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Natalia Menéndez: «Quien quiera hacer otro Festival de Almagro se equivocará»

Mientras apura su etapa al frente del certamen, que finaliza este año, se quita el «mono» creador con el estreno hoy de «Tebas Land» en el Pavón Kamikaze.
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Mientras apura su etapa al frente del certamen, que finaliza este año, se quita el «mono» creador con el estreno hoy de «Tebas Land» en el Pavón Kamikaze.
Han sido siete años y ocho ediciones lo que ha durado el Festival de Almagro de Natalia Menéndez, y, a la espera de oficialidades (que venza el contrato a final de año y que pase el testigo a Ignacio García), la directora, actriz y dramaturga ya encara la nueva etapa. Lo más inmediato, lo que estrena y dirige hoy en El Pavón Teatro Kamikaze, «Tebas Land», de Sergio Blanco. Una vuelta a la creación que se fogueó hace diez días en Avilés y donde, heredando la tradición paterna de Juanjo Menéndez, se dio la alternativa a Pablo Espinosa, que hace dupla con Israel Elejalde: «Durante la ovación hicimos un rito con una careta que me dio mi padre. Es algo que se ha perdido y es bonito», comenta. Después vendrá una «gira» latinoamericana, en la que Uruguay y México ya la están esperando. Y atrás queda una gestión, principal responsable del salto a América –«me ha abierto muchas puertas», dice–, que, entre otras, se recordará por salvar el festival «in extremis» y de la que guarda mucho cariño.
–¿Con ganas de dejar la gestión?
–Sobre todo, de dirigir este texto, que es uno de los que más me han conmovido e inquietado en todo este tiempo.
–¿Desgastan estos siete años?
–Pero también enriquecen mucho. Es la aventura más potente de mi vida y donde me he redescubierto. Una suerte.
–Le ha obligado a abrirse.
–A todo, pero también a reflexionar sobre mí, a conocer el panorama nacional e internacional, a tratar equipos, a sacar jugo donde no lo hay, a imaginar, a crear... La gestión es algo que se puede hacer desde la creación.
–¿Ha tenido que renunciar a mucha parte creativa?
–No, al final son elecciones.
–Hablaba de auto reflexión...
–He crecido mucho y perdido ingenuidad. Me ha enriquecido esta experiencia en cuanto a la generosidad, la humildad, la honestidad...
–¿Qué siente al escuchar el nombre de Almagro?
–Un cariño inmenso, aunque es algo que ya estaba en mi cabeza antes de la gestión.
–Supongo que ahora será de otra forma.
–Me vienen imágenes y emociones en un enorme «travelling».
–Y todavía no ha terminado, ¿qué le queda?
–Cerrar y darle el testigo a Ignacio (García).
–¿Algún consejo?
–Que escuche, que esté muy presente, que imagine, que se atreva, que se arriesgue...
–¿A qué le tiene especial cariño? Eso de lo que, si pudiera, diría «no me lo toque mucho».
–Eso no lo haré, pero siento orgullo de los dos certámenes, el off y el infantil, y me gustaría que no se perdiera el nombre del espacio Miguel Narros...
–...y que siga siendo «poco hortera», como ha definido al festival.
–(Risas) Es que es muy cercano y creo que va seguir teniendo ese poso. Quien quiera hacer otro festival se equivocará.
–Del Barroco al hoy, ¿por qué abrir nueva etapa con esta obra?
–Bueno, entremedias estuvo «La amante inglesa», de Marguerite Duras, entre otras. No he hecho mucho, pero sí alguna cosa. ¿Por qué? Porque me enamoré de este texto de Sergio Blanco.
–¿Qué es «Tebas Land»?
–Una historia sobre el buen trato. Habla de un parricida y de un autor que va a la cárcel para encontrarse con el primero porque quiere escribir una obra sobre el parricidio. Luego sabemos que el condenado fue un niño maltratado... El resultado en estos casos es, evidentemente, la creación de monstruos; lo vemos en grandes políticos de la historia y hasta en Dostoievski, como él mismo cita. La gente que es maltratada siempre tendrá consecuencias nefastas.
–Hay referencias constantes a terceros: Freud, Dostoievski, Sófocles, Maupassant...
–Son otros textos que tratan el parricidio, el maltrato y la relación paterno-filial. Pero siempre de forma explicativa, no pretende que el público sea tonto o listo, sino que se toman como ejemplos de lo que ha sucedido a lo largo de la Historia. Es un tema, por desgracia, más común de lo que pensamos. Al mismo tiempo, también se trata de que este encuentro sea revelador y aporte luz. Le saca de las tinieblas y le va a conducir a una relación de buen trato.
–¿Cuánto del Elejalde real hay en el personaje que interpreta?
–Está Israel el director, el creador...
–¿Puede ser una figura similar?
–Sí, pero, además, hay una parte menos conocida de él, que es la del Israel tierno y con mucho humor, aunque sea un hombre que se escuda más en el drama.
–La obra evoluciona de la pregunta ¿cómo es posible matar? a ¿cómo se puede representar?
–Partiendo de que un autor, que es director a su vez, quiere hacer un texto sobre el parricidio, se toma la idea inicial para girar al egocentrismo del creador. De cómo se forma un texto o una obra de arte. Si usas a una persona para escribir algo estás abusando de ella y, de alguna manera, podrías hasta maltratar a ese individuo, puesto que la puedes conducir a una situación de la que, a lo mejor, no sabes luego sacarle. El acto de crear no siempre es bonito y blanco, puede ser más oscuro y tener unas consecuencias que no conocemos.
–¿Se deben tener cautelas?
–No sé si precauciones como tal, pero hay que ser consciente de los riesgos y de dónde metemos a otras personas.

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