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Pilar Eyre: «Me enfrento al sexo de forma clara, no me gustan los eufemismos»

La escritora y periodista presenta «Nomeolvides», la segunda parte de su tórrida historia de amor con el misterioso Sébastien.
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La escritora y periodista presenta «Nomeolvides», la segunda parte de su tórrida historia de amor con el misterioso Sébastien.
Después de «Mi color favorito es verte», la periodista y escritora vuelve a poner el foco sobre sí misma para contar la «gran decepción» que fue quedar como finalista del Premio Planeta y todo lo que sucedió después de aquella noche. En medio de una gira promocional, Pilar Eyre sigue intentando conseguir a Sébastien, su gran amor, pero parece que a cada paso se aleja de él. Con la misma soltura de la primera entrega, Eyre lo cuenta todo en «Nomeolvides» (Planeta) porque no le gusta «hablar con tapujos. Además, entre adultos, todos estamos curados de espanto».
–El primer libro la metió en muchos problemas por la honestidad con la que hablaba de todo y de todos. En este segundo, vuelve al mismo tono...
–Con el primero realmente me di cuenta de lo que había escrito cuando vi el libro publicado (porque concurrí al Premio Planeta) y dije: «¡Madre mía! ¿Cómo he sido capaz de escribir esto?». Y el tono de esta novela es el mío: un estilo muy depurado, aunque no lo parece. Ana María Matute me dio un consejo hace años que sigo a rajatabla: «Para conservar un estilo fresco ha de escribir rápido y corregir lento». Así que yo escribo por las mañanas, en plan torrencial, y por las tardes corrijo, corrijo y corrijo. Y hablo explícitamente: al miembro masculino le doy el nombre que le damos todos cuando hablamos, al femenino, lo mismo porque, si los hombres lo están haciendo desde hace tanto tiempo, ¿por qué nosotras no? ¿Por qué somos damiselas cursis? Pues yo me enfrento al sexo de una forma clara, no me gustan los eufemismos.
–Esa postura frente al sexo podría considerarse feminista, pero contrasta con la manera en que persigue a este hombre a toda costa.
–Me lo han dicho. En alguna presentación se levantó una señora y me dijo: «Parece mentira que, cuando por fin hemos superado tantas cosas como mujeres, usted pierda la cabeza por este hombre y deje que la maltrate». Yo, sinceramente, creo que la pasión y el amor son los grandes motores del mundo. Los éxitos profesionales, sí, me hacen feliz (cuando se reedita uno de mis libros doy unos botes que llego a las lámparas), y soy madre y adoro a mi hijo. Pero, ¿qué hago con esta mujer, la que no es profesional y no es madre? Es una mujer que quiere vivir, disfrutar y enamorarse.
–En el libro también hay mucha crítica al mundo editorial y al periodismo. Un poco arriesgado, ¿no?
–Sí, quise retratarlo y el de los premios y las pequeñas infamias de nuestra profesión porque conozco bien de qué pie cojeamos los periodistas. Y luego la disyuntiva entre la honestidad y el amor, la elección que me planteo. También hablo de la soledad y del afán de conservarme joven. Cuando entregué el manuscrito en la editorial lo hice con cierto miedo porque allí relato cómo estuvieron a punto de quitarme el premio de finalista que gané por el libro anterior, y eso había sido un proceso totalmente secreto. Pero no me hicieron absolutamente ninguna crítica ni me censuraron nada, escribí exactamente lo que quise.
–Además, la vida de Sébastien se comenzó a desmoronar cuando dijo que era una persona real, cosa que a usted ni se le ocurrió, ¿pecó de inocente?
–Yo creía que el premio lo atraería a mis brazos, y la verdad es que las consecuencias fueron otras. Él me buscó, claro, pero para hacerme una proposición inesperada. Lo vi en una firma en una librería en Barcelona; ya estaba por irme cuando sentí que alguien entró por la puerta, así que tomé un libro de forma automática y, entonces, vi su mano encima de la mesa. Cayeron bolígrafos y libros, me tiré a sus brazos y, a partir de ahí, comienza el desenlace de nuestra historia. Eso sí, el asunto de Sébastien termina en este libro; estoy convencida de que no lo voy a volver a ver y me gustaría limpiar mi vida de él.
–Pero, ¿todavía lo quiere?
–Yo creo que sí. He tenido que revivir nuestra historia cada vez que me sentaba a escribir, entonces es como una herida abierta a la que le vas echando sal y vinagre.
–¿O sea, que se queda con un sabor amargo?
–Yo creo que me ha dado la oportunidad de amar desaforadamente porque lo que te hace grande es querer, no que te quieran.
–Al final, una tragedia la salva de perder el premio y a Sébastien, de perderlo todo. Vaya ironía, ¿no?
–Sí, pero no es un libro trágico. Escribí con humor. Me río mucho de mí misma. Además, creo que el final es luminoso porque te demuestra que por mucho que hayas sufrido o amado, que te hayas dejado la piel por un hombre, al fin y al cabo, estás viva. Y si estás viva puedes volver a querer. Hay historias, hay esperanzas.
–¿Qué historias contará ahora? ¿Seguirá escribiendo las suyas?
–Me he acostumbrado a hablar de mí misma, y me encanta. Cuando ya no sepa de qué hablar, entonces sí, quizá me dedicaré a los otros personajes. De momento tengo otro proyecto, es una novela, que empezaré a escribir en enero. Pero la vida te lleva por otros caminos; yo antes siempre preparaba biografías, aunque todos estos libros están pospuestos ahora porque mis aventuras han tomado protagonismo. La gente me dice que a mí me pasan cosas increíbles, si bien yo pienso que la vida de todos es novelable.
–Pero no todo el mundo tiene las herramientas para hacerlo.
–Quizá, pero pienso que las mujeres somos hermanas en muchas cosas. Yo creo que los amores obsesivos son propios de nosotras, aunque a lo mejor también de los hombres. Tanto unas como otros me han contado de esas relaciones que han sido únicas y no han olvidado. Ortega y Gasset dijo que hay quien solamente tiene una persona destinada a él o ella en todo el mundo. Y si la encuentras, en realidad, es una gran putada, porque eso te deja amputada para querer a otros.
–¿Así que cree en la media naranja?
–O, mejor, cada tramo de vida tiene al hombre de su vida. Si le preguntaras a mis hermanas que si soy enamoradiza te dirían, a coro: «¡Sí!». Pero yo creo que en cada época de mi vida he tenido un amor importante. Y todavía me queda mucho por vivir.