«¿Por qué hay que novelar siempre nuestras derrotas?»
Santiago Posteguillo retrata la vida de Trajano
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El mito de una civilización nace siempre de sus ruinas. Roma nos ha dejado en sus vestigios el eco de su grandeza y decadencia. Un rumor de foros abandonados y «coliseums» turísticos que nuestra imaginación ha completado con cierto romanticismo equivocado y tópicos. Posteguillo ha recuperado de esos solares arruinados el nombre de Trajano, el español que adecuó el imperio heredado a la escala imposible de sus sueños. Le ha retirado las capas de olvido que recubrían su memoria y lo ha «literaturizado» para quitarle esa aridez de mármol que deja el tiempo en el rostro para mostrarnos la figura con la corporeidad de sus luces y sombras. Le introdujo en «Los asesinos del emperador» y ahora lo aborda de nuevo en «Circo Máximo», una novela que ya va por la segunda edición y que reúne dentro más: la histórica, la judicial, la de aventuras, la bélica.
Las influencias de Grisham
Con las gafas de sol y la chaqueta sobre el hombro para paliar el calor duro que cae en el yacimiento arqueológico de Itálica, subraya que la historia hay que relatarla siempre desde el «ángulo más inesperado» para el lector. «Las carreras y las campañas en la Dacia forman el marco del libro. Pero faltaba un eje, un complot, y como siempre me han gustado las obras de Grisham, introduje el relato de esta vestal acusada inocentemente de cometer el peor de los crímenes: tener relaciones con un chico. Y como Plinio el joven era el mejor abogado de la época, recurrí a él para contar cómo sería este hipotético juicio».
–Trajano era hispano. ¿Lo ha escogido por eso?
–Es una forma de relacionar España con Roma. Y es un emperador del que debemos estar orgullosos. Ahora, los lectores puede recorrer toda nuestra historia a partir de las novelas históricas de autores españoles. Pero aún quedan rincones por explorar.
–¿Qué rincones?
–No entiendo por qué hay que novelar siempre nuestras derrotas. Hay cosas del pasado de las que nos podemos avergonzar, pero existen otras de las que hemos de estar orgullosos. Trajano es una de ellas. Europa se ha pasado la vida castigándonos con nuestra leyenda. Creo que debemos recuperar lo que hemos hecho bien.
Posteguillo es un escritor riguroso con los hechos. Cuando no encuentra la «inspiración» literaria, se vuelca en la documentación para profundizar en las esquinas menos perfiladas de sus novelas. Lo que no encuentra se lo pregunta a otros especialistas hasta encontrar la respuesta que se le resistía. Y, si no aparece, viaja para visitar lo que queda de Sarmizegetusa, la capital de Dacia, o los últimos puestos del limes romano, donde terminaba el mundo. Ahí encuentra el rastro que perseguía y los detalles que van dando verosimilitud a la narración. En todo ejercicio histórico es inevitable la comparación. A la pregunta de qué comparte nuestra época con la realidad de Trajano, acude a la ironía: «Bueno, en una época de crisis, como la que presenció él, decidió no subir los impuestos. Es una opción. Es cierto que tenía la capacidad de devaluar la moneda». Otro aspecto es que decidió hacer públicos los gastos de la familia imperial. «Es curioso que obligaba a devolver el dinero a los corruptos. También empleaba métodos expeditivos. A Bárcenas le obligaría a que devolviera el dinero o, de lo contrario lo arrojaba a los leones. Eso convencería a cualquiera. Durante su gobierno también impuso fiscales para que controlar a los gobernadores de las provincias. Es curioso, ¿no?».
–¿Cree que era un buen político?
–Para mí, un buen gobernante es el que toma decisiones adelantadas para su época. Creo que Trajano sí las tuvo.