Nino Bravo entra en La Casa Azul
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En los recuerdos de Guille Milkyway (La Casa Azul), Nino Bravo está junto a los Beatles o los Sex Pistols. «Es mi descubrimiento activo de la música. De pequeño fui a la tienda a comprar sus discos. No los escuché de forma accidental, sino consciente», explica hoy, depués de haber puesto nuevos instrumentos a la voz del genio. Sobre el papel, es fácil temerse una producción arriesgada, rompedora a su estilo, que haga irreconocible al original, pero nada más lejos de la realidad. Tras un trabajo técnico ímprobo, Nino Bravo suena grande, enorme, pero clásico. «No podría haber hecho este disco si no fuera fan de sus canciones. Porque entonces no habría podido distinguir si estaba tirando más por el experimento que por la esencia. En ningún caso podría haber hecho algo que agrediese a los fans de Nino Bravo de siempre porque yo soy uno de ellos», dice Milkyway sobre «En libertad» (Universal), el disco que sale hoy a la venta y que cuenta con el respaldo de los herederos de Bravo.
Hay momentos de riesgo, sí, pero calculados, y la impresión global es la de una productor con enorme clase. La base, claro, es la monumental voz del cantante, cuya recuperación ha supuesto el mayor reto de la grabación. «Sólo en dos de los doce cortes del disco hemos podido tomar la voz por separado en una pista. Para darle la instrumentación profunda que buscábamos tuvimos que ir eliminando frecuencias de instrumentos que íbamos a grabar y respetar otras. Han surgido problemas, como el tempo de las canciones. Como grababa con orquesta, había que adecuar la velocidad de los músicos sin tener al director delante que nos guiase. Si un viento se equivocaba en la original, y queríamos doblar ese instrumento, teníamos que cometer la misma equivocación a propósito en el mismo instante en la nueva versión...», explica Milkyway, que describe el proceso, a pesar de lo laborioso, como «un auténtico gozo».
El problema al escuchar esos originales es la apariencia del sonido. En ese tiempo, los Beatles tenían a Phil Spector, y en España había productores como Algueró, Torregrosa y Calderón, que se encargaron de las grabaciones de Bravo. «De Spector se dice que es una figura pop y de los españoles, que son de música ligera, y no es verdad. Eran excelentes. Hicieron cosas para Los Chichos que no te puedes creer. El problema es que la grabación final la matizaban al gusto de un público que pedía sólo canción romántica. Ahí es donde yo me meto y, si aprecio que en el fondo hay intención de sonido más soul o más orquestal, trato de que suene enorme, porque son temas que tienen una épica impresionante y, en cambio, una sonoridad estrecha». Había que deshacerlas, y Milkyway es un genio.
Con Nino Bravo y otros mitos somos olvidadizos. «En España nos ocurre que no somos capaces de desligar el arte de la política. Y todo lo anterior a 1975 lo olvidamos. A Los Bravos, a Los Brincos... Pensamos que la cultura popular empieza en la Movida, y lo anterior, lo cogemos de fuera. Es cuestión de tiempo que cambie, pero la prueba de que es válido es ponerle estos discos a un inglés». ¿Lo ha hecho? «Por supuesto. ¿Sabes qué me dijeron? ''¡Es Tom Jones!''. Y no estamos hablando de cualquier cosa». Puestos a discutir, es evidente que en el repertorio faltan «Libre», «Un beso y una flor» o «Noelia». Milkyway se sincera. «Quería una selección de temas conocidos y otros, menos, a los que pudiera aportar algo. Para mí, esas canciones son... (hace una pausa) perfectas. Es difícil imaginar qué les podría aportar. Tengo que admitir que ha habido algo de miedo, porque los últimos días de estudio pensé que igual tendría que haberme atrevido, pero al principio me veía incapaz», explica. Ahora no tuerce el gesto ante la posibilidad de otro volumen. Y a lo mejor, entonces, podemos responder a quién tuvo más suerte de encontrar al otro.
«En libertad», ahí está el riesgo
En lugar de «Libre», Milkyway eligió «En libertad», y en lugar de «Noelia», se fijó en «Elisabeth». La segunda es más fiel a la original, pero en la primera se tomó el mensaje de la canción al pie de la letra y la convirtió en un tema de La Casa Azul. «Es una cara B del segundo single de Nino Bravo, es decir, una canción menor y perdida, pero un tema que da para mucho. Si hoy Nino Bravo viviera, haría algo natural, con criterio, porque era auténtico. Y así es como hay que ver este disco, no como su música "modernizada", porque eso es un peligro. Y además, no le hace falta».