París

Verdi acampa junto al 15-M

La Razón
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Temporada de ópera de ABAO

«Les vêpres siciliennes», de Verdi. L. Haroutounian, G. Kunde, etc. Coro de Ópera de Bilabo y Orquesta Sinfónica de Euskadi. D. Livermore, direc. escénica. John Mauceri, direc. musical. Palacio Euskalduna. Bilbao.

«Vísperas sicilianas» es obra que se programa con cuentagotas. Perteneciente a la otra gran «Trilogía» verdiana junto con «Don Carlo» y «Forza», requiere notables esfuerzos escénicos y canoros, fundamentalmente en las partes de tenor y soprano. Turín estrenó en marzo de 2001 la producción que llega a Bilbao. Entonces se ofreció en italiano y sin el ballet. Ahora, tras 11 años de ausencia en la ciudad, se ve en su versión original francesa, estrenada en París en 1855 y un año más tarde en la Scala, ya en italiano y aligerada. La idea, inicialmente correcta, naufraga por cuanto se ha «inventado» para Bilbao una escenificación para el ballet a base de proyectar vídeos más de media hora que no tienen nada que ver con la música de Verdi que suena, sino que viene a apoyar la filosofía en la que Livermore basa su producción. La acción se traslada a la Italia de 1992, cuando los asesinatos de jueces como Falcone. Los opresores no son los franceses, sino la casta política y la dictadura mediática, y los oprimidos sicilianos resulta serlo el pueblo amante de la libertad y de una democracia secuestrada. La propuesta, desarrollada muy cinematográficamente, interesa e incluso son pocas las veces en que choca con el libreto. Otro asunto es que estas cosas ayuden al género. Si nuestros jóvenes no saben quién fue Carrero Blanco, ¿qué les va a decir el asesinato de Falcone? Es más, incluso para quienes lo vivimos resultarían incomprensiblesdetalles de la escenificación si no fuese por las amplias y sólidas explicaciones del regista en el programa de mano. Lástima que sobren 25 de los 30 minutos de los vídeos proyectados, dedicados a los movimientos antisistema –15M a gogó– y a las políticas española e italiana. Francamente, hubiera sido menos demagógico y más honesto acudir, hablando de mafias y terrorismo, a un ejemplo más próximo para vascos y españoles. Gran parte del público reaccionó airadamente, lógico. Lástima, porque distanció de una representación con valores, entre ellos, las escenas en exteriores. Kunde se ha convertido en paladín de este dificilísimo repertorio, sobrado vocalmente si exceptuamos ese «re bemol» del V acto, emitido en falsete como no puede ser de otra forma con una voz tan importante como es hoy la suya. Haroutounian empezó escasa en los graves y el centro, para mejorar en los dos últimos actos, llegando a apañar muy bien la extensa tesitura del «Bolero», convertido en un reality televisivo. Estuvo convincente Stoyanov aunque resulte un barítono demasiado lírico para la parte y Ulyanov volvió a ser el poderoso bajo, algo tosco, que acostumbra. Dirigió con vitalidad, de menos a más, Mauceri a un Coro de Bilbao no siempre ajustado y una Orquesta Sinfónica de Euskadi en mejor forma de lo esperado. Una representación que merece la pena ser vista.