«Noctem», miedo en primera persona
Adrián Lastra protagoniza una cinta, de Marcos Cabotá, sacada de sus vivencias y de propio pánico por lo paranormal
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Adrián Lastra protagoniza una cinta, de Marcos Cabotá, sacada de sus vivencias y de propio pánico por lo paranormal.
Adrián Lastra es un miedica en toda regla y no le cuesta reconocerlo. «Lo soy, y mucho», confiesa el actor. Se pone películas de miedo «por masoquismo», le da miedo la oscuridad, todo lo paranormal y es «muy psicótico». «No soy obsesivo, aunque si veo que pasa algo muy “heavy” me voy». Se tensiona, vomita, maldice, llora. De ahí que le diera especial importancia a «las cosas que empezaron a pasar en mi antigua casa». En pleno centro de Madrid, en Huertas, algo ocurría en aquellas cuatro paredes que le paralizaban: «Quizá para la gente pueda ser algo normal, pero mí era terrorífico», recuerda el actor. Se lo contó a sus colegas «Basti» (Esteban Piñero) y Álex (González) y se decidió a grabar un vídeo para que le creyeran. Le costó, lo hizo, pero nada: «Ahí no se veía nada». Aun así, fueron sus amigos quienes le pasaron el documento a Marcos Cabotá y «comenzó todo».
A partir de ese vídeo, el director y guionista montó una historia ficticia, aunque basada en los hechos reales de esa anécdota del intérprete, que advierte: «Porque yo no tengo el demonio en casa. Ni dentro. Ni he desaparecido». Ahí comienza «Noctem», un falso documental en el que Adrián Lastra y «Basti» –no hay personajes, «somos nosotros, el grupo de colegas»– han desaparecido y de los que, meses después, solo se tienen noticias a través de un móvil que acaba de aparecer. Es el suyo, el mismo con el que han grabado sus últimas aventuras y el hilo argumental sobre el que echa a andar una película que va de Madrid a Cancún huyendo de Araquiel.
«Una película rara», define Lastra de un proyecto que no ha usado las técnicas del cine. Era el propio elenco el que grababa como si llevaran un móvil. «Nos metíamos solo en un mercadillo si hacía falta, sin director, ni gente de sonido, ni nada. Hacíamos 3 o 4 tomas y listo. No teníamos más que una cámara con estabilizador para no marear al espectador», cuenta el actor. «Pero lo bonito para mí de esta cinta es que muchas veces sucedían cosas que tú no sabías o esperabas. Y, encima, yo hablo muy mal cuando tengo miedo. Ahí sí que me sale el demonio por la boca».
Así le pasó en durante la grabación: «La escena en la que tenemos que escapar de la casa la rodamos tres veces. A la primera, vi a “Basti” que se fue a una esquina blanco y con amagos de vomitar, la segunda vomité yo, y, en la tercera, los dos echábamos la bilis. Me tuvieron que pinchar Urbason en el culo», jura Lastra, «nos lo tomábamos muy en serio». Secuelas de una casa en la que «pasaban cosas» y en la que la pandilla se dejó hasta el alma.