Paul Preston: «Soy republicano, pero la monarquía ofrece una jefatura de Estado neutral»
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En su nuevo libro, «El final de la guerra», desmenuza las actuaciones de Segismundo Casado, Besteiro y Negrín en los últimos días de la contienda
Paul Preston (Liverpool, 1946) es una persona que impone. Y no sólo por su vasta cultura y su absoluto dominio del español. El historiador, probablemente una de las personas con más conocimientos sobre la Guerra Civil –a la que define como el «Holocausto español»–, puede parecer un hombre serio. Pero en las distancias cortas resulta de lo más encantador y con gran sentido del humor. Nos recibe en su despacho de Londres para hablar de «El final de la guerra» (Debate). En el libro describe con minucioso detalle las relaciones de los protagonistas del golpe militar en el bando republicano que determinó el desenlace de un sangriento conflicto entre hermanos del que ahora se cumplen 75 años.
–Empecemos presentando a los tres grandes personajes. A Julián Besteiro, máxima autoridad republicana en los últimos días de la guerra, le describe como un hombre con ingenuidad culpable.
–Era muy orgulloso, pero también bastante ingenuo, quizá precisamente por su alta estima en sí mismo. Estaba convencido de que no le iba a pasar nada, que la dictadura iba a ser blanda. Como si no hubiera leído los periódicos. Ya había sobradas evidencias de lo que Franco había hecho en las zonas conquistadas. De Besteiro es interesante sus relaciones con la Quinta columna y su dimensión de venganza por todo lo que había pasado antes de la guerra. Había sido víctima de Largo Caballero y de Prieto, aunque echa luego toda la culpa a Negrín.
–A Segismundo Casado, que encabeza dentro del bando republicano el golpe de Estado que derriba al Gobierno de Juan Negrín, le presenta como el «malo» de la película.
–Es de una arrogancia arrolladora. Llegó incluso a creerse el redentor de España. Mintió a todo el mundo. A los militares les dijo que iban a conservar sus puestos. A los anarquistas, que sin Negrín y los comunistas podían montar un esfuerzo bélico más eficaz. Los historiadores nos hemos tragado durante mucho tiempo sus memorias. Se vanagloria de haber hecho mucho por la población republicana para evitar la masacre, cuando lo que pasó en realidad fue todo lo contrario. Por su arrogancia y deshonestidad, fue el culpable de una catástrofe humanitaria.
–A Negrín, el presidente del Gobierno de la II República, le ve sin embargo como la persona que trató de evitar esa catástrofe.
–Para mí, lo que le define como persona es que, después de la guerra, fue el único que no culpó a nadie. Lo que él quería era una rendición pactada para no dejar a decenas de miles de personas a la merced de la venganza de Franco. A Casado, sin embargo, animado por su odio a los comunistas, lo único que le interesaba era su carrera y fama posteriores.
–¿El propósito de Negrín era alargar la contienda para hacerla coincidir con la II Guerra Mundial?
–Él quería ganar tiempo para organizar una evacuación. Al comienzo de este periodo, la República tiene aún bastantes bazas. Cuenta con la tercera parte del territorio y la población española, que no es poco. Franco todavía no había ganado. Pero le hace finalmente el trabajo Casado. Si Casado no hubiera hecho su golpe, Negrín habría contado ya con pocas posibilidades, pero quizá le habría dado tiempo a organizar esa defensa escalonada de evacuar a las personas que estaban en más riesgo. Si la Guerra Civil se hubiera alargado o estallado antes una contienda mundial, esto habría hundido a Franco porque se habrían retirado enseguida los alemanes e italianos. Y además los gobiernos británico y francés habrían visto que la República española era un buen aliado... eso lo habría cambiado todo.
–¿Estamos hablando de que por cinco meses la historia de España habría sido otra distinta?
–El problema con esos futuribles es hasta qué punto sabemos si la Républica hubiera resistido, porque ya nos metemos en el follón de preguntas y contrapreguntas. El gran problema fue Múnich, el comportamiento traicionero del primer ministro británico Chamberlain al ceder a los deseos de Hitler, el cambio de actitud de Stalin... Poco después de ese acuerdo se desencadena la II Guerra Mundial. Si todo eso habría sido igual, si la Républica hubiera resistido no se puede saber. Pero sí se habría salvado la vida de decenas de miles de españoles que acabaron en cárceles, campos de concentración y pelotones de fusilamiento.
–¿Qué interés tenía la comunidad internacional de acabar con la República?
–Por parte del Reino Unido había un interés total. El Gobierno conservador pensaba, equivocadamente, que la República era una marioneta de los soviéticos. Y, además, Chamberlain pensaba todavía que había posibilidades de llegar a un acuerdo con Hitler. No contaba con que éste iba a hacer una alianza con Stalin. Francia también tenía un Gobierno conservador que seguía con gusto las indicaciones de Londres. A Alemania e Italia, por razones obvias, les convenía estar al lado de Franco.
– ¿Cree que España podría conocer algún día la tercera República?
–¡Menudos problemas tengo con el pasado para empezar a analizar el futuro! De momento, es difícil. No lo veo como una posibilidad inmediata. Hay que ver cómo pilota el barco del Estado el Rey Felipe. Dependerá todo también mucho de la economía. Con una recuperación, las críticas a la monarquía disminuirán.
–Es un historiador que lleva un pin en la solapa con la bandera republicana y sin embargo le da una oportunidad a la monarquía...
–Yo me considero republicano, pero no soy tonto. En el caso de Inglaterra, la monarquía es un elemento de estabilidad, no estorba. Cambiar conllevaría una crisis innecesaria. En el caso de España, es un país con tanta crispación y donde hay tantos asuntos que aún no se han resuelto de la Guerra Civil que lo que ofrece la monarquía es una jefatura del Estado neutral y eso es muy importante. Lo que pasa es que durante la crisis económica ha habido dos grandes rechazos a la clase política: por la corrupción y por la incompetencia. Y de eso se han alimentado Podemos y UKIP, en el caso del Reino Unido. La monarquía es la cúpula del sistema político y por esta razón unido a los problemas personales del Rey Juan Carlos se ha convertido en diana de críticas. Pero con la abdicación, ha dado la posibilidad de empezar casi de cero. Una posible recuperación económica reduciría las críticas. Ahora bien, si la situación va a peor, veremos qué pasa.
–¿Cómo contempla la cuestión soberanista de Cataluña?
–Es muy deprimente. Yo estoy a favor de dar a la gente la posibilidad de votar. Pero un referéndum no sería para mañana. Eso es un proceso largo. Habría que tener lo que hubo aquí con Escocia, un debate civilizado para que la ciudadanía pudiera ver los problemas y ventajas para ambas partes de una separación. En España lo que hay son acusaciones de unos y otros. No ha habido un debate, que se podía haber empezado cuando comenzó la reforma del Estatut.
–¿Ve a Podemos igual que al UKIP?
–Ambos han surgido de un clima de protesta. Lo que tienen en común es que si llegan a gobernar, que eso está por ver, tienen una falta total de experiencia y una cosa es protestar y otra, gobernar en un contexto de globalización y problemas económicos.