Viena

Tristán no es Bolton

La Razón
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Hay veces en las que un crítico con oficio no desea tener que escribir una crítica y la evita. Unas veces por razones de amistad con algún intérprete y otras porque barrunta que aquélla va a resultar negativa y no desea dar el palo. Esto último me ha venido sucediendo con frecuencia en el Teatro Real y, últimamente, en «Tristán e Isolda». Sin embargo acudí a posteriori una noche para saber si había acertado en mis predicciones o no. Pleno: la dirección musical rutinaria, en exceso sonora y sin matices; el tenor con buenas intenciones pero escaso de fuelle, la soprano gritona arriba y sin graves, excelso sí el rey y la constatación de que la combinación de vídeos, escena y foso no funciona. Malo si los vídeos son flojos como en el primer acto o el larguísimo «velatorio» del segundo y malo si son buenos, como en el tercer acto, ya que entonces distraen por completo y alejan de lo esencial, la música de la partitura wagneriana. El Real precisa con urgencia un criterio más sólido en cuanto a directores escénicos, de orquesta e intérpretes. Escribiendo estas líneas me llega el nombramiento de Ivor Bolton como titular musical. Le he escuchado mucho en Múnich. Mágnífico en el barroco –Haendel excepcional– Mozart, algunos prerrománticos y algunos más actuales como Janacek o Britten. Creo que su nombramiento, con Matabosch rompiendo abiertamente el afán de Mortier por no tener titular, puede reportar muchos beneficios al teatro. Son muy pocos los teatros u orquestas sin titular y por algo será: la Filarmónica de Viena o la inicial Scala de un Lissner que, como Mortier, al principio no quería que le hiciesen sombra y sólo medio nombró a Barenboim cuando lo que necesitó era compartir penas. No olvidemos que un director titular no es sólo alguien que dirige con frecuencia, sino que forma a la orquesta y decide sus aspectos organizativos, plantillas, etc. Esto faltaba en el Real. Curioso, y conviene resaltarlo, la permanente ambición de los más altos dirigentes del teatro en hacernos comulgar con ruedas de molino: antes era magnífico no tener titular y ahora lo es tenerlo. Por favor, no somos tontos.

El problema del nombramiento de Bolton, si hay alguno, es que ha de aceptar ser humilde. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que él se centrará en mejorar una orquesta que ciertamente ha progresado mucho a base del repertorio que sirve para formar, barroco y clásico, justo en lo que es especialista y, sin embargo, habrá de dejar que otros dirijan Verdi, Wagner o Puccini, justo el repertorio en donde un director puede lucirse más. Quizá un día descubramos un Bolton wagneriano, pero con calma. Esto lo han de tener muy claro él y Matabosch. Esperamos un Wagner mejor que «Tristán» aunque no sea bajo la batuta de Bolton. ¡Suerte!