¿Política o educación?

Cuando la disyuntiva se plantea en estos términos, solamente el análisis hace ver su falacia. Porque ya Platón en su alegoría sobre el alma sentó que el ser humano necesita que le crezcan las alas (parte racional) para dominar el caballo negro (tendencias negativas) y el blanco (tendencias positivas). Así, primero, es educar ciudadanos; después, infundirles la idea del bien común. Como escribió M. G. Jovellanos en la «Memoria sobre la instrucción pública» (1802), «la educación es una necesidad y la ilustración, un deber».

Hoy la realidad es otra. En la España actual la política ilustrada brilla por su ausencia. En vez de política educativa, se ve como normal hacer política con la educación, utilizarla como arma ideológica o partidista. De poco sirve recordar que la Historia dictará sentencia; a los que así proceden y les trae sin cuidado. ¿Y será verdad que a nadie se le despierte y avive el alma pensando que con sus acciones políticas están condenando al fracaso a varias generaciones de españoles? Si el sistema educativo actual, más allá de informes Pisa, está en ruinas? ¿Argumentos? En septiembre realicé una prueba de acentuación, puntuación y redacción a trescientos estudiantes de primer curso de los Grados de Comunicación Audiovisual y de Periodismo. Accedieron con una nota de corte de 8,22 y 7,25, respectivamente. Ni uno hubo que realizara el examen sin fallos. ¿Acaso no sorprende que estos jóvenes ni siquiera sepan escribir correctamente la palabra «currículum vítae» para solicitar un trabajo?

La raíz del mal está en el sistema. Y por sistema no entiendo solamente profesores y alumnos, sino también el aparato burocrático o administrativo. Asfixió lo poco que florecía antes de la nefasta Logse, facilitó la irrupción de los bárbaros, léase pedagogos, en el imperio de la educación y desterró a los didácticos vocacionales.