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Producida por: Querejeta

El emblemático cineasta, sin el que no se puede entender la industria española, falleció ayer a los 78 años

Con sus películas, Elías Querejeta mostró el lado oscuro de la sociedad española
Con sus películas, Elías Querejeta mostró el lado oscuro de la sociedad españolalarazon

Hay, por supuesto, un Elías Querejeta para cada director. No es lo mismo escuchar a Carlos Saura, que rodó con él trece películas en diecisiete años, que a Francisco Regueiro o Víctor Erice, que rodaron dos. Cuando Saura evoca el momento en que aparece en su vida, después del fracaso de «Llanto por un bandido» y de pasearse por unas cuantas productoras que se niegan a financiar «La caza», Querejeta es un salvavidas, alguien que confía a muerte en una película que se convertirá, gracias al millón de pesetas que invierten cada una de las partes contratantes, en la estimulante declaración de principios del Nuevo Cine Español, rabiosa radiografía de un país asfixiante y asfixiado, cuya dictadura silenciaba a las voces disidentes a golpes de tijera. Cuando Regueiro, que filma bajo su batuta «Si volvemos a vernos», habla de él, lo hace en términos menos halagüeños: «Elías se empeñó en controlar mucho la producción (...), me obligó a rodar de una manera muy ''correcta'' toda la película, sin permitirme licencia alguna, como los famosos saltos de eje (...). Siempre me ha intimidado, me ha comido el terreno». Si le preguntáramos a Erice, y teniendo en cuenta que «El sur» fue una bella película inacabada porque Querejeta cortó el grifo –poniendo coto al maniático y lento perfeccionismo de su mimado protegido– de su financiación, su opinión sería acaso más extrema.

Es vox pópuli que a Querejeta le gustaba meter baza en todas las fases de producción de la película; que se colaba en la sala de montaje a pulir la visión del cineasta en quien confiaba (el montador Pablo G. del Amo, uno de sus colaboradores habituales, lo llamaba «el carnicero»); y que, a través de ese control casi mesiánico, elaboró una marca registrada, un sello, que en muchas ocasiones destacaba por encima de la autoría de sus realizadores. Sin embargo, lo que es incuestionable es que el Nuevo Cine Español, la corriente de renovación compuesta por cineastas como Eceiza, Saura, Erice o, ya tardíamente, el primer Gutiérrez Aragón, no existiría si no fuera por él. Películas como «La prima Angélica», «Cría cuervos» o «El espíritu de la colmena», que sacaron a nuestro cine del aislacionismo franquista, que lo dieron a conocer en festivales internacionales como Berlín o Cannes, no formarían parte de nuestra historia.

Defendía, como Saura, los rodajes en orden cronológico, porque, decía, era el único modo de ver cómo crecía la película, cuáles eran sus necesidades. Era un gran admirador del cine americano, y de ahí provenía su adicción al clasicismo en la puesta en escena, pero, en términos narrativos, las películas que produjo en los sesenta y setenta rompían con la tradición adocenada del populismo del cine de la época. Con Saura inventó ese cine metafórico que ponía en el patíbulo los caprichos del franquismo para asesinarlos con abstractas, casi crípticas pullas rellenas de pólvora. Fueron años de lucha desde la malicia del subtexto. Otros tiempos, definitivamente: una película de Saura podía superar el millón y medio de espectadores sin grandes alardes de promoción.

Convertido el director de «Ana y los lobos» en imagen corporativa del Nuevo Cine Español en el extranjero, a Querejeta le faltó tiempo para explorar otros mundos que están en este. Recordaba con especial orgullo la experiencia de «El desencanto», uno de los grandes documentales de la historia del cine español. Evocaba que, en cuanto comentaba a gente de la profesión que iba a embarcarse en el proyecto de Jaime Chávarri –ese psicodrama de la familia Panero que, filmado en descarnado blanco y negro, era también psicodrama de una España bipolar, poética pero aplastada por la conciencia de clase, maldita y prepotente–, lo tomaban por loco. ¿Qué público iba a tener una película tan fuera del mundo, tan extraña a los cánones? A Querejeta eso no le importaba: si la fe en la película era firme, su entusiasmo podía llegar a ser suicida.

Si la fe que tenía en la película era firme, su entusiasmo podía ser suicida. Ejercía un control total sobre sus producciones que irritaba a algún director, pero que creó un sello personal sin el que no se puede entender el Nuevo Cine Español y la internacionalización de nuestras películas. Querejeta fue un salvavidas y el renovador de una industria que rompía con el populismo y la tradición

«El productor y mi padre»

La última línea de la película «15 años y un día», dirigida por Gracia Querejeta y estrenada hace unos días, incluye una premonitoria dedicatoria: «A mi padre». La hija del productor anunció ayer que no habría actos de recuerdo más allá de los familiares, y declaró de manera breve que «se ha ido Elías Querejeta, el productor, y también mi padre».