primera vez que la escuché en el espacio fue con una grabación de «Lakmé». Resultó emocionante. He podido escuchar cómo son los sonidos del universo, tan distintos a lo que nos podríamos imaginar... El espacio tiene sonido y diferentes tonalidades que resultan increíbles.
-No me diga que se atrevería a grabarlo.
-Suenan increíbles y se les aplica la melodía que pueda ir con ellos. Es un proyecto que tenemos entre manos, un proyecto espacial que necesitamos mejorar y buscar también un compositor inspirado que se guíe por esas notas espaciales. El proyecto me lo propuso mi hermano Carlos que conoció a Eric Israelia. Habló conmigo varias veces, nos acompañó en Armenia. Es impresionante lo que conoceme sentía transportada.
-¿Ha comprado ya un décimo de Lotería?
-Aún no (risas), pero lo haré.
-¿Qué le parece el anuncio de este año?
-Es maravilloso, me ha emocionado. Nada que ver con el del año pasado. Yo misma me miraba y no entendía esa cara de susto que sacaba. Qué cara, madre mía. Lo que no sabía es que parece que querían un anuncio cómico... Desde luego daba un poco de miedo. Nada que ver con el de ahora.