Crítica

Un eterno moribundo en Valencia

La Razón
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Cuando se programa este título lo primero es tener un tenor. Kraus fue una referencia en el pasado, al igual que actualmente Kaufmann o Beczala

De Massenet. Voces: J-F. Borras, A. C. Antonacci, H. Orcoyen, M. Booth. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Dirección de escena: Jean-Louis Grinda. Dirección musical: Henrik Nánási. Palau de les Arts. Valencia. 20-V-2017.

Cuando se programa este título lo primero es tener un tenor. Kraus fue una referencia en el pasado, al igual que actualmente Kaufmann o Beczala. El Palau de les Arts recurrió al riesgo de lo desconocido y no ha salido mal parado en su apuesta. El joven Jean-Francois Borras, alumno de Gabriel Bacquier, va haciendo carrera cantando en teatros de provincias, como era usual antes, con papeles tan diferentes como Rodolfo, Edgardo, Ricardo o Ismael. Como Werther le falta un centro algo más carnoso, pero canta con gusto y línea, recurriendo a algún falsete en piano en la escena de su muerte que encaja con la situación. Resolvió convenientemente la papeleta y no era fácil. A su lado Ana Caterina Antonacci, quien hace poco también abordó Charlotte en el Liceo y, como allí, demostró que los grandes artistas –y ella lo es– tienen recursos para compensar una incipiente decadencia vocal. El caudal ha disminuido, los agudos han perdido firmeza y el vibrato es patente, pero sabe componer artísticamente el personaje. Digno el resto del reparto en el que figuraban cinco estudiantes del Centro de Perfeccionamiento. Buena cosa es incorporarlos a las representaciones de temporada. Henrik Nánási confirmó la agradable sorpresa de su anterior presencia en el foso del Palau con «El castillo de Barba Azul», sabiendo imprimir fuerza a la partitura, quizá no exenta de rudeza en algunos momentos, pero resaltando su dramatismo en todo el segundo acto sin pasar por alto las sutilidades del primero, con prestaciones de la orquesta que por momentos recordaban lo que un día fue. Es un joven maestro a tener en cuenta. Si la representación no alcanzó más vuelo fue a causa de la pobre y poco imaginativa puesta en escena de Jean-Louis Grinda, desangelada en la dirección actoral e incluso a veces inconsistente. Estos defectos se hicieron notar especialmente en el primer acto, tan difícil de tratar. La idea del «flash back» a través de un espejo roto en el que Werther contempla su vida no es mala e incluso la carrera, proyectada en ese espejo, de Charlotte al intentar evitar su suicidio se halla bien resuelta, pero los niños con alas de ángeles o el exceso de movimiento de Werther en su larga agonía –sólo le faltó hacer «footing»– casi cayeron en el ridículo. El público respondió con calor, premiando sobre todo al tenor y al director de orquesta, como era justicia. «La vuelta de tuerca» y «Tancredi» son los títulos que cerrarán la temporada en junio.