Nacho Vegas: «El oficio de músico exige un compromiso»
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Publica «Canciones populistas», un disco corto de marcado tono social con el que rinde homenaje al cantautor Phil Ochs.
Como una extensión del disco que publicó el año pasado, «Resituación», Nacho Vegas vuelve a la carga con «Canciones populistas», un EP de cinco cortes dedicado a la memoria de Phil Ochs, cantante folk estadounidense, del que toma el espíritu protesta. «Es el hermano rebelde o militante del disco anterior», explica Vegas, que presenta las nuevas canciones de gira por Barcelona (21 de enero), Madrid (23), A Coruña (12 de febrero) y Santiago (13).
–¿Por qué un disco corto?
–Me gusta el formato del EP porque te da libertad, no tiene que ser como un viaje para que se perciba de una manera unitaria, que es como yo concibo un disco largo.
–Tiene un marcado tono social.
–Si algo nos ha dejado el 15-M es que ha llevado la política a la calle, a lugares donde antes no estaba. Las semanas aquellas y las que vinieron después la gente hablaba de política en la cola del supermercado o en los bares, cuando, unos meses antes, las conversaciones sobre política se reducían a cuatro tópicos cuñadistas o a círculos de militancia. Y si hablabas un poco de política, te convertías en un pesado y un panfletario. Dejó de percibirse como algo ajeno a nosotros y pasó a ser algo natural. Es normal que los músicos seamos permeables. Las canciones pertenecen a su tiempo.
–A usted se le conocía por temas de amor y sordidez y ahora mira más al exterior que al interior.
–No es tanto que cambies tú como que lo haga el mundo a tu alrededor. También sentía que quería desviar la mirada de ese yo tan confesional que había llegado a ser descarnado y cínico. Sigo pensando que las canciones de amor son importantes porque, aunque hablen de asuntos íntimos, ponen en comunión a mucha gente.
–¿Ha abandonado el pop los problemas sociales?
–Hemos asistido a cierta derechización del pop. Los grupos que me gustaban de «guaje», como los Housemartins o Billy Bragg, denunciaban las políticas de Margaret Thatcher. Pero ella ganó, y como dijo después, su mayor victoria fue Tony Blair. Entonces llegaron los Stone Roses o los Happy Mondays que hablaban de sí mismos en tono mesiánico. Y más tarde el «britpop», que miraba para otro lado, porque Thatcher arrasó con todo tipo de conciencia social. El «indie» llegó a España con esa misma actitud.
–La generación «indie» huía de la canción protesta.
–Sí, una de las victorias del neoliberalismo fue desactivar a una generación y hacerle ver que la política no era algo en que se podía participar, sino que se cocinaba en las altas esferas. El «indie» miraba con desprecio a los cantautores de la generación anterior. Este disco está dedicado a Phil Ochs porque él vivió el «sexo, drogas y rock & roll» y le despreciaron y ningunearon. Y acabó matándose.
–¿La trampa del neoliberalismo es que nos ofrece la ilusión de que podemos elegir?
–Sí, de hecho se ha apoderado de la palabra libertad para abanderarse en ella, cuando lo único que defiende es el libre mercado. Además, nos hace creer que nuestra identidad se puede construir mediante el consumo, con el iPhone, para que construyamos la identidad en torno a opciones individuales más que a conciencias colectivas.
–Le dedica una canción a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. ¿Cree en algún partido?
–Creo que los partidos políticos no son la solución, pueden ser una herramienta de cambio, pero desde luego deben apoyarse en movimientos y colectivos sociales. La PAH ha sido el gran agente transformador de los últimos años.
–«Mi novio es bobo» es casi una chirigota.
–La canción política te echa para atrás cuando es demasiado solemne que parece que te echan un sermón. Esto pasa en la militancia de izquierdas, que se plantean discursos cerriles y sin distanciamiento.
–¿Por qué ha llamado populista al disco?
–Porque me gustaría que las canciones se conviertan en un elemento de construcción de algo, de sumar fuerzas. Y el populismo creo que se puede utilizar en el sentido contrario de lo que se hace hoy, para crear sociedades más justas. Esa dimensión la puede dar, además de contenido, la forma en la que llevas a la gente las canciones. Este oficio también exige un compromiso. Me preocupa el precio de las entradas y trato que sean lo más baratas posible. Ir a ver a Sabina o AC/DC o a Nick Cave cuesta 100 euros y no sé cómo no les preocupa eso. Hay que tener una conciencia y un compromiso con lo que haces.