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Pink Floyd ya es historia

David Gilmour, brillante guitarrista de la banda, confirma que no habrá más reuniones de sus miembros. Su anuncio pone fin a 50 años de carrera del grupo, uno de los más influyentes de la historia
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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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«He estado 48 años en Pink Floyd y ya he terminado con ello». Fin de la cita. David Gilmour anunció así a «Classic Rock Magazine» que el sueño de miles de mitómanos no existe. El guitarrista británico zanjó de esta forma el cúmulo de rumores surgidos en los últimos años sobre una eventual reunión de la banda. Gilmour impuso su alto sentido de la honestidad. Para el guitarrista, sería «una falsedad» volver a reunir a la banda. O, más certeramente, reunirse de nuevo con el bajista Roger Waters, el otro gran cerebro de Pink Floyd, con quien le une una profunda enemistad desde hace tres décadas. Aun así, Gilmour anestesia la herida al afirmar: «Esos años que hoy se consideran nuestro apogeo eran un 95 por ciento satisfactorios musicalmente y llenos de alegría, diversión y risas. Ciertamente, no quiero dejar que el otro cinco por ciento de mi visión ensucie lo que fue un largo y fantástico tiempo juntos».
Es el final de una banda que se formó hace 50 años al amparo del genio de Syd Barrett, quien abandonó el grupo dos años después para seguir la senda tenebrosa de su locura, un cerebro moldeado a golpe de ácido y visiones distorsionadas. Murió en 2006 con 60 años, derrotado por vida y cerebro. La marcha de Barrett dejó las riendas en manos de Waters y su elección del nuevo guitarrista no pudo ser más acertada. El carácter de Gilmour, tranquilo y productivo, estaba en las antípodas del de Barrett. Y luego era sensacional con la guitarra. Sus fraseos llenos de «blues» y la elegancia de su voz encajaron a la perfección en la tremenda capacidad compositiva de Waters.
Pink Floyd entró en 1973 en su época dorada y redefinió en buena parte los parámetros del rock and roll como cultura de masas. «Dark Side of the Moon» (1973) es todavía hoy una obra cumbre, al igual que «Wish You Were Here» (1975). Estaban en la cima y sus giras, tan espectaculares como multitudinarias, llenaban bolsillos y egos. En 1977 publicaron «Animals», un álbum infravalorado en su tiempo, pero que mejora y mejora con los años. Y en 1979 llegó «The Wall», el salvaje ataque de megalomanía de Waters, aunque todavía contenido por Gilmour.
Aquellos álbumes eran excelsos. Lo siguen siendo hoy. Basta con pincharlos para comprobar cómo el tiempo no ha pasado por ellos. Pink Floyd logró que un sonido tan monumental no quedara ridículo, y lo consiguió porque aquellos trabajos estaban repletos de canciones, en el más amplio sentido del término. Además, la banda funcionaba como tal y cada uno de los músicos ponía todo su talento al servicio de las partituras. Nada sobraba, ni siquiera en discos como «Wish You Were Here» o «Animals», compuestos cada uno por apenas cinco canciones. Las epopeyas sonoras pasaban en un suspiro.
Pero comenzaron entonces los años duros de Pink Floyd entre bastidores. Para entonces, ya casi nadie –dentro y en el entorno del grupo– soportaba a Waters. «The Final Cut» (1983) trajo el vergonzoso despido del teclista Richard Wright y marcó el comienzo del fin. Gilmour se arrepentiría toda la vida de formar parte de ese proyecto, tan exagerado, tan Waters.
Una fuerza agotadora
En diciembre de 1985, Waters anunció la separación de la banda, a la que definió como «una fuerza agotada». Gilmour y el batería Nick Mason no lo consideraron así, y siguieron hacia adelante. Y llegó una parte feísima, los pleitos, y ambos se quedaron con el nombre del grupo para desatar la furia de Waters. Y tanto Gilmour como Mason, más un recuperado Wright para la causa, mantuvieron alto el nombre del grupo con un álbum estimable como fue «A Momentary Lapse of Reason» y, sobre todo, una nueva maravilla como «The Division Bell».
Wright murió en 2008 de cáncer y esa fecha marcaría el principio del fin del sueño de Pink Floyd. Al menos para Gilmour, quien quiso recuperar la memoria del teclista en el reciente «The Endless River», una colección de material sobrante de «The División Bell», que también funcionó.
Waters, Gilmour, Mason y Wright sólo se volvieron a reunir el 2 de julio de 2005 al participar en el concierto benéfico «Live 8» para realizar una actuación asombrosa que incluyó temas tan emblemáticos como «Breathe», «Money», «Wish You Were Here» y «Comfortably Numb». El cuarteto mantenía intactas todas sus propiedades y aquella exhibición reavivó los rumores de una posible reunión durante los siguientes años. No se produjo, no se producirá.
Así lo confirma ahora Gilmour mientras ultima los detalles de su próximo disco en solitario, «Rattle That Lock», que irá acompañado de una pequeña gira en lo que se presume su despedida de la carretera. El guitarrista odia abandonar su residencia de Astoria, pero todavía parece tener cosas que decir. Ya sin Pink Floyd.

Ese mítico fluido rosa

El nombre de Pink Floyd nace del tributo de la banda a dos «blues men» oscuros como fueron Pink Anderson y Floyd Council. El nombre lo sugirió Syd Barrett, aunque la realidad es que el sonido original de la banda apenas remitía remotamente al blues. A Barrett, el verdadero líder de los primeros Pink Floyd, le interesaba más la experimentación y la psicodelia. En agosto de 1967 se publicó «The Piper at the Gates of Dawn», su álbum de debut, que apenas vendió, pero que sí sirvió para que la banda se hiciera con el estatus de grupo de culto. El consumo masivo de LSD por parte de Barrett obligó a la banda a buscar un sustituto y allí apareció Gilmour, un músico poco conocido entonces en el circuito pero que, él sí, era un auténtico devoto del blues eléctrico. Se ajustó perfectamente a lo que quería Waters, quien dio finalmente en la clave músical del grupo con «Dark Side of the Moon».

Caminos separados

David Gilmour y John Waters se aprestan a presentar en las próximas semanas sus nuevos proyectos musicales. En el caso del guitarrista, se trata de «Rattle That Lock», grabado en su propio estudio. El disco incluye diez composiciones que presentará en unos pocos conciertos en Europa y Estados Unidos. Mientras, Waters prepara una edición especial de «The Wall» con la amplia gira en la que recreó «The Wall», para satisfacción de nostálgicos de todo el mundo. Se trata de un documental que reúne canciones, entrevistas y diferentes sucesos recogidos en la carretera, una forma más de recuperar el disco más adorado por el bajista británico. Además, se trata de una magnífica oportunidad para conmemorar la pieza señera de esta banda justo después de que Gilmour haya dado carpetazo definitivo a la historia de Pink Floyd.

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