Nikola Tesla vuelve a echar chispas
Miguel Ángel Delgado reúne en un libro las cartas y escritos del científico. El volumen es un repaso del visionario y las ideas del hombre de ciencia que fue
Pertenecía a una etapa de la ciencia anterior a la irrupción de los trabajos en equipo y los grandes laboratorios internacionales. Él provenía de una estirpe de científicos que deducían y enunciaban las leyes físicas a partir de la lógica, la observación y el talento, que han sido, durante muchos siglos, la herramientas que ha utilizado el hombre para revelar la realidad que yacía bajo las apariencias de la naturaleza. Nikola Tesla comenzó siendo un teórico, después un innovador, para luego convertirse en un personaje extravagante y acabar siendo olvidado tras su fallecimiento. Pero ha renacido ahora, décadas después, como un mito, un icono de lo revolucionario, una metáfora del genio incomprendido, arrinconado por la sociedad, pero que pudo cambiar el curso de la historia con sus ideas si la suerte le hubiera favorecido.
Energía barata
«Él intuyó antes que ningún otro el mundo al que nos dirigíamos. Tenía una serie de intuiciones. Creía en el potencial de lo inalámbrico. Pensaba que un día hablaríamos sin cables, y que el teléfono lo llevaríamos con nosotros. Cuando todavía estaba desarrollándose el teléfono, ya se refería a una sociedad interconectada, en una idea de red, con unas estaciones repartidas por todo el mundo. Veía que tendríamos como un pequeño aparato en el que podríamos recibir las noticia, el periódico y las llamadas», comenta Miguel Ángel Delgado, autor de «Firmado: Nikola Tesla. Escritos y cartas, 1890-1943», que publica la editorial Turner y que reúne una selección de la correspondencia y los artículos que publicó en la prensa (desde cartas al director hasta columnas de opinión). Una colección que recompone su biografía y esboza una semblanza, de su puño y letra, del hombre, de sus inquietudes, las zozobras que padecía y las quimeras a las que se entregó en los últimos años, cuando los periodistas acudían a él buscando una última locura más, una extravagancia, y no un invento o una teoría que modificara la dirección del mundo.
Pero Tesla dejó detrás un legado incuestionable con el que « bastaría para que fuera reconocido como uno de lo grandes de nuestra civilización tecnológica»: los sistemas de transmisión de corriente alterna a grandes distancias, el motor de inducción polifásico, y la radio. «Inicia un proceso judicial contra Marconi por pirateo de sus patentes, cuyo resultado, favorable para él, no llegará a conocer en vida». Su rivalidad con Edison y su alejamiento de una comunidad científica que no le respetaba le apartaron del centro de la ciencia. «La diferencia entre ingenieros y científicos no estaba tan clara como hoy. En la época de Tesla y de Edison eso no es tan evidente. Cuando irrumpen los jóvenes físicos, hay una ruptura de la generación de Tesla, y con todos ellos, que llegan con una gran formación teórica y matemática. Entre ellos está Einstein. Tesla nunca aceptaría la teoría de la relatividad. En el poema satírico que se incluye en este libro, se ríe de las nuevas corrientes científicas». Pero si Tesla se mofaba de algunos postulados modernos, estos científicos jóvenes sí vieron en él a una persona a quien respetar: «Es verdad que había algo de inspirador en Tesla. Robert Millikan, el descubridor del electrón y premio Nobel de Física, escuchó a Tesla cuando era un estudiante y comentaba de lo sugerente que resultaba oírle por su actitud hacia la investigación y la curiosidad que mostraba. En el 75º aniversario hubo una iniciativa para homenajearlo y entre la gente que participó estaba Einstein. En un texto muy bonito, le felicitaba por el privilegio de ver en vida realizadas sus ideas, sobre todo se refería al motor polifásico y la corriente alterna».
Un visionario
Tesla era una inteligencia que vivía en el futuro. Contemplaba el presente como un puente para alcanzarlo antes. Y la ciencia ayudaba. Imaginó, como Boullée en la arquitectura, y le salió un mundo futurista, lleno de aciertos, pero, también, con sus monstruos. «En 1900, ya ve la posibilidad de una crisis energética. Por entonces se usaba el carbón, pero nadie se plantea que se pueda terminar, porque ha sido el motor de las revoluciones industriales. Él alerta de los problemas que traería su agotamiento. Habla también del aprovechamiento de los bosques y de la deforestación. Y conmina a que se usen energías baratas, renovables y que dañen poco el medio ambiente». La pregunta es: ¿de dónde procedía esa imaginación? ¿Tenía una fuente que le nutriera? «Él ve el mundo como un todo en equilibrio. En vida se interesó por las teorías budistas, y si algo tiene sentido en el budismo es el equilibrio. Si se modifica algo, tendría consecuencias. Poseía una visión global en la que todo dependía de todo. Es una visión muy actual. Cuando hay un cambio en algo, lo alteramos todo. Hay un equilibro perfecto de la energía por la ley de conservación de la energía. Ése es el punto del que parte Tesla, la ciencia. No se refiere a credos o creencias paranaturales». El científico contempla la Tierra como una radio y él sólo busca la frecuencia para conectar y transmitir lo que desea. El dios de Tesla, por tanto, era un dios eléctrico, un dios del rayo. «Muchas aplicaciones son teóricas. Crear auroras artificiales que iluminen las ciudad. Y las auroras son tormentas eléctricas. Sus ideas se basan en un principio físico; otra cosa es que se pudiera controlar o que fuera beneficiosa lanzar electricidad a la atmósfera. Él también plantea controlar el clima a través de la electricidad para que llueva o para provocar terremotos. Luego se ha usado eso para crear el mito de científico inventor de máquinas destructoras que estaría usando EEUU, pero sólo son aplicaciones de tecnología inalámbrica».