Papel

Nicolás Giacobone: «Me hice guionista para pagar el alquiler»

Nicolás Giacobone: «Me hice guionista para pagar el alquiler»
Nicolás Giacobone: «Me hice guionista para pagar el alquiler»larazon

El autor, guionista de «Biutiful» y «Birdman», filme por el que ganó un Oscar, habla de la relación entre literatura y cine durante la presentación de su novela «El cuaderno tachado».

Un escritor «ensotanado», secuestrado en la planta baja de un domicilio y amenazado a punta de pistola por un director de cine egocéntrico para que escriba el guión de su obra maestra. Nicolás Giacobone, que ganó el Oscar por «Birdman» y que defiende «la rebeldía y la falta de respeto para ser auténtico», se embarca en un «thriller» de medidas claustrofóbicas, «El cuaderno tachado» (Reservoir Books), una novela que sintetiza sus conocimientos literarios y parte de sus aprendizajes o reflexiones del mundo del cine

–En su libro sugiere que hay una lucha constante entre el artista y su mediocridad.

–Cuando uno pretende ser escritor, o artista, una de las cosas más importante es darte cuenta de si eres Mozart o no. Si eres Mozart, no te preocupes: todo será genial. Aunque lo más probable es que no lo seas. Ahí es cuando tienes que comprender la cantidad de trabajo que se tiene que hacer para lograr algo que merezca la pena. Y ese trabajo tiene que ver con mirar qué hay detrás de las pilas de mediocridad en la que vivimos. Cuando escribo literatura y cine me encuentro que todo lo que surge de las primeras capas de basura creativa con la que uno convive. Hay que encontrar qué se encuentra detrás. Te tiene que gustar cuestionarte, dudar de ti mismo.

–¿Y usted es Mozart?

–Soy claramente un no Mozart. Me di cuenta al ver lo que producía cuando era joven. Estudié letras durante dos años y después me encerré a escribir. Leí durante horas a los clásicos, pero cuando uno está frente a la página en blanco, estás solo. Ninguna lectura va a venir a ayudarte. El ejercicio es escribir y escribir. Y es aterrador ver lo malo que uno es al princpio. Yo tuve el valor de reconocerlo.

–¿Hay una reivindicación de la figura del guionista en esta novela?

–El cine es un arte de directores. El director y el escritor suelen tener personalidades distintas. Lo más normal es que haya una colaboración entre ellos, pero el que lleva la locura de hacer cine, de sacar adelante un filme, es el director. Yo siempre he sido consciente de que nunca iba a ser director. Me gusta ser guionista porque, además, coincide con mi manera de vivir: escribo en casa, en pijama, tranquilo.

–¿Cuál es la diferencia entre la novela y el guión?

–Cuando aceptas ser guionista entras en una maquinaria impresionante y coges unas responsabilidades inimaginables que no tienes como escritor. Son dos maneras de escribir distintas. Yo, como escritor, he destruido y quemado mucho. A diferencia de Pablo, mi protagonista en esta obra, nunca dejé la literatura. Pero mi persona se dio cuenta de su mediocridad del uso de la palabra en la literatura, y también percibió que esas mismas limitaciones son muy útiles en el guión, que es una escritura «aliteraria», sin estilo, que no requiere el manejo de la palabra. Solamente entender la escena y la complejidad de los personajes. En el guión, la obra de arte no es la palabra. Yo entiendo la literatura como un descubrimiento oración a oración.

–¿Qué le ha supuesto ganar el Oscar?

–Nunca soñé con él. Me encanta el cine y escribir guiones, pero yo me hice guionista porque necesitaba dinero para pagar el alquiler. Pasó todo abruptamente con «Biutiful». De repente era una aprendiz jugando en un deporte profesional. «Birdman» fue un proceso intenso, de preguntas constantes. Pero el Oscar, en realidad a lo que te ayuda es a tener más trabajo y ser un poco más libre a la hora de crear.

–Alguién dirá que el director de su libro es Alejandro González Iñárritu.

–Santiago no es él, pero surge de las preguntas de este oficio y de la cantidad de energía y de ego y de fuerza que se requieren para hacer una película. Aparte, a Santiago lo llevo a un lugar de locura. La relación de guionista con el director es siempre muy particular y difícil, porque uno, como guionista, tiene que defenderse y dar lo mejor, pero a la vez trabajas dentro de la obra de otra persona. Necesitas el ego para escribir, pero también tienes que aceptar que otros te digan que lo que has hecho es horrible y eso te origina discusiones, debates. Es complicado, pero, de verdad, cuando funciona, lo que se logra es único, algo que uno por sí mismo no hubiera conseguido. Estos problemas no los percibe el público. Y, de hecho, es una de las grandes frustraciones. La gente ve una cinta en un par de horas y al salir, dice: «Está bien. ¿Tomamos pizza». No caen en que acaban de presenciar una batalla que ha durado meses.