¿Qué hacen 15 aristócratas encerrados en un salón?
La pregunta no tiene respuesta. Disfrutan primero, piensan que el encierro será cosa pasajera. Y después... Anne Sofie von Otter y John Tomlinson, entre otros, son las voces que encabezan el elenco del estreno mundial de «El ángel exterminador».
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La pregunta no tiene respuesta. Disfrutan primero, piensan que el encierro será cosa pasajera. Y después... Anne Sofie von Otter y John Tomlinson, entre otros, son las voces que encabezan el elenco del estreno mundial de «El ángel exterminador».
Ovejas, un oso con un rifle, tambores de Calanda y 21 aristócratas encerrados en un salón altoburgués incapaces de hacer lo más sencillo: abrir la puerta y salir... Todo eso es «El ángel exterminador». Y más. Comprensible, lógico y racional es lo único que no es. El propio Buñuel, «pope» del surrealismo, desmontaba de raíz las interpretaciones. En la versión francesa añadió el siguiente comentario: «Si el filme que van a ver les parece enigmático e incoherente, también la vida lo es. Es repetitivo como la vida y, como la vida, está sujeto a múltiples interpretaciones. El autor declara no haber querido jugar con los símbolos, al menos conscientemente. Quizá la explicación de ‘‘El ángel exterminador’’ sea que, racionalmente, no hay ninguna». Y, a pesar de todo, esta cinta de 1962 sigue apasionando, irritando y generando debate.
No poco se volverá a hablar de Buñuel y su extraño mundo subconsciente el próximo jueves en Salzburgo, dentro de cuyo Festival de verano se estrena una versión en ópera de la aclamada cinta del aragonés. El pujante Thomas Adès, de 45 años, ha sido el encargado de dar forma a esta producción que, tras Salzburgo, viajará a Londres, Copenhague y Nueva York. La idea venía rondándole la cabeza desde hace 16 años, pero problemas con el copyright y otros proyectos como «La tempestad» de Shakespeare lo llevaron por otros derroteros. Ahora, tras varios años de exhaustivo trabajo, ha logrado poner en pie una ópera que, como el filme, «no tiene explicación» y es, en cierto modo, circular e infinita. El propio Adès conducirá el espectáculo, que cuenta con la dirección de Tom Cairns y la dramaturgia de Cristiano Arseni. Asegura Adès que su idea musical era «hacer frente a la creación de una atmósfera emocional», pues los 21 aristócratas encerrados (el libretista los ha fusionado en 15 para este montaje) no lo están en virtud a fuerzas extrañas, sino a su propia psicología. Según Arseni, el compositor ha logrado que, «mediante ingredientes musicales muy familiares –por ejemplo, acordes mayores y menores o secuencias de intervalos simples–, se arroje nueva luz, haciéndolas sonar variado y extraño». El protagonismo recae sobre gran número de personajes. Audrey Luna pondrá voz a Leticia «La Valkiria», que en el filme de Buñuel fue interpretada por la gran Silvia Pinal. Anne Sofie von Otter será Leonora y Charles Trabajador, Edmundo Nobile. Adès se ha tomado su tiempo. Seguramente no quería, tras la buena acogida de los dos títulos anteriores, fallar en este tercero. «Realmente estaba un poco cansado de ver tantas ovejas y he decidido tomarme mi pequeña revancha: comer carne de cordero», declaraba a «The Guardian» con cierta ironía. Unas ovejas que aparecen en la película del calandés y que le han dejado en vela más de una noche al compositor, uno de los más destacados de las generación que aún no ha cumplido los cincuenta. El arpa será uno de los instrumentos que más relevancia tenga en la obra en una partitura que bascula entre el romanticismo tardío y la atonalidad y en la que el director, un estupendo violinista, por otra parte, ha plasmado esa atmósfera de encerramiento que destila el texto. El día 28 será el estreno mundial y habrá tres representaciones más hasta el 8 de agosto.
Esta puerta no se abre
Desde un planteamiento de una simpleza aplastante (un grupo de aristócratas regresa, precisamente, de la ópera y celebra una cena de gala en casa de uno de ellos), «El ángel exterminador» (cuyo título original era «Los náufragos de la calle Providencia») enciende la señal de alarma del espectador a medida que el ambiente se va enrareciendo empezando por el descubrimiento de que, Dios sabe cómo, están encerrados y son incapaces de abrir la puerta, hasta las numerosas repeticiones obsesivas de acciones, la caída en el barbarismo de esta comunidad «refinada» y el colapso final de todos los principios y todos los valores... Buñuel confesó que era una de las pocas películas suyas que había vuelto a ver y que no quería haberla rodado en México, que hubiera preferido el aire más cosmopolita de una capital europea, pero no pudo ser. No obstante, el vestuario y la imponente casa donde se rodó, la mansión Maximiliano Ávila Camacho, que aún hoy conserva el esplendor de antaño, fueron determinantes. Para Adès también ha sido importante el punto de vista del regista, que ha sabido imprimir de cierto carácter decadente a la escena.
Seguramente no sea casual que este grupo de aristócratas, considerados como emblema de la alta burguesía europea o, según otros, de la casta cancerosa de la España de Franco, vengan de la ópera al principio del filme. El espectáculo burgués y decadente por antonomasia. Los surrealistas, con André Bretón al frente, detestaban la ópera. Pero, curiosamente, Buñuel, el hombre que llevó los postulados surrealistas al cine, la había «mamado», la apreciaba y la utilizó profusamente en su filmografía. Lo cuenta en sus memorias a cuatro manos (con Jean-Claude Carrière) «Mi último suspiro»: «Por la noche, de vez en cuando, mis padres iban al teatro. En Zaragoza había cuatro: el teatro ‘‘Principal’’, que aúnexiste, muy bonito, con muchos dorados, en el que mis padres ocupaban un palco de abono. Allíse daban representaciones de ópera, de teatro por alguna compañía de gira o conciertos (...)Mi padre me llevó a la ópera con 13 años. Empecé con los italianos para acabar con Wagner. En dos ocasiones he plagiado libretos de ópera: «Rigoletto» en «Los olvidados» (el episodio del saco) y «Tosca» en «La fièvre monte à El Pao». El «bel canto» fue, por tanto, su pasión inicial. Pero Wagner acabó por hacerle sombra a todos en sus afinidades: «He adorado a Wagner y me he servido de su música en varias películas, desde la primera, “Un chien andalou” hasta la última (“Ese oscuro objeto de deseo”)».
Cuenta Ian Gibson en «Luis Buñuel: la forja de un cineasta universal» que en sus años en la Residencia de Estudiantes, el de Calanda confeccionó libretos para las óperas bufas amateur que él y toda la pléyade de artistas en ciernes representaban en este legendario lugar. «Buñuel hacía los libretos, que tenían cierto parecido con el de “Rigoletto”, y Lorca, desde el piano, “pedía vez”, cuando se sentía inspirado, para soltar “unos gorgoritos, tipo soprano lírica, que le salían muy graciosos”».