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Verdi, a plena voz y de cine

«Forza del destino». De Verdi. Voces: Liudmila Monastirska, Gregory Kunde, Simone Piazzola, Stephen Milling, Ekaterina Semenchuk, Roberto de Candia, In-Sung Sim. Cor de la Generalitat Valenciana y Orquesta de la Comunitat Valenciana. Dirección escénica: Davide Livermore. Dirección musical: Zubin Mehta. Palau de les Arts. Valencia, 31-V-2014.
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«¿De Calatrava? Jamás, jamás», exclama sobresaltado don Álvaro y don Carlo apostilla: «Tembló al oír el nombre de Calatrava». Por la sala del Palau de les Arts corrieron las risas. Verdi también se hubiera reído. Empiezo con risa, pero terminaré con llanto. He visto esta larga ópera, que contiene de lo mejor y lo peor de Verdi y que supuso una revolución, desde Bergonzi con Kabaivanska, hasta recientemente Harteros con Kaufmann, pasando por Caballé con Carreras. El reparto vocal logrado en Valencia es en conjunto de lo mejor que puede programarse hoy. Tiene mucho mérito puesto que hace apenas unos meses se pensaba en «Rosenkavalier», descartando el título por los complementos que exige y con ello su alto coste. Mehta declaraba que Helga Schmidt siempre se las apaña para acertar con las voces. Tiene razón. Buenos cantantes lejos de costes de estrellato. La ucraniana Monastirska posee voz y presencia a la antigua usanza, enorme, con timbre que recuerda al de una Leontyne Price y que maneja con técnica que le permite apianar. Gran ovación –las hubo para todos en muchas escenas– tras el «Pace, mío Dio». Todo un descubrimiento. Gregory Kunde está sobrado en un papel de tesitura difícil para el tenor, máxime con el abierto dúo del duelo. Su color quizá no sea el ideal para este Verdi, pero cantó maravillosamente. ¡Hasta Arturo Reverter aplaudió el aria! Simone Piazzola es barítono más lírico de lo exigido para don Carlo, pero no pueden ponérsele objeciones serias. Bien la Preziosilla de Ekaterina Semenchuk, habitual de la casa, así como el Melitone de Roberto de Candia, falto, eso sí, de comicidad. Stephen Milling cumple sin más como Guardiano, un punto fuera de estilo.
Zubin Mehta brinda toda una lección desde la vital y contundente obertura a las etéreas notas finales en las que se diluye el drama. En la orquesta ya sólo quedarán 53 músicos fijos, pero entre ellos están aún esos veteranos que permiten mantener una calidad de primera línea. Muy bien también, como siempre, el coro. Davide Livermore sale airoso del imposible que es escénicamente «Forza». Minimalismo y bastantes proyecciones, que guiñan al Hitchcok de «Vértigo» y «Los pájaros» sin saberse muy bien por qué, acompañan una acción trasladada a los pasados años cuarenta, sin que ello perjudique salvo en el poco resuelto uso de pistolas en vez de espadas. Ovaciones enormes y merecidas para todos, muy especialmente para Mehta, soprano y tenor.
¡Qué pena da que podamos estar ante el fin del mejor proyecto operístico realizado en años en España! ¿Cómo es posible que los políticos locales dejen caer una referencia internacional a fin de «valencianizar» el Palau con musicales, bandas y artistas locales que jamás equilibran presupuestos coste/ingreso como lo ha conseguido la ópera está temporada? La emergente María José Catalá, consejera de cultura y portavoz de la Generalitat, presenció la función. Si no ha tomado nota, está ciega. Mehta ha logrado ser querido como pocos en Valencia. Por favor maestro, ofrézcase a defender lo que tanto ha ayudado a crear y lance un órdago ante el que el presidente Fabra no tenga más remedio que abrir los ojos. Mucho me temo que, en caso contrario, pronto hayamos de entonar un Réquiem por el Palau. Y todo por un par de millones de euros, mucha inconsciencia y no menos maniobras fulleras. ¡Increíble!