Vicente Todolí: «Jamás volveré a dirigir un museo, con tres voy servido»
Director artístico de Hangar Bicocca de Milán
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Pizarras dibujadas con tiza. Escritas, reescritas, borradas. Pizarras de escuela que Tacita Dean expone ya en la Fundación Botín de Santander en una muestra de sugerente título , «De mar en mar», comisariada por Vicente Todolí (Palmeras, Valencia, 1958). Él ha seguido el proceso de creación desde muy cerca «y he visto cómo, después de borrar, van quedando las huellas y se pueden observar esos arrepentimientos esenciales que destruyen para construir», explica Todolí de quien describe como «una artista obsesionada por el tiempo al que dota de una carga meditativa de observación y dinamismo que hace que sea lo que cautive al espectador». Su carrera, la de Vicente, que sabe de campo y cultivos lo que no está escrito (lo mamó desde crío) y que habla con una velocidad de vértigo, es compacta: ha sido director del Instituto Valenciano de Arte Moderno, del Museo Serralves de Oporto, de la Tate Modern de Londres y ayudó a colocar loscimientos del Reina Sofía cuando el museo arrancaba. Ahora y hasta 2016 lleva la dirección artística de un centro en Milán, el Hangar Bicocca, y está al frente de la comisión asesora de la Fundación Botín, cuyo centro de arte se inaugurará en el verano de 2014.
–Ciudadano artístico del mundo, ¿dónde está la base de operaciones de Vicente Todolí?
–En España. Ahí están mi casa, mis libros y mis operaciones agrícolas. En Alicante tengo un oasis que me he construido casi clandestino.
–¿Qué busca en sus viajes?
–Voy a donde está el arte. Ahora paso más tiempo en Milán.
–¿Cómo programa en el Hangar Bico-cca?
–Mi cometido allí es diseñar el programa de exposiciones, seis al año, y comisario la mitad. Hemos presentado los contenidos hasta 2015. Manejamos un espacio bastante amplio de 4.000 metros cuadrados en el que, por una parte, se expone obra permanente, la de Melotti y Kiefer y, por otra, programamos, por ejemplo para 2014, a Meireles, los portugueses Paiva y Gusmao, Condorelli y Juan Muñoz, en una muestra que incluye una de sus instalaciones más importantes, «Doublde Bind». Ahora instalo al mismo tiempo en dos países. El arte no viene a ti, tienes que ir a buscarlo. Es un no parar pero dedicando el cien por cien al arte. Éste de Milán es un espacio que da mucho de sí.
–Dice que nunca repite país en el que ha trabajado. Me temo que no le vamos a ver, por tanto, en España de nuevo. –-–Cuando cierro una etapa, cierro. No soy hombre de añoranzas y no miro atrás ni siento nostalgia. Todos los proyectos en los que he trabajado tenían fecha de caducidad. Me conozco y doy lo mejor de mí cuando tengo el estímulo para hacer algo que quiero. Estar al frente de un museo o de un centro de arte no es un proceso que puedas estirar como un chicle. Nunca paso más de siete años al frente de un centro.
–Usted que se patea medio mundo, dígame si hay en España mucho museo-continente sin contenido.
-Muchos, pero aquí y fuera. Un museo no es un edificio. Nace cuando se termina de construir. Es como tener un hijo, que no acaba en el momento del parto. Ahí empieza y has de mantenerlo hasta que él pueda valerse por sí mismo. Durante un tiempo se buscaba el trofeo, que era la inauguración fastuosa y a los arquitectos-estrellos que dejaran su firma. Se echaba el resto en el inmueble y esto es no entender para nada lo que significa un centro de arte. Imagina que a una persona la definiera el bolso de marca que lleva. ¿Impensable, no? Pues esto es igual.Un museo es lo que alberga, su programa no la fachada.
–¿Cuentan los nuevos valores del arte español fuera?
–Hay muchos jóvenes que salen y hacen su trabajo fuera. Veremos dónde llegan, aunque sí ha habido un momento de silencio a nivel internacional, lo que, por otra parte es normal, porque el desarrollo del arte no es lineal, sino de montañas y valles. Hay grandes que trabajan sin hacer ruido, yo lo veo, por ejemplo en la programación de Milán.
–El arte, ¿goza de buena salud?
–Si te refieres a los jóvenes españoles te diré que los sigo y recomiendo a quienes me piden ayuda la adquisición de determinadas obras. Haberlos, haylos. Tras la muerte de Franco, lógico, el foco se dirigió hacia aquí, hubo una efervescencia. Después la atención ha pasado al Este, el eje Asia-Pacífico, Iberoamérica. Quizá el futuro sea de África, aunque no olvidemos que son verdades interesadas.
–No sé si conoce el caso de Óscar Murillo, el joven colombiano que ha pasado de limpiar oficinas a arrasar en subasta. ¿es peligroso que te bauticen como «el nuevo Basquiat»?.
–He oído hablar de él y lo que sube rápido baja a idéntica velocidad. Cuando dirigía el IVAM, allá por los noventa, me ofrecieron a un artista que me vendían como «very hot» y yo le contesté a su representante que insistía sin parar: «Let it cool». Es mi postura. Hacen falta distancia y análisis.
–¿Qué artistas busca?
–A los que se salen del camino. El que pinta siempre el mismo cuadro, no. Me parece pobre, tanto como el autor que siempre escribe el mismo libro. Prefiero que busque, indague, se equivoque y enseñe.
–¿Volvería a dirigir un museo?
–No, jamás. Con tres ya estoy servido. Desde 1985 a 2010 me dediqué a ellos y a asumirlos como institución. Quiero decidir sin mediatización y la mayor libertad está fuera de las instituciones. Hablo así porque ya lo he hecho, lo he disfrutado y no lo voy a repetir.
–¿Hay menos injerencias de los poderes públicos en la cultura?
–La situación está mejorando. Cada vez tenemos más consejos rectores que no están teledirigidos. El político, como administrador, lo que debe conseguir es que funcione a largo plazo.
–Estuvo el Reina Sofía cuando despegaba, ¿cómo lo ve?
–Tiene continuidad, un programa claro, objetivos que se están cumpliendo y se ha ganado el respeto incluso de quienes pueden disentir de sus planteamientos y su línea. El CARS ocupa un lugar en el mundo, lo que no resulta nada sencillo. Yo lo veo muy bien.
–¿Se puede conseguir la independencia en el mundo del arte?
–Es lo más difícil porque se depende de la financiación y se tiende, en algunas ocasiones, a privilegiar las exposiciones teniendo en cuenta quién las patrocina u optando por los nombres que más suenan como gancho o para ofrecer espectáculo. La independencia absoluta es casi imposible.
–Estará muy atento a la futura Ley de Mecenazgo española.
–Sí. Dar a cambio de nada es casi una quimera. El caso de Estados Unidos es otra historia. Desde luego, si el Estado abandona una parte de sus responsabilidades para mantener la diversidad cultural debería diseñar estímulos para que el vacío lo ocupe la sociedad civil o el patrocinador privado. Si cierras los canales de respiración ahogas.