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Charles Aznavour: Adieu, chanson

El intérprete de canciones populares como "La Bohème", "Je m'voyais déjà"o "For me formidable", de origen armenio, acababa de regresar de una gira por Japón.
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Murió como quería, subido a un escenario hasta el último aliento. La voz de Charles Aznavour (París, 1924) se ha apagado este lunes de madrugada en el sur de Francia a los 94 años y, con ello, nos da la sensación a varias generaciones de haber perdido una figura transversal a las últimas siete décadas y, por ello, con cierto halo de inmortalidad. De origen armenio, Shahnourh Varenagh Aznavourian, su verdadero nombre, tenía incluso previsto volver a subirse a un escenario en Bruselas el próximo 26 de octubre antes de iniciar su enésima gira por Francia y después de haber suspendido varios espectáculos este verano debido a una fractura en un brazo. Sus cifras son las del último gigante de la canción francesa: más de 1.400 canciones grabadas, 1.200 de ellas compuestas por él mismo, casi 300 discos publicados en ocho lenguas distintas, más de 100 millones de álbumes vendidos y salas de conciertos llenas para escucharle pasados ya los 90 años y con su voz casi quebrada.
Escuchado pero no leído
«No soy viejo, tengo muchos años, que no es igual», solía decir. En su repertorio clásico, de marcado tono nostálgico, canciones como «La bohème», «La mamma», y «Emmenez-moi» figuran entre las más destacadas. Compuso además para artistas como Édith Piaf, Serge Gainsbourg y Johnny Hallyday, y como actor, participó en unas 80 películas, entre ellas, algunas destacadas, como «Disparen al pianista» (1960), de Truffaut. Aun así, en varias ocasiones dijo lamentar que, si bien se había valorado su carrera como cantante, su faceta de compositor había quedado algo ensombrecida. «Tengo la impresión de que jamás se me ha leído. Se me escucha», afirmó allá por 2007.
Hijo de emigrantes armenios que tuvieron que huir del genocidio, su fama y reconocimiento no le llegaron hasta pasada la treintena, pese a trabajar desde joven en el mundo de la canción. No tenía ni la voz perfecta, ni era guapo ni poseía un físico imponente. Apenas medía un metro sesenta centímetros. Pero el esfuerzo y la paciencia tuvieron su efecto y acabó convirtiéndose en uno de los artistas franceses más populares a nivel internacional. Y también tuvo el acierto de hacer oídos sordos a todos aquellos críticos que no apostaban ni un franco por él. Lo que sabía, como tampoco se cansaba de contar, lo aprendió en buena parte de su padre, el barítono Mischa Azna­vou­rian. Aznavour empezó a codearse desde muy pequeño con los múltiples artistas que visitaban el local donde actuaba su padre. En 1941 se asoció a otro actor, Pierre Roche, para escribir canciones. El cantautor fue letrista y compuso temas para varios intérpretes famosos de su época, incluida Piaf. Pero si hay un año que lo lanza al estrellato, ese fue 1960 con «Je m’voyais déjà», un tema inspirado, irónicamente, en la vida de un artista que no acaba de triunfar y que el mismísimo Yves Montand no quiso interpretar. Así fue forjando su carrera hasta convertirse en el «Frank Sinatra de Francia», su país por excelencia, aunque su trascendencia recorriese medio planeta. Se casó tres veces y tuvo seis hijos. En los 90, la CNN lo llegó a declarar «artista del entretenimiento del siglo». En Armenia, país del que fue nombrado embajador permanente ante la ONU, tiene dedicadas estatuas y hasta un museo. «No es importante ser recordado. Lo importante es saber que mi trabajo será recordado», dijo cuando desveló su estrella en el Paseo de la Fama.
De Macron a Le Pen
Entre las reacciones a su muerte, destaca la del presidente francés, Emmanuel Macron, que afirmó en su cuenta de Twitter: «Era profundamente francés, aferrado visceralmente a sus raíces armenias, reconocido en el mundo entero, Charles Aznavour acompañó las alegrías y las penas de tres generaciones. Sus obras maestras, su voz, su influencia única le sobrevivirán largo tiempo». Macron lo había invitado, hace solo dos semanas, a la recepción ofrecida en el Palacio de Versalles al príncipe heredero de Japón. Las palabras de reconocimiento se han ido sucediendo durante la tarde de este lunes desde el Partido Comunista francés hasta la ultraderechista Marine Le Pen, que ha afirmado que «todos los franceses están hoy en duelo».
Por su parte, el expresidente Nicolas Sarkozy ha saludado al «gran Charles, poeta de la canción francesa». La ministra de Cultura, Françoise Nyssen, ha recordado que Aznavour supo cantar como nadie «sobre el amor, el tiempo que pasa, las alegrías y decepciones de una vida, sus instantes felices, una dulce melancolía». «Era nuestro As inmortal, nuestro As de los poetas», escribió por su parte Brigitte Bardot en un comunicado remitido a la Agencia France Presse. «Qué tristeza estar sin ti... Gracias por todo», tuiteó el cantante Patrick Bruel.
El gobierno estudiaba las fórmulas más adecuadas para su funeral al cierre de esta edición. Un homenaje que ya en la noche de ayer ha comenzado en varias dimensiones de la sociedad gala. Un ejemplo es la televisión pública que rompió toda su programación para llenar su parrilla de especiales y entrevistas con el protagonista. Aunque hace una década evocó la posibilidad de retirarse algún día, como señalaba en su canción «Abdicaré», la fecha tardó en llegar. Aznavour consideraba que solo la muerte le bajaría de los escenarios. Nadie más podría poner punto y final a una longevidad de leyenda. Con él se apaga un gigante de rastro interminable que creímos inmortal.