Una lección para empezar
Crítica de zarzuela / «Las golondrinas». De Usandizaga. Intérpretes: C. Romeu, N. Fabiola Herrera, R. Esteves, J. Rodríguez-Norton, F. Bou. Orquesta de la Comunidad de Madrid y Coro del Teatro de la Zarzuela. Dirección de escena: G.del Monaco. Dirección de escena: Óliver Díaz. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 7-X-2016.
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Verdadero estallido de «Bravo» al bajarse el telón con las últimas notas de la obra de Usandizaga y muchos minutos de ovaciones a todos los artistas sin excepción alguna. Un éxito rotundo que se apunta Daniel Bianco en la apertura de su primera temporada como responsable del Teatro. Merecido, ya que puso toda la carne en el asador eligiendo una ópera española poco representada y encargando una nueva producción a un director de escena de la talla de Giancarlo del Monaco.
Se ha utilizado la revisión del prematuramente fallecido Usandizaga –antes de cumplir los treinta– realizada por su hermano, en la que los diálogos están musicalizados. Estamos ante una partitura irregular, muy propia de su tiempo, con influencias y ecos de todo tipo, desde Wagner a Debussy, pasando por Lehar con más promesas que realidades, con una orquestación rica y brillante, a la que le falta continuidad en la inspiración, aunque presente momentos con arranque melódico como el aria de Puck en el primer acto, el dúo «Fuego de paja en el viento» o muy especialmente la «Pantomima». Se ofreció en una de las primeras temporadas del Real con regia de José Carlos Plaza, María José Montiel y Vicente Sardinero y más tarde en la Quincena donostiarra y el Arriaga.
Tanto Oliver Díaz como Del Monaco han coincidido en resaltar en foso y orquesta los tintes más dramáticos. El regista se ha decantado por apartarse del naturalismo, con una compañía ambulante de payasos, para adentrarse en el neorrealismo en los dos primeros actos y en el expresionismo en el tercero. Predomina la escena en blancos y negros cinematográficos, que se tiñen de colorido –precioso el vestuario de Jesús Ruiz– en la «Pantomima». La escenografía parece la propia caja del teatro, pero no lo es y la iluminación no puede estar más acertada. Hay registas que se limitan a diseñar espectáculos más o menos bellos en los decorados y otros que, al margen de ello, son auténticos hombres de teatro y hacen actuar a los cantantes. Uno de estos es el italiano. Cuando Carmen Romeu se vea en vídeo –y éste es obligado realizarlo– no se podrá creer su actuación. Del Monaco realiza con ella aún más de lo que Decker logró con Netrebko en la célebre «Traviata» salzburguesa: una completa actuación hasta en esa pantomima en la que no se recurre al tradicional lavado de manos de un ballet sino que la representan los propios cantantes. Y es sólo un ejemplo. Desde el primer maltrato de Puck a Cecilia hasta la forma de desvelar el asesinato de ésta se respira una tensión casi abrumadora. Inspirada la aparición final de la compañía. Un trabajo admirable, y es curioso que sea un italiano quien mejor haya sabido llevar a escena dos obras tan nuestras como «Golondrinas» o la excelente «Vida breve» del Palau de les Arts que la Zarzuela haría bien en recuperar. El reparto funciona, salvando las dificultades de una escritura en tesituras exigentísimas que obliga a cambios del más ligero primer acto al dramático tercero. Los protagonistas –Romeu, Fabiola Herrera y Esteves– quedan a veces algo cortos y poco cómodos vocalmente ante la densidad orquestal pero la escena lo salva. La dirección de Oliver Díaz supone una sorpresa, ágil, vibrante, enérgica, mas nunca descontrolada, con un muy trabajado interludio. Un inicio de temporada que supone una lección para otros teatros. Y las siguientes son «Iphigenia en Tracia» de Nebra y «La Villana» de Vives. ¡Qué se mantenga el nivel!