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Zahara, santa sin cruz

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La artista se libera del corsé «mainstream» con un trabajo de buenas hechuras pop y la instrumentación de Martí Perarnau y Víctor Cabezuelo (Mucho).
Era más conocida por las colaboraciones con otros grupos que por sus propias canciones. Algo fallaba en la carrera de una artista que brillaba los ratos que salía a jugar fuera, pero, cuando lo intentaba en casa, nadie se la creía. Zahara (Úbeda, 1983) era uno de esos talentos desperdiciados en el plan de negocio de una gran compañía. Ahora que se ha quitado de multinacionales, publica «Santa», un doble disco que, como ella reconoce, «trata de ganar el respeto de medios a los que dejé de interesar y de público que tampoco quiso acercarse. Y no les culpo. Me hicieron parecer lo que no era, y tuve poca voz y voto en lo artístico en el pasado». El nuevo trabajo, que Zahara presenta por partida doble en Madrid esta noche y mañana, está estructurado en torno a tres capítulos: dos CD, titulados «Santa» y Bestiario», y un librito, «Salmos». Y también hay unas postales, siete, en las que Zahara pone texto y símbolos para completar la idea que perseguía transmitir la artista. «Mi padre me regañó por autodenominarme santa. Me recordó que, a una, santa la hacen (ríe). Pero ese no era el sentido del álbum, sino que me interesa la ceremonia de lo musical. Y que a veces, en el escenario, ves las caras mirándote desde abajo y te sientes como una aparición mariana», bromea. «Me interesa mucho el metalenguaje, que las cosas no digan sólo lo que parece que dicen, sino algo más. Mi forma de escribir parte de lo audiovisual. Por ejemplo, en ‘‘Crash’’ describo la escena de dos conductores que circulan en paralelo hacia la meta, hasta que te das cuenta de que en realidad van en direcciones opuestas y que el choque va a ser inevitable. Y para mí eso simboliza una relación de pareja que se dirige irremediablemente al fracaso, pero antes del desastre y cuando ya es inevitable, eres consciente de todo. Evidentemente, no hablo de un accidente de tráfico, sino de la discusión, puede que sea la final, de una pareja», explica Zahara.
Para la grabación del disco, producido por Sergio Sastre (Miss Cafeína), ha contado con la ayuda de Martí Perarnau y Víctor Cabezuelo (Mucho), que formarán parte de su banda de gira. «La idea era buscar un productor que nos ayudase a terminar el disco, pero cuando teníamos las canciones maquetadas nos dimos cuenta de que nos gustaban así, que no hacía falta nada más. En esa fase, Sergio Sastre fue vital. Después, en el estudio, Martí y Víctor terminaron de darle a cada canción lo que necesitaba porque son unos enormes músicos».
El segundo CD es un conjunto de rarezas y de versiones en directo. «Son temas que quería haber publicado, pero que en Universal no me dejaron. Y ahora, como el disco lo hago y lo pago yo, porque he tenido que pedir un préstamo para publicarlo, pues no lo dudé», señala Zahara, que reconoce haberse liberado. «Me he quitado la cruz, si quieres seguir con el juego de los símiles religiosos (ríe). Con la discográfica era una lucha contínua. Mira, mi vídeo de ‘‘Con las ganas’’ lo grabé yo misma y me costó cien euros. Cuando se lo presenté a la compañía no lo quisieron sacar porque decían que salía fea. Estuvo guardado cuatro meses y me convencí de que no era bueno. Al final, me dejaron subirlo a internet para que me callara. El que ellos lanzaron como su apuesta mayor en la Vuelta Ciclista a España y en Los 40 Principales tenía 100.000 visitas y el mío 11 millones. Lo borraron de mi canal para subirlo al suyo», explica. Puede que Zahara no tenga más público por una mala dirección de su carrera, entonces. «Pienso que sí, claro. Cuando sacaron el disco lo decidieron todo ellos. Potenciaron una producción de Carlos Jean y todo muy pastel, de chica dulce, una campaña como si estuviera rellena de algodón de azúcar. Ellos vinieron a ficharme, yo no les fui a buscar. Y pensé que era porque les gustaba lo que hacía, pero solo querían ponerme globos alrededor. También fue fallo mío porque era muy joven y la situación me venía grande», afirma. Una oportunidad para la nueva Zahara.

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