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Un interesante Falla primerizo

Falla: «Los amores de la Inés». Bretón: «La verbena de la Paloma». Intérpretes: Susana Cordón, Enrique Ferrer, Santos Ariño, Pepa Gracia, Juan Carlos Martín; Enrique Baquerizo, Emilio Sánchez, Damián del Castillo, María Rodríguez, María Rey-Joly, Mar Abascal, Amelia Font, Sara Salado. Coro y Orquesta del Teatro. Director: Cristóbal Soler. Director de escena: José Carlos Plaza. Madrid, Teatro de la Zarzuela. 19-X-2013.
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  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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Buena idea la de reunir estas dos obras de género chico. La de Falla es un producto de circunstancias, de unos años en los que el compositor trataba de abrirse camino. Gracias a la edición del Archivo Manuel de Falla, que ha realizado muy cauta e inteligentemente Alessandro Garino, hemos podido disfrutar de este modesto sainete en un acto, constituido por un Preludio y cinco números en los que se aprecia una buena mano, hábil para recoger aires populares –seguidillas, carceleras–, para aplicar una armonía de catón, con escasas, aunque sí algunas, originalidades y para definir con excelente tino una directa y eficaz orientación rítmica.

Un sólido Ariño

La decisión de emplear otras obras del Falla primerizo en ciertos instantes de los diálogos hablados o como atmosféricos intermedios, es muy loable y oportuna: «Cortejo de gnomos», «Mazurca» para piano, «Olas gigantes» para voz y piano, «Nocturno» para oboe o «Melodía» para chelo. En esta obrita, con mediocre libro de Emilio Dugi, destacamos, en el orden interpretativo, la frescura vocal de Susana Cordón y la solidez del tabernero de Ariño. Que se mueven en un decorado común evocador de las pinturas de Amalia Avia. Es una escenografía móvil, con elementos intercambiables, quizá demasiado, porque el trasiego, sobre todo en «La verbena», es continuo y un poco mareante. Por ella discurren los distintos personajes en ocasiones un poco apelotonados. Pero José Carlos Plaza, madrileño de pro, sabe de esto. El casticismo está bastante atenuado, bien que apreciemos apuntes de una excesiva caricatura, caso de los dos guardias, que parecen retrasados mentales; o de la misma tía Antonia, esforzadamente interpretada por Amelia Font. El que personajes de «Los amores de la Inés» permeen la acción de «La verbena de la Paloma» unifica.
No nos convence la adjudicación a una voz baritonal, tan oscura y recia en este caso como la del excelente Enrique Baquerizo, del papel de don Hilarión, que puede que gane así en prestancia o elegancia, pero que pierde en gracia, agilidad y comicidad, además de deslucir el gran concertante, en el que de este modo falta la voz varonil de timbre más agudo. Aplaudimos en esta obra a Emilio Sánchez, a Damián del Castillo, un Julián arrostrado y caluroso, con problemas en las notas altas, a María Rey-Joly y a la estupenda cantaora Sara Salado, con mucho duende y muy flexible voz. Los conjuntos del Teatro actuaron con general limpieza y afinación y Soler dio color y entusiasmo al agradable espectáculo. Como siempre, un aplauso para el magnífico programa de mano.