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Peter Fonda, el hippie rebelde

El actor, recordado protagonista de «Easy Rider» e hijo de una leyenda de Hollywood, muere a los 79 años.
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El actor, recordado protagonista de «Easy Rider» e hijo de una leyenda de Hollywood, muere a los 79 años.
Henry Fonda fue uno de los grandes actores del Hollywood clásico. Sus hijos, Jane y Peter Fonda, dos privilegiados que crecieron entre algodones, rompieron con su padre y el «patriarcado» asfixiante con estridencia. Jane se «comprometió» con la causa comunista y contra la guerra del Vietnam. En 1972, visitó las tropas norvietnamitas y posó encima de un cañón en su visita al frente. La Prensa, escandalizada, la llamó «Hanoi Jane» y el Congreso discutió si la actriz debía ser encausada por traición. La rebeldía de Peter Fonda fue más discreta. Con sus películas de moteros se convirtió en el nuevo rebelde con causa de la contracultura hippie. Antes de producir «Easy Rider», Peter Fonda había trabajado con Roger Corman, con guión de Jack Nicholson, en «The Trip» (1967), una película psicodélica en la que un director de cine en crisis se toma un tripi que le vende Denis Hooper. Por primera vez se plasmaban en la pantalla los efectos alucinógenos que producía un «viaje» de LSD. Una explosión de psicodelia naif, reducida a un juego de colores del kaleidoscopio, imágenes desenfocadas y sensación de vértigo a base de sobreimpresionar dibujos Op-Art girando sin fin en la cabeza de Peter Fonda.
Más divertido era su filme precedente, dirigido también por Roger Corman e interpretada con Nancy Sinatra, «Los ángeles del infierno» (1966), que inauguraba el cine de sexo, drogas y rocanrol, y cuyo mejor resumen son las frases publicitarias: «Su credo era la violencia... Su Dios, el odio... y ellos se autodenominaban “Los ángeles del infierno”».
Pese a ser unos moteros malvados y antisociales, es digno de reseñarse el discurso final de Peter Fonda, convertido en el icono del rebelde con causa de la era hippie: «¡Queremos ser libres! Queremos ser libres de hacer lo que nos plazca. Queremos ser libres para conducir. Libres para conducir nuestras motos sin ser jorobados por El Hombre!». Convertido en el actor de moda, Fonda protagonizaría junto a Denis Hooper otro viaje alucinante al fondo de sí mismo en uno de los filmes de culto de la psicodelia, «Easy Rider» («Buscando mi destino», 1969), arropados por la canción «Nacido para ser un salvaje».
El éxito de estos dos moteros que viajan por la América profunda llevando un cargamento de cocaína, la droga de moda entre los artífices del Nuevo Cine Norteamericano, se impuso como modelo del héroe rebeldehippie. Fonda interpreta a Hewitt, el Capitán América de la contracultura. «Easy Rider» está considerada como fundacional del Nuevo Hollywood. Tras su estreno, los dos protagonistas simbolizaron a los primeros mártires de la causa hippie, pues eran asesinados al final de la película, de forma absurda, por unos pueblerinos repulsivos, envidiosos sin duda de su libertad motera y soberanía capilar.
En el filme, son dos «camellos» que viajan por la América profunda cabalgando dos impresionantes Harley-Davidson vestidos de vaqueros hippies. Como en un western posmoderno, viven a la intemperie. Se muestran desdeñosos con los paletos que no atinan a ver en ellos la encarnación de la nueva América que pasa del «sistema» y trata de redimirlos mediante la liberación sexual, el buenismo y el hedonismo de las drogas, capaces de alzar el velo del auténtico yo, escondido tras años de represión pequeño burguesa. En su ridícula megalomanía, son incapaces de comprender por qué aquellos granjeros no los admiran como a los nuevos Capitanes América de la liberación personal.
Cascos pintados y banderas
Lo curioso es que esta fantasía mitomaníaca hippie del viaje de Hooper y Fonda estaba literalmente calcada del autobús «Further» de Ken Kessey, que conducía Neal Cassidy, y que inició su viaje a través de América el 14 de junio de 1964. Al igual que Kesey se sentaba en el techo del autobús envuelto en una bandera con las barras y las estrellas, drogado, leyendo tebeos del Capitán América, en su papel de «Capitán Bandera», Fonda lo imitaba en el filme con su Harley y su casco pintados con la bandera norteamericana.
Esta ingenua rebelión contra el orden establecido y el imperio de la ley era una contestación un tanto desproporcionada al conservadurismo cultural y al puritanismo de sus mayores. Esos mismos que habían hecho posible la sociedad del bienestar contra la que se rebelaban, la libertad de la que gozaban, el individualismo del que alardeaban y el consumo masivo que despreciaban, sin renunciar a ninguna de sus ventajas. Si se exceptúa la singular «Lilith» (1964), de Robert Rossen, junto a Jane Seberg, y el tremendo batacazo que supuso «The last movie» (1971), dirigido por Dennis Hooper, y en la que Peter Fonda hizo un papelito, su filmografía naufraga entre filmes de terror de serie B y pelis de fantasía y ciencia ficción de baja calidad. Peter y Jane Fonda se reconciliaron con su padre en «Wanda Nevada» (1979) y «En el estanque dorado» (1981), respectivamente, unos años antes de su muerte.