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“Port Arthur”: La impenetrable lógica del mal

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Autor: Jordi Casanovas. Director: David Serrano. Intérpretes: Adrián Lastra, Javier Godino y Joaquín Climent. El Pavón Teatro Kamikaze. Madrid. Hasta el 21 de abril.
Acompañando a Jauría en el programa doble que El Pavón está dedicando al teatro documental, se ha estrenado esta obra, escrita también por Jordi Casanovas, que ha hecho mucho menos ruido que la otra, pero que tiene el mismo nivel –altísimo nivel– de calidad artística. El texto de «Port Arthur» está basado íntegramente en los interrogatorios a los que fue sometido Martin Bryant por dos inspectores de policía cuando lo detuvieron acusado de perpetrar una matanza en Australia que se saldó con 35 muertos y más de una veintena de heridos. Lo curioso es que, durante esos interrogatorios, Bryant parecía no recordar prácticamente nada de lo que hizo, lo cual dio motivo para sospechar de su culpabilidad y para armar algunas teorías conspiratorias que apuntaban incluso al gobierno como posible responsable de los asesinatos en virtud de la aceptación popular que tendría tras estos crímenes una reforma de la ley de armas que la administración quería llevar a cabo. La obra está construida con mucha pericia dramatúrgica para que pueda ser vista de principio a fin como un auténtico thriller, de manera que el espectador tiene que ir reconstruyendo los hechos sin saber nunca si el acusado está fingiendo o podría ser verdaderamente inocente. Hay que reconocer que, para generar ese efecto de incertidumbre en el patio de butacas, el director David Serrano ha falseado un poquito la imagen de Bryant, dotándolo, en la magnífica interpretación que hace de él Adrián Lastra, de una ternura que cuesta más advertir en los vídeos que circulan por internet del interrogatorio real. Dramáticamente, la pequeña trampa funciona a las mil maravillas, porque la reflexión más importante que subyace en «Port Arthur» no es tanto de naturaleza histórica como psicológica. Es decir, el autor y el director no tratan tanto de esclarecer unos determinados hechos como de enfrentar a los otros dos personajes, y con ellos a los espectadores, con una verdad que se revela –como tantas veces en nuestras vidas– esquiva, incomprensible y descorazonadora. Joaquín Climent y Javier Godino hacen una formidable composición de dos policías, semejantes a dos personas cualesquiera, que necesitan encontrar en Bryant un solo motivo que pueda dar sentido a la tragedia. Sin embargo, la realidad se obstina contra ellos, y contra todos, mostrándose tal y como quizá siempre ha sido: caótica e incognoscible. Como consecuencia, tanto los «conspiranoicos» como los oficialistas saldrán de la sala igual de convencidos de sus tesis que estaban antes de entrar en ella; pero también saldrán azorados, todos ellos por igual, después de haber visto el reverso más yermo y sombrío del alma humana.
LO MEJOR
Por fin alguien decide salirse del simplón estereotipo de los personajes de policías
LO PEOR
Cuesta un poco reconstruir con exactitud la secuencia cronológica de los hechos que se investigan

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