Raphael: «Cuando ves de cerca la muerte, le pierdes el respeto»
Desde París, a donde regresó medio siglo después de su mítico concierto en el Olympia, el cantante confiesa por qué siempre se viste de negro y recuerda cómo toreó la enfermedad
Desde París, a donde regresó medio siglo después de su mítico concierto en el Olympia, el cantante confiesa por qué siempre se viste de negro y recuerda cómo toreó la enfermedad
Raphael ha pasado por París. Medio siglo después del concierto que ofreció en el Olympia, el cantante ha vuelto a esta sala considerada como mítica, después de más de 125 años de historia. España y América han sido los grandes escenarios del trabajo de Raphael, pero ha querido hacer un breve breve recorrido por los caminos de Europa, que le han traído a París, y le llevarán a San Petersburgo, Moscú y Londres, como colofón de su gira «Loco por cantar».
En el Olympia le esperaba un público de mediana edad, pero también jóvenes, más de los que pueda esperar quien no conozca el trabajo de Raphael. El concierto comenzó un poco a tientas. Canciones menos conocidas, una interpretación en francés poco comprensible... pero pronto llegaron los valores seguros: «Digan lo que digan», «Provocación», «Maravilloso corazón», «Yo soy aquél». A partir de ahí, las voces se desataron coreando al unísono las letras que todo el mundo se sabía de memoria, se sucedieron los silbidos cuando Raphael se contoneaba, y los aplausos de la mitad de la sala en pie que hacían retumbar la tarima.
El día de antes, el artista se prestó a una entrevista, en torno a un vaso de agua, en el café de La Paix. Vestido de oscuro, con chaqueta de cuero con cremalleras en los puños, que no cesan de castañear contra el mármol de la mesa en la que se apoya.
Nunca he tenido la oportunidad de asistir a ninguno de sus conciertos, y sin embargo me sé sus canciones sin siquiera intentar aprendérmelas...
Claaaaaro... No me extraña, a fuerza de oírlas. Ahí tienes ahora a los jóvenes de 18 años bailando en las discotecas «Mi gran noche». Lo veo logiquísimo, porque la gente crece conmigo sin darse cuenta.
¿Se pierden las ganas de seducir cuando uno es mayor?
Cuando sea mayor se lo diré. Lo de ser mayor está aquí (dice, señalándose la cabeza). Hay gente que a los 50 años es una ruina. Otros que a los 50 comienzan a vivir.
¿Le gusta hablar del amor?
Más que hablar de amor, me gusta sentirlo. Yo siento amor, a parte de por mi mujer, mis hijos, mi familia, siento amor por cada ser humano. Somos todos una maravilla.
¿Qué le pasaba por la cabeza cuando tuvo que enfrentarse a la enfermedad?
Qué quiere que pase, pasó la muerte. Lo que ocurre es que fui tan torero que supe esquivarla muy bien. Bueno, los médicos.
Cuando uno piensa en la muerte, ¿cambian las cosas?
Le pierdes totalmente el respeto. Yo ni pienso en ella.
¿Su trabajo es en solitario o en equipo?
He tenido siempre la inmensa suerte de tener no un equipo, sino un equipazo. Gente que me admira, pero, sobre todo, que me quiere mucho, lo que les permite decirme las cosas bien, para que yo no me sienta herido, pero que todo quede claro.
¿Cambia de equipo como los deportistas de entrenador, cuando siente que ya no funciona?
A la fuerza he tenido que cambiar muchas cosas. Yo esquivé la muerte, pero con otros no ha tenido ese respeto. Mi representante murió, mi manager de toda la vida. Las personas a las que debo todo, Francisco Gordillo y Francisco Bermúdez, mis dos «Pacos». Ahora estoy en manos de Rosa Lagarrigues, que sabe muy bien lo que quiero, lo que puedo hacer, y lo que no.
¿Por qué tanto tiempo sin venir por París?
Por nada. Mis giras se suceden y, de pronto, quien las organiza se le olvidó pasar por Europa. Empecé a dedicarme a América. Y a España, donde no he faltado ni un año.
¿Aprendió francés para aquel concierto que dio en el Olympia en 1967?
No, hice algo porque me gusta tener un detalle con la gente que me escucha. Pero me armé un taco. He llegado a la conclusión de que la gente quiere oírme en español. Querer oír cantar a Raphael en francés es como empeñarte en oír a Frank Sinatra en español.
Dicen que los que se visten de negro es para ocultarse...
Lo mío es más trivial. En mi primer viaje a México me perdieron la maleta con mis trajes. Debutaba esa noche y le pedí a Gordillo que me comprara un pantalón y una camisa negra para salir del paso. Fue una noche tan mágica, que así he seguido hasta hoy, salvo alguna vez en televisión. No es una manía, es una necesidad.
¿Qué le gusta más de la música de hoy?
¿Personas...? muchas. ¿Estilos...? todos. Me gusta el flamenco, el jazz, el rock... todo, pero que sea bueno. Hasta el merengue me gusta, pero bueno.
¿Y de los artistas?
Hay de todo, como en todas las épocas: buenos, muy buenos, regulares, malos y muy malos. Pero es cierto que estamos en un bache de creación, que viene desde 1986, exactamente. Ese fue el primer año que tuve problemas para elegir nuevo repertorio. Lo que me obliga a recurrir a canciones de Manuel Alejandro. Eso quiere decir que falta espíritu creativo... a las pruebas me remito.