Buscar Iniciar sesión

Sacar fuerzas de flaqueza

Crítica de ópera / Apertura del Palau. «Manon Lescaut». Giacomo Puccini. M.J.Siri, R.Dávila, G.Olvera, S.Milling, etc. Coro de la Generalitat Valenciana y Orquesta de la Comunidad Valenciana. S. Medcalf, dirección escénica. P. Domingo, dirección musical. Palau de les Arts. Valencia, 21-XII-2014.
larazon

Creada:

Última actualización:

Las representaciones del título inaugural de la temporada del Palau de les Arts de Valencia se han dedicado con toda justicia a Lorin Maazel, primer director titular del teatro. Creo que sería igualmente justo homenajear a Helga Schmidt por su tesón en llevar adelante la maltrecha nave del Palau de les Arts. Su aspecto exterior, plagado de andamios para reparar el ya tristemente célebre trencadis, es reflejo fiel de cuanto sucede en su interior. Justo Romero, su ex dramaturgo, lo refiere bien en una reciente entrevista en la que comenta: «El problema del teatro son los políticos». Y tiene toda la razón. Las luchas entre unos y otros han colocado a la intendente en situaciones desagradablemente absurdas a la vez que injustas.

Jóvenes figuras a escena

Ella, que además tiene la salud debilitada, sigue tirando adelante, y me recuerda mucho esta su obstinación a la de Monserrat Caballé en seguir pisando escenarios. Sólo su tesón hace que el Palau siga siendo una referencia y esto es algo que no deberían olvidar en semanas venideras los políticos que tiene por encima. «Manon Lescaut» era título de la pasada temporada y no figuraba como título inaugural de la presente, pero, en los tiempos que corren, Helga Schmidt se ha visto obligada a sacar fuerzas de flaqueza, recuperando la producción de Parma, confiando la dirección musical a un Plácido Domingo que alterna foso con el papel de Vidal en «Luisa Fernanda» y, una vez más, descubriendo jóvenes figuras, incluso algunas ya provenientes del Centro de Perfeccionamiento. La escena aporta claridad dentro de un concepto tradicional, minimalista y simulativo, con un escenario inmenso casi vacío y unos pocos añadidos eficaces.
Están razonablemente resueltos elementos como la diligencia del acto primero o el barco del tercero. Funcionan correctamente los marcos que simulan espejos en el segundo y celdas de prisión en el tercero. No tanto, en cambio, los paseos por el escenario y patio de butacas de des Grieux o la escena en el desierto. En conjunto ayuda al desarrollo de la ópera, que es lo que importa. Lo primero que hay que decir de Plácido Domingo es que resulta obvio el enorme cariño que el público valenciano siente por él, que le convierte en el gran triunfador de la noche. Ovaciones en la salida y al final de la representación, que el artista recibe emocionado. Escribo «artista» porque eso es lo que ante todo es. Su trabajo en el foso desborda humanidad y de ahí que prime más el efectismo que los detalles de la paleta de colores puccinianos y que incluso la partitura se le desboque en no pocas ocasiones tanto en volumen como en velocidades a la hora de trasmitir intensidad emotiva. La uruguaya Maria José Siri y el puertorriqueño Rafael Dávila, prácticamente desconocidos para todos, componen una pareja protagonista que convence en su entrega y por su respectivos medios vocales, al menos de la amplitud y características de los demandados por Puccini. Pueden hacer carrera si caen en manos de un buen director. A Stephen Milling le falta un punto de intención como Geronte y Germán Olvera demuestra como Lescaut que el Centro de Perfeccionamiento no es un espejismo, más con el trabajo extra que se ha visto obligado a desarrollar estos días. Globalmente una representación digna de cualquier primer teatro europeo, que el público disfruta de menos a más y que supone una lección de cómo con poco hacer bastante.